# I. Introducción ace poco más de diez años, asistí a una ponencia impartida por el Dr. Michio Kaku en la que este científico exponía que la tecnología avanzaría, a pasos agigantados, en algunos años próximos. Llegó a hablar de tapizar las paredes de las casas con imágenes que iban a salir del lente de un proyector, de que los chips costarían baratísimos y de otras cosas que no recuerdo bien. Pero entre todas las cosas que el Dr. Kaku dijo, él hizo énfasis en aspectos que ahora conocemos cono Inteligencia Artificial. Y, aunque muchas de las cosas que señaló el Dr. Kaku no se han cumplido aún, varias de esos presagios han cobrado sentido y se han hecho realidad. En específico, lo referente a la Inteligencia Artificial. Y a pesar de que esto es así, yo nunca creí que en el mundo se podría llegar a ver, en tan poco tiempo, avances significativos en el campo tecnológico del que estamos hablando. Simplemente se me hacía casi utópico o fantasioso el hecho de que en un pequeño aparatito se pudiesen hacer más cosas que una llamada telefónica o mandar mensajes de textos. Nunca creí que un celular pudiera servir como una computadora. Tampoco llegué a imaginar que, un día, los automóviles podrían andar por las calles sin tener adentro a un ser humano conduciendo. No se me hacía imaginable que, en un establecimiento comercial, las labores habituales se hicieran por máquinas o algoritmos y que sólo estuvieran trabajando en esos sitios, a lo mucho, un par de personas. Tampoco creí posible que unos algoritmos pudiesen llegar a escribir una nota periodística o que pudiesen adivinar, con una precisión de susto, los gustos y preferencias de la gente. Al parecer estamos enfrentando una era que, hasta hace unos cuantos años, podríamos haber imaginado que sólo era posible en las películas o novelas de ciencia ficción. Pero las cosas no son tan sencillas como parecen ser. En todo el mundo, científicos trabajan para crear androides que piensen por ellos mismos (tal como lo hacen los seres humanos) y, de hecho, ya se han logrado prototipos que logran hacer cosas como éstas. Lo peor del asunto es que ya no sólo se están elaborando máquinas que piensan como lo hace un humano, sino que los científicos están trabajando para crear robots que tengan sentimientos. Y las preguntas obligadas serían: ¿qué sucedería si las máquinas llegasen a ser más inteligentes que la raza humana?, ¿qué peligros habría, de hacerse realidad el supuesto planteado en la anterior pregunta? Y es por ello que en el presente ensayo se realiza un análisis de la Inteligencia Artificial, desde una perspectiva jurídica y social. Se analizarán los pros y los contras de esta revolución cibernética que ya nos está rebasando y se definirán soluciones que puedan lograr que la Inteligencia Artificial sólo sea una herramienta que siga ayudando al progreso de la raza humana y no a su destrucción. El claro objetivo de este trabajo es concientizar a todos los seres humanos sobre el peligro latente que, para el mundo, significa el que no haya una regulación al respecto y, a su vez, que el desarrollo de la Inteligencia Artificial sea antiético. # II. El Día Que Prometeo le Robó el Fuego a Zeus Desde que Alan Turing desarrolló, durante la Segunda Guerra Mundial, una máquina que descifraría el Código Enigma 1 , la computación comenzó a tener un auge que, hasta la fecha, no se ha detenido ni ha tenido límites. A partir de ese entonces, las computadoras se comenzaron a hacer más compactas y empezaron a procesar miles de datos en pocos minutos o segundos. Fue un proceso gradual que resultó prometedor para facilitarles el trabajo a los humanos. Así surgieron personajes como Steve Jobs o Bill Gates. Porque, cabe destacar, actualmente vivimos la cuarta revolución industrial. Un momento determinante en la Historia de la Humanidad, en la que la ciencia y la tecnología avanzan a pasos agigantados. En unas pocas décadas, las computadoras llegaron a tener el mismo tamaño que los antiguos televisores. La diferencia entra ambos aparatos radicaba en las funciones que cada uno realizaba: la televisión sólo emitía imágenes. Y, en ese momento, parecía difícil imaginar que uno de esos aparatos pudiera igualar o superar a un ser humano. Sólo eran herramientas al servicio de las personas. Pero el desarrollo de la tecnología continuó con su acelerado ascenso y evolución, hasta que llegó la telefonía móvil. Primero surgieron unos grandes y pesados celulares con los cuales un individuo se podía comunicar a muchas partes del mundo, sin la necesidad de estar en un lugar fijo (como sí sucedía con la telefonía fija). Eso facilitaba mucho el estar comunicado. Pero ese servicio no era nada económico. Era un privilegio al que solamente pocos tenían acceso. Sin embargo, el uso de la computación y la telefonía móvil se fue democratizando. Se volvió más y más y más accesible. Y las computadoras se fueron haciendo más compactas y los celulares también. Y el tiempo pasó y, a su vez, se terminó uniendo a la telefonía móvil con una computadora. O, mejor dicho, los científicos lograron hacer que un teléfono móvil fuera una mini computadora. Y, aparte de todo, se lograron optimizar las funciones que se podían llevar a cabo a través de una computadora: escribir textos, hacer presentaciones, hacer cuentas matemáticas y gráficas y, la que ha resultado más importante, tener acceso a internet. Porque, cabe destacar, que la Inteligencia Artificial se basa en eso: internet. Pero antes de entrar en este tema, es preciso especificar de dónde surge el internet. Pues bien, lo primero que se creó fue la señal de wifi y esto fue inventado por Hady Lamarr. Posteriormente, muchos años después de dicho invento, Berners Lee creo la World Wide Web, mejor conocido como internet. El internet fue creado con fines militares. Era una manera de lograr vigilancia, así como mantener comunicación con las bases militares de los Estados Unidos en diversas partes del mundo. Pero, con el paso del tiempo, el internet se abrió paso para que lo pudieran usar todas las personas, primero, a través de una computadora y, luego, por medio de un teléfono celular. Y cuando el internet comenzó a ser usado por mucha gente alrededor del mundo, diversas personas comenzaron a desarrollar páginas de internet por medio de las cuales los seres humanos podían mantener cierta interacción social con otros: las llamadas redes sociales. En dichos sitios digitales, las personas podían compartir fotos con sus amistades, hacer comentarios y demás. Pero cuando Mark Zuckerberg (un estudiante de la Universidad de Harvard) creó un sitio llamado Facebook, las redes sociales comenzaron a tener un impacto global que determinó el rumbo de las interacciones sociales de la gran mayoría de los seres humanos. A partir de ahí, mucha gente le ha dado más importancia a su actividad digital, que a su interacción física con otras personas. Y, a su vez, dicha red social se ha ido perfeccionando y se ha unido a otras redes sociales como Instagram o Whatsapp. Eso evidencia que en Facebook, y sus demás sitios hermanos, millones de personas interactúan a diario: se mandan mensajes, publican fotos o videos, hacen comentarios, etcétera. Y tanto es así, que la gran mayoría de los actores públicos (políticos, actores, cantantes, deportistas y otros) cuentan con alguna de estas redes sociales y, a través de ellas, se comunican con su respectivo público. Y lo mismo sucede con las empresas y los organismos gubernamentales. A su vez, de unos quince años a la fecha, YouTube se ha convertido en uno de los sitios con mayor contenido audiovisual del mundo. Siendo que, a través de dicha página, muchos individuos han saltado a la fama nacional o mundial a través de videos que esas mismas personas graban, editan y suben a la red. Y, al mismo tiempo, eso se ha vuelto una actividad económica productiva como la que realiza cualquier persona en su trabajo diario; ya que muchos de esos youtubers o influéncer 2 generan dinero a través de esos videos. Es decir, la gente que quiere sobresalir en el medio de la farándula ya no necesita de una televisora para lograr su objetivo. Sólo necesita de una cámara y algo de creatividad. Y, al mismo tiempo, una persona ya no tiene que esperar a ver una película en el cine o a que transmitan una serie en la televisión, porque ella misma puede tener acceso a plataformas digitales como Netflix, Amazon Prime y otras. Y lo mismo sucede con la música. Porque hay plataformas digitales (como Spotify) que cuentan con contenido musical. Así que ya no es necesario ir a una tienda de música para adquirir discos de los cantantes o músicos preferidos. Pero hay algo que aún no hemos dicho. Cuando el internet comenzó a tener relevancia en la vida diaria de millones de seres humanos, algunas personas comenzaron a crear buscadores de información. De esa manera, cualquier persona podría encontrar mucha de la información que existiera sobre algún tema de su interés, con tan sólo escribirlo en un espacio de la página web y, luego, dar click en la palabra buscar. Así surgieron sitios como Yahoo o Google. Pero este último fue el que mayor éxito y arraigo tuvo entre la población mundial. A su vez, desde hace algunos años, se comenzaron a crear aplicaciones que se instalaban en el celular o computadora y, por medio de las cuales, una persona podía hacer o tener acceso a cosas que nunca nos hubiéramos imaginado (hacer transferencias bancarias, inversiones bursátiles, adquisición de productos, contratación de servicios, aprendizaje de cualquier habilidad, etcétera). Y es aquí en el que tenemos que hacer una pausa; porque precisamente Facebook, YouTube y las demás redes sociales utilizan algoritmos para ordenar y seleccionar la información que le aparecerá a algún usuario de las mismas, basado en sus preferencias y gustos. Preferencias y gustos que se conocen por el pequeño cuestionario que se llega a contestar al crear alguna cuenta en dichos portales digitales o a través de la actividad que se tiene a diario en esos sitios web: los videos que se ven, las páginas que se buscan, las personas a las que se le comentan sus publicaciones, entre otras. De esta manera, los algoritmos son los que deciden qué información mostrarte en ciertos momentos. Y lo mismo sucede con los buscadores como Google. A través de algoritmos, la página web le muestra a una persona la información que tiene relación con el tema que ésta está buscando. Y eso facilita que la gente tenga acceso a diverso tipo de información (mucha de ella, especializada y gratuita), sin necesidad de ir a una biblioteca o librería. Y eso se realiza a través de algoritmos. Y algo similar sucede con las aplicaciones y plataformas digitales. Cabe destacar que, precisamente, la Inteligencia Artificial funciona a través de algoritmos. Así que todas las redes sociales, y los buscadores como Google, utilizan Inteligencia Artificial. # III. # La Paradoja de la Inteligencia Artificial El hecho de que los algoritmos y, a su vez, la inteligencia artificial nos esté inundando, hace que la vida cotidiana vaya cambiando a pasos agigantados: la inteligencia artificial, poco a poco, va sustituyendo millones de empleos en el mundo, va cambiando las condiciones laborales, va eliminando oficios y profesiones. Y eso no es algo nuevo: así sucedió durante la primera, segunda y tercera revolución industrial. Es algo que va implícito al avance tecnológico. Sin embargo, muchas de esas situaciones no han sido reguladas por el Derecho. Ya sabemos que las leyes evolucionan conforme va evolucionando la sociedad; pero, generalmente, primero avanza la sociedad y, después, el Derecho regula ese avance. Siempre ha sido así. Por ejemplo, México fue el primer país en el mundo en regular a las criptomonedas y a las empresas que las producían. Pero dicha regulación se logró unos cuantos años después de que las criptomonedas habían comenzado a ser usadas. Y lo mismo ha sucedido con todo aquello que tiene que ver con algoritmos e inteligencia artificial. Es más, gran parte de las situaciones que abarca la inteligencia artificial no ha sido regulada por ningún país del mundo. Es como si se negaran a ver el grave problema que, de no regularse, dicha situación se está alzando frente a nuestros ojos. Porque, aunque la inteligencia artificial implica un gran avance de la Humanidad y una herramienta grandiosa para los seres humanos, la misma ya ha comenzado a generar una fuente de problemas menores que, en poco tiempo, alcanzarán escalas peligrosas. Como se ha dicho en la introducción del presente trabajo, ya se han desarrollado máquinas que piensan como si fueran seres humanos y que pueden mantener una conversación con cualquier persona. Y también se comentó que ya se trabaja en la creación de máquinas que no sólo piensen como humanos, sino que tengan sentimientos. Como vemos, y bajo el argumento central señalado por Yuval Noah Harari en su libro De animales a dioses, el ser humano ha experimentado una evolución tal que comienza a actuar como dios, pero eso se le puede salir de las manos? 3 Y un claro ejemplo de esto, lo podemos encontrar en Siri, Alexa y demás asistentes virtuales que pueden auxiliar a un individuo, con el sólo hecho de que éste lo pida de propia voz, en la búsqueda de ciertas cosas en el internet. Sin embargo, ya ha habido casos en los que las máquinas que utilizan a esos asistentes virtuales se encienden de la nada y comienzan a transmitir información, reproducir música o videos como si tuvieran vida propia. Y no es que la tengan, sino que, precisamente, los algoritmos están diseñados para que se encuentren en constante aprendizaje y eso genera que la inteligencia artificial vaya evolucionando por ella misma y, de alguna manera, se vaya automatizando. Porque, en un principio, una máquina es alimentada humanamente, por cierta información que será utilizada por los algoritmos para su desempeño inicial diario. Y luego esa información se completa con otra y con otra. Es decir, la inteligencia artificial se basa en el aprendizaje diario: va desarrollándose y perfeccionándose. Y aquí es dónde debemos preguntarnos: ¿qué sucederá si una máquina funciona de manera totalmente automatizada y se vuelve autónoma? Eso, a todas luces, podría resultar peligroso. Aunque suene a guión cliché de película de ciencia ficción? Porque no estamos en el mundo de Terminator, estamos en la vida real. Y esto ya está sucediendo. Por otro lado, en el mundo ya han existido experimentos sociales en los cuales se ha buscado que un androide sea candidato a algún cargo de elección popular. Andrés Oppenheimer, en su libro ¡Sálvese quien puede!, señala la curios historia de Michihito Matsuda, quién es un robot que fue postulado para ocupar la alcaldía de la localidad japonesa de Tama y que obtuvo cuatro mil votos, quedando en tercer lugar. Es decir, sí hubo gente que emitió su sufragio por una máquina. De hecho, algunos expertos en algoritmos e inteligencia artificial creen que un robot podría gobernar mejor que un ser humano, debido a que esa máquina tomaría miles o millones de datos para llegar a una conclusión y, así, llevar a cabo alguna decisión de gobierno. Sin embargo, es evidente que para que un androide haga esa tarea, primero un humano tendría que alimentar a la máquina con los datos necesarios para que los algoritmos hagan su trabajo. De esta manera, tendríamos que elegir al humano que efectúe dicho trabajo. Y, entonces, ¿qué sucedería si la persona encargada de llenar esa información no hace su labor de manera ética? Así que el resultado sería similar o igual al que sucede con muchos de los políticos actualmente. Finalmente, existiría la posibilidad de que programe al robot que gobierne de alguna manera que no sea benéfica para la sociedad en general. Por su parte, si la inteligencia artificial llega a un punto en el que supere a la inteligencia humana, el gobierno quedaría en manos de una máquina y, por ende, la toma de decisiones de gobierno y administración pública. Y no creo que un robot pueda llegar a ser empático con los seres humanos. Ahora, si se llega a dar el hecho de que las máquinas tengan sentimientos, las cosas se podrían poner peor, pues así como hay sentimientos positivos, también los hay negativos. Y, entonces, se podría dar el caso de que un androide pueda sentir envidia, ambición u otras. Como vemos, estamos a un paso de caer en una distopía como las que se ven en novelas como Yo, Robot, 1984 o Un Mundo Feliz. También está pasando que se están desarrollando armas que funcionan a través de la inteligencia artificial. Y sus desarrolladores aseguran que son más seguras y exactas que aquellas manejadas por los seres humanos. Pero imaginemos que cierta arma que funciona con inteligencia artificial sufre alguna falla, ¿qué pasaría si termina matando o atentando contra inocentes? ¿En quién recaería la responsabilidad de ese error? Al mismo tiempo, ya se comienza a ver algo peligroso para la democracia: los algoritmos de las redes sociales comienzan a mostrarles a sus usuarios noticias, artículos de opinión y demás información que está relacionada con sus aficiones o gustos en particular. Y aquella que no es del agrado de una persona, simplemente no se muestra (salvo que ese usuario la busque por sí mismo). Eso genera que una persona sólo se entere de aquella información que, en apariencia, quiere recibir y no de de aquella que no le agrada. Con ello, se genera que las personas no puedan ser objetivas ante temas de trascendencia política, social o económica y que, a su vez, se de paso a fanatismos ideológicos; es decir, que los seres humanos crean que únicamente lo que a ellos les agrada es lo correcto, mientras que lo demás está mal. Eso provocará que se polarice aún más a la sociedad y que no puedan existir consensos para llegar a acuerdos que beneficien a todos. Recordemos que uno de los principios de la democracia es la pluralidad de ideas y eso está en grave riesgo. La individualización de las noticias puede llevar a manipularnos políticamente, porque los algoritmos de las plataformas como Google y Facebook están diseñados para satisfacer al consumidor, más que para cumplir una función cívica (Oppenheimer, 2018, p.84). En otras palabras, gracias a los algoritmos y la inteligencia artificial, pueden fortalecerse tendencias totalitarias, ultranacionalistas, populistas o ultraconservadoras que pongan en riesgo a la democracia, la libertad de las personas y, por consecuencia, al Estado de Derecho. Y eso lo podemos ver en acontecimientos como la violenta toma del Capitolio a unas cuantas horas de calificar a Joe Biden como Presidente de los Estados Unidos, las manifestaciones de personas que no creen que el coronavirus exista o que la mascarilla facial sirva para no infectarse, entre otras. Finalmente, es menester indicar que el uso de la inteligencia artificial generará grandes rezagos laborales: muchas personas serán sustituidas por máquinas inteligentes que harán su trabajo de una manera más rápida y precisa. Eso podría provocar más pobreza y hambruna de la que ya existe. Por su parte, el hecho de que las máquinas comiencen a hacer trabajos # Soluciones Prontas Para un Problema Naciente Como pudimos ver en el apartado anterior, los beneficios de la inteligencia artificial son muchos, pero también lo son los perjuicios que con ésta se pueden provocar. Finalmente, el ser humano no es perfecto y, aunque la inteligencia artificial lo parezca, es probable que tenga errores que puedan costar caro; pues, al fin y al cabo, la inteligencia artificial es una creación humana. Y aunque muchos expertos en el tema se muestran optimistas con los avances de la inteligencia artificial, la Historia de la Humanidad nos muestra que los optimismos no sirven para prevenir catástrofes y que, de hecho, muchos acontecimientos tristes de la Historia se pudieron evitar si no se hubiese sido tan optimista. 4 Es evidente que estamos en un momento en el que la supervivencia y futuro de la raza humana están pendiendo de un hilo: estamos en pleno auge de un avance científico y tecnológico que nos podría generar más caos del que ya existe. Alguna vez Mahatma Gandhi señaló que uno de los factores que destruyen al ser humano es la ciencia sin ética. Y, al parecer, eso es lo que está sucediendo con el desarrollo de la inteligencia artificial. Es por ello que la UNESCO llamó, durante el año 2020, a una consulta en la que sus países miembros, así como expertos en la materia, pudieran aportar ideas para que se creara una Declaración Universal de la inteligencia artificia, vislumbrando a la ética como el eje central de éste documento. Y, de hecho, dicha consulta ya ha concluido y la UNESCO está llevando a cabo la elaboración de ese documento internacional. Sin embargo, es claro que esa declaración sería un instrumento internacional que, en teoría, surtiría efectos hasta que fuese aprobada por la mayoría de sus integrantes. Pero, lamentablemente, el Derecho Internacional Público es de buena fe y aunque se aprobase dicha declaración, los países podrían hacer caso omiso a ese instrumento internacional; porque, al ser de buena fe, no hay manera de coaccionar a los Estados para que cumplan con sus obligaciones internacionales. Recordemos que existe el principio de soberanía nacional y de no intervención. Así, los países deberían de reformar su legislación interna y, al mismo tiempo, crear normas jurídicas que regulen todo lo referente a la inteligencia artificial. Tal como se hizo en su momento con el tema de la clonación. A su vez, se deberían de establecer sanciones penales, administrativas y civiles para aquellas empresas o personas físicas que violen la legislación que regule a la inteligencia artificial. Finalmente, la labor del Derecho es normar la actividad humana y, al mismo tiempo, lograr que exista orden en una sociedad. En otras palabras, poner límites. La inteligencia artificial no puede no tener límites. La investigación y desarrollo de la misma deben de regirse por parámetros éticos, recordando que la ética tiene como objeto de estudio la moral, y ésta tiene que ver con las acciones humanas en la vida social, por tanto, la ética se relaciona con todos los quehaceres humanos que ahora se expresan como productos científicos y tecnológicos [?] (Torres, 2014, p. 10). Además de que se debe de tomar, en todo momento, al ser humano y su dignidad como persona como centro de la inteligencia artificial. Además de analizar el impacto futuro que cierto invento que haga uso de la inteligencia artificial pueda provocar en la Humanidad. Porque el hecho de no poner límites a la inteligencia artificial, puede poner en riesgo, como ya se ha mencionado en apartados anteriores, principios fundamentales como la democracia, los derechos humanos, la libertad de las personas, la dignidad humana y otros más. Así, también los países deberían comenzar a plantearse el serio cuestionamiento de qué medidas adoptarán al momento de que el desempleo, la pobreza y la marginación a causa de la inteligencia artificial comience a ser un común denominador en la sociedad. Porque es claro que eso sucederá. Y cuando eso pase, los Estados deberán llevar a cabo políticas públicas que generen que esa brecha de desigualdad sea lo menos marcada posible. Y una solución podría ser el Ingreso Universal. Es decir, que el Gobierno le proporcione a toda la población (sin importar edad, condición económica o nivel educativo) una apoyo económico para tratar de equilibrar las condiciones de vida de la población. Pero es seguro que ésta no es la única solución viable. Habrá otras alternativas que puedan ser planteadas por la ciencia política o la economía. Ante este panorama, hace unos meses se presentó ante el Congreso del Estado de Puebla (México) un Proyecto de Iniciativa (mismo que, de ser aprobado, se turnaría al Congreso de la Unión) que pretende reformar la Ley de Ciencia y Tecnología para regular a la inteligencia Artificial, tal como ya se ha hecho en países como Arabia Saudita, China o Alemania. Dicho Proyecto fue ideado y elaborado por mí y, a su vez, fue presentado ante el Pleno de dicho Código encriptado con el que las autoridades de la Alemania Nazi se comunicaban para informarse sobre los ataques ofensivos o defensivos de sus tropas, movimientos estratégicos de los países oponentes durante la Segunda Guerra Mundial. Se afirma esto, porque el ser humano tiene la capacidad de decidir el destino (para bien y para mal) no sólo de su propia especia, sino de todo el mundo. Y eso es algo que ya se venía tratando desde hace varias décadas por pensadores como Hannah Arendth.© 2022 Global Journals Volume XXII Issue VII Version I 15 ( ) La guerra de Troya, la caída del Imperio Romano de Occidente y de Oriente, la primera guerra mundial, el ascenso de Hitler al poder y la segunda guerra mundial, por mencionar sólo algunos acontecimientos que sí se pudieron haber prevenido si muchas personas no hubieran sido tan optimistas. Ahora bien, si existen personas que, como se mencionó en apartados anteriores, son capaces de votar por un androide, podríamos pensar que la misma Humanidad está perdiendo la confianza en la Humanidad o que una elección no es tomada con la seriedad que es debida. Pero sea como pueda ser, eso da pie a entender que el avance de la inteligencia artificial debe de ser regulado para evitar caer en excesos como la emisión del sufragio hacia un robot o en escenarios aún más peligrosos como los que se han descrito en párrafos superiores. ## Porque, además, deberíamos prever que [o]tros tipos de problemas surgen cuando tratamos de situarnosen un contexto futuro donde las máquinas están desarrolladas de tal manera que nos tengamos que plantear otorgarles un estatus moral (Pascual, 2017, p. 23). Y por estatus moral nos referimos a que un androide sea sujeto de derechos y obligaciones, como lo son los seres humanos. Al igual que está sucediendo actualmente con los animales, a los cuales se les están reconociendo derechos que antes no tenían. Y, evidentemente, eso sucedería si las máquinas llegan a tener una inteligencia y sensibilidad tales que permitan su funcionamiento autónomo, sin necesidad de la intervención humana. V. ## Conclusiones Como hemos venido viendo en los diferentes apartados que conforman este texto, la Inteligencia Artificial es una gran herramienta que ha traído muchos beneficios para los seres humanos. Sin embargo, dichos beneficios podrían opacarse ante los peligros y daños que ya comienzan a verse en la sociedad mundial. Precisamente gracias a la Inteligencia Artificial, problemas actuales como el desempleo, la marginación, la pobreza, la hambruna y otros, podrían hacerse aún más hondos y, por ende, resultarían todavía más difíciles de resolver. Aparte, el desarrollo y utilización de la Inteligencia Artificial está poniendo en jaque la ética de los científicos que están innovando en dicho campo tecnológico. De hecho, en este ensayo se han planteado escenarios hipotéticos y futuristas que podrían acontecer si no se ponen límites y se regula el desarrollo de la Inteligencia Artificial. Es por ello que se han planteado posibles soluciones que podrían solucionar los problemas que ya comienzan a acontecer en el mundo por eso desarrollo y aplicación de la Inteligencia Artificial; así como de aquellos peligros que apenas se están vislumbrando, pero que es muy posible que acontezcan en un mediano o largo plazo. Entre dichas soluciones, la principal es la regulación nacional de este campo tecnológico. Y hablamos de regulación desde el punto de vista de reformar las leyes actuales que tengan cierta relación con la Inteligencia Artificial, como de crear nuevas normas jurídicas que contemplen reglas claras que se deben de observar para crear, desarrollar y usar prototipos que trabajen con Inteligencia Artificial. Así como sanciones de carácter penal, civil y administrativo para quien no cumpla con las disposiciones legales antes señaladas. Además de la creación de políticas públicas que hagan contrapeso con el desempleo y la marginación que comenzará a dejar el uso de la Inteligencia Artificial en buena parte de las actividades económicas. Porque algo que es totalmente claro: no bastan las buenas intenciones y los presagios favorables y optimistas para pensar, ilusoriamente, que la Inteligencia Artificial no conlleva ningún peligro y que, por eso, no es necesario regularlo. Como dijimos en párrafos superiores, precisamente el Derecho se encarga de poner reglas a la actividad humana para que no se perjudiquen las libertades y los derechos de los otros. Y, evidentemente, la Inteligencia Artificial es una creación humana que debe ser normada por normas jurídicas. Es decir, la Inteligencia Artificial debe ser desarrollada y usada, pero con reglas claras que tengan en su centro la ética y, por ende, al ser humano y a su dignidad. Si eso no se cumple, los presagios más funestos que se mencionan en diversas películas y libros de ciencia ficción podrían quedarse cortos con el daño que previsiblemente se podría causar a la especie humana y, con ello, al mundo. * Yo, robot IsaacAsimov 2017 México. Planeta * ¿Debemos temer a la inteligencia artificial PeterJBentley MBrundage OHäggström TMetzinger Bélgica. Parlamento Europeo 2018 * De animales a dioses YuvalHarari Noah 2017 México. Debate * AndrésOppenheimer ¡Sálvese quien pueda!. México. Debate 2018 * Inteligencia Artificial: Un panorama de algunos de sus desafíos éticos y jurídicos DavidPascual Álvaro 2017 España. Universidad de Girona * PROMETEA: Inteligencia Artificial para transformar organizaciones públicas 2018 Argentina. OEA * Introducción a la ética Torres Hernández Zacarías México. Grupo Editorial Patria 2014