The Failure of the Extraactivist Welfare Model and the Cycle of the Latin American Left El Fracaso del Modelo de Bienestar Extractivista y el Ciclo de la Izquierda Latinoamericana Abstract-This article makes an evaluation of the welfare model implemented in Latin America in the cycle of the left that governed a large part of its countries during the first 15 years of this century. In the analytical part, the structural factors of Latin America's backwardness are identified, the rise and failure of the statist and extractivist model of natural resources are described, and the influence of economic progressivism is highlighted as the theoretical basis of the Latin American left, the practices populist macroeconomic policies based on "distributive coalitions" and the use of subsidies as a political weapon. Finally, formulating some conclusions about the recent transformations in economic and social matters, differences are established between the left of the first cycle and the plans of the new progressive left. Likewise, the dilemma that the region must face in its transition to modernity is projected and the need to adopt pragmatic solutions that leave the ideological debate behind, in order to get out of the trap of extractivism based on realistic policies, labor productivity, global education, respect for human rights and appreciation of democratic systems. # Keywords: latin america, economic development, welfare model, extractivism, progressivism, capitalism. Resumen-El presente articulo hace una evaluación del modelo de bienestar implementado en Latinoamérica en el ciclo de la izquierda que gobernó gran parte de los países los primeros 15 años de este siglo. En la parte analítica, se identifican los factores estructurales del atraso de América latina, se describe el auge y el fracaso del modelo estatista y extractivista de recursos naturales y se destaca la influencia del progresismo económico como fundamento teórico de la izquierda latinoamericana, las prácticas macroeconómicas populistas basada en las "coaliciones distributivas" y el uso de los subsidios como arma política. Finalmente, al formularse algunas conclusiones de las transformaciones recientes en materia económica y social, se establecen las diferencias entre la izquierda del primer ciclo y los planes de la nueva izquierda progresista. Se plantea el dilema que la región debe enfrentar para su paso a la modernidad y la necesidad de adoptar soluciones pragmáticas que dejen atrás el debate ideológico para salir de la trampa del extractivismo con políticas realistas, productividad laboral, educación de alcance global, respeto por los derechos humanos y valoración de los sistemas democráticos. Palabras clave: américa latina, desarrollo económico, modelo de bienestar, extractivismo, progresismo, capitalismo. Introduccion a historia de América Latina y el Caribe de los últimos 500 años está marcada por dos características: desigualdad en la riqueza e ingresos y la inserción en los mercados globales especialmente con exportaciones de materias primas. Además, desde que se integró en los mercados mundiales durante la época colonial, la evolución de la economía global y los ciclos de commodities han determinado en gran medida el desempeño de sus economías. A pesar de los distintos modelos experimentados en la región, desde las denominadas reformas neoliberales, hasta los modelos estatistas implementados por los regímenes de izquierda recientemente, tanto en el ámbito académico como político continúa formulándose la pregunta, cuya respuesta aún no puede plasmarse en soluciones. ¿Por qué los países de América Latina crecen tan poco? Al respecto, el conocido periodista e investigador latinoamericano Andrés Oppenheimer, entre las muchas razones destaca a manera de reflexión qué "en América Latina no hemos terminado de darnos cuenta de que estamos en la era de la economía del conocimiento, donde el trabajo mental vale cada vez más; mientras que el trabajo manual, o el petróleo, las materias primas, valen cada vez menos. Mientras los asiáticos han creado una meritocracia educativa en que los estudiantes estudian cada temática mejor, en América Latina la calidad educativa se está quedando cada vez más atrás". Sostiene de manera comparativa que, en la región latinoamericana hablamos demasiado de los héroes del pasado y muy poco de los innovadores del futuro. Mientras los asiáticos viven guiados por el pragmatismo y están obsesionados por el futuro, los latinoamericanos vivimos guiados por la ideología y estamos obsesionados por el pasado" (Oppenheimer, Andrés, 2022). El mismo Oppenheimer (2019) identifica las causas del estancamiento regional, entre varias motivaciones, las más importantes son: La falta de continuidad en las políticas económicas. Esto ahuyenta a los inversionistas. En muchos países de la región, cada nuevo presidente quiere reinventar la rueda y deshace todo lo que hizo el anterior. El excesivo gasto público, baja productividad y una pésima distribución de la riqueza. Muchos de los países más grandes de la región, como Argentina, gastan mucho más de lo que producen. Los bajos estándares de educación, ciencia, tecnología e innovación. Los países latinoamericanos ocupan los últimos lugares en la prueba internacional PISA de estudiantes de 15 años y registran muy pocas patentes internacionales de nuevos inventos. Mientras que Corea del Sur registró 17.000 patentes el año 2018, todos los países de América Latina y el Caribe juntos registraron solamente 537. En una economía global basada en el conocimiento, esa es una receta para el atraso. Frente a este panorama, es evidente que los países de la región no pueden seguir culpando a factores externos por su estancamiento económico, bajas tasas de crecimiento y falta de desarrollo. Rebeca Grynspan, secretaria General de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, resume la situación lacerante de la región, afirmando que "América Latina está atrapada en un PIB que no crece y en un contrato social que no se satisface, el tema del financiamiento para poder romper el círculo vicioso es tan importante como los demás, porque necesitamos los recursos para poder hacer las tareas que nos saquen de la trampa" (PNUD, 2021). En los últimos años, sobre todo después de la crisis pandémica mundial, uno tras otro, distintos países de América Latina han elegido gobiernos de izquierda y una nueva ola política parece recorrer la región. Desde 2018, líderes ubicados a la izquierda del espectro político llegaron a la presidencia de México, Argentina, Bolivia, Perú, Honduras, Chile y Colombia. Este nuevo ciclo de la izquierda en Latinoamérica evoca lo que ocurría en el subcontinente durante la primera década de este siglo, cuando tres de cada cuatro sudamericanos pasaron a ser gobernados por presidentes de izquierda. Sin embargo, lo que condiciona de manera determinante el nuevo ciclo de la izquierda es el cambio del contexto global y las condiciones económicas y sociales en la región, más hostiles que las de la etapa anterior. Afortunadamente, los abundantes recursos naturales de América Latina significan también que abundan las oportunidades: La región es rica en dos metales clave para la electrificación: cobre y litio. Hogar de algunas de las áreas más soleadas y ventosas del mundo, podría generar gigavatios de electricidad de muy bajo costo para producir y exportar hidrógeno verde. Para aprovechar al máximo estas oportunidades, América Latina necesita adoptar soluciones pragmáticas que dejen atrás el debate ideológico y las políticas estatistas que hicieron de la redistribución y los subsidios el centro de su modelo de bienestar. ¿Pero cómo? Esto debería comenzar con el axioma de que la riqueza primero debe crearse para ser compartida. Un sector privado floreciente, un estado en pleno funcionamiento, servicios públicos de calidad, el estado de derecho y la inversión extranjera son ingredientes esenciales. Sin embargo, en América Latina los gobiernos al parecer seguirán focalizados en el ciclo vicioso de las políticas asistencialistas y extractivistas, a sabiendas que de allí no saldrán las grandes opciones del crecimiento acelerado; se trata de políticas defensivas para contener colapsos sociales. ¿Estará la "nueva izquierda" de este ciclo dispuesta a no repetir los errores de sus predecesores del primer ciclo, que fracasaron con su estrategia de políticas estatistas, asistencialistas y extractivistas? I. # Los Factores Estructurales del Atraso de America Latina La experiencia de desarrollo económico de América Latina desde la Segunda Guerra Mundial ha tenido fases de esperanza y decepción. La región se ha visto afectada por grandes cambios en las visiones y paradigmas del desarrollo, y profundamente condicionada por una mezcla de crecimiento bajo, alta inestabilidad (macroeconómica, financiera y política) y elevada desigualdad. A América Latina le ha resultado muy difícil encontrar una senda de desarrollo robusta y sustentable. El camino que ha seguido en su proceso de desarrollo ha resultado anodino en el mejor de los casos. Le ha costado mantenerse al paso del promedio mundial, a pesar del periodo de crecimiento más acelerado y con mayor equidad social que predominó en gran parte de la región en la fase ascendente del más reciente ciclo de los precios de las materias primas. De hecho, la tasa de crecimiento anual promedio del Producto Interno Bruto per cápita entre 1960 y 2018 estuvo visiblemente por debajo de la del mundo y la de los Estados Unidos en la mayoría de los países de América Latina y en el conjunto de la región. En cuanto a los ciclos de crecimiento, la región ha pasado en los últimos sesenta años por tres ciclos pronunciados y claramente delimitados. El primero arrancó en los años 60, alcanzó su pico a mediados de los 70 y luego cayó hacia un valle de estancamiento a mediados de los 80. El segundo arrancó a fines de los 80, llegó a su pico a mediados de los 90 y, posteriormente, descendió hasta llegar a su punto bajo a comienzos de los años 2000. El tercer ciclo empezó con el jalón de China en 2002-2003, alcanzó su pico en 2010-2011 y, a continuación, descendió hasta una tasa de crecimiento muy inferior a la del mundo, descenso que, a la fecha de este escrito, no parecía haber encontrado fondo (De la Torre, Augusto; Ize, Alain; CAF, 2020). En lo que va de los últimos 80 años, de acuerdo a Díaz Bonilla, Eugenio (2019), América Latina trascurrió por dos ciclos importantes del boom de las materias primas. El primer ciclo de la segunda mitad del siglo XX de las materias primas tuvo lugar aproximadamente entre mitad de los 1970 (cuando empezó el alza) y hasta la segunda mitad los 1980 (cuando tuvo su ciclo declinante). El ingreso per cápita de América Latina y el Caribe creció alrededor de 3.6% por año durante los 70 y cayó a cero en los 1980, en lo que la CEPAL llamó la "década perdida". El último ciclo arrancó en la primera mitad de la década de los 2000 y tuvo su pico alrededor de 2011. Desde entonces los precios de las commodities, con variaciones, han declinado. Entre 2000-2011 el ingreso per cápita de la región creció a 2.1% por año y desde entonces lo hizo a un 0.2% anual. En 2019 de 33 países con datos en América Latina y el Caribe el 60% estaba en recesión o estancado (creciendo a menos de 0.5%). A final del último ciclo, devino un periodo de recesión y estancamiento para muchos países de la región. Estos han sido los 7-8 años peores desde los 1980, que puso bajo extrema tensión a la economía, la sociedad y la política de los países. Ciertamente hay algunos países que han manejado el último ciclo con mejores políticas públicas y con democracia, como Uruguay y Colombia, y otros que han sido trágicamente incompetentes y autoritarios (como Venezuela). Pero la fase declinante de precios afecto a todos. A esto hay que sumar la tragedia pandémica del COVID que llegó a la región en un contexto de mayores aspiraciones de la población, de explosión de conflictos sociales y donde las expectativas positivas por la vuelta a la democracia de los ochenta, que ayudaron en la transición anterior, empiezan a debilitarse. Un factor determinante del retraso industrial y la ausencia de vocación productiva de América Latina tiene que ver con que en cada ciclo político (de izquierda o derecha), se priorizó como base de la economía la extracción y exportación de las riquezas naturales en buena parte de los países latinoamericanos. Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), del total de exportaciones de 2019 los productos primarios representaron un 82,6% en Argentina, 66,6% en Brasil, 85,9% en Chile, 77,9% en Colombia y 88,6% en Perú. Las causas de este casi permanente fracaso son muchas, pero una de las principales ha sido política: la llegada al poder de líderes mesiánicos y populistas, como Perón, Gétulio Vargas y Fidel Castro en el siglo XX; Chávez, Lula, Evo Morales, y los Kirchner en el siglo XXI. Se critica a estos últimos gobiernos por no invertir suficiente riqueza del auge de las materias primas de los años 2000, en la construcción de infraestructura competitiva o en brindar educación y salud de alta calidad. De igual manera, también se culpa a la derecha por hacer muy poco para abordar la desigualdad arraigada, promover una competencia efectiva o hacer que los impuestos sean más justos. Es indudable que, a pesar de los generosos recursos naturales y los importantes ingresos por sus exportaciones en los diversos ciclos económicos, persiste el subdesarrollo y las inequidades sociales. La alta dependencia de la explotación y comercialización de recursos primarios y la desigualdad son dos tendencias históricas en América Latina. Las políticas económicas basadas en la extracción de recursos naturales han impedido que los países latinoamericanos puedan desarrollar sus propios conocimientos, ciencia y tecnología. Lo paradójico es que la región exporta materias primas y a la vez las tiene que comprar elaboradas. América Latina, pese a los fracasos económicos en cada uno de los ciclos políticos vividos, tampoco da muestras de haber agotado su fase populista y su consiguiente adicción a la explotación de materias primas. Esta situación en varios episodios de su historia reciente ha sido el preludio de graves confrontaciones sociales que en algún momento tendrán que imponer un cambio de rumbo para que la región entera comprenda de una vez por todas que, "en la era digital, el conocimiento es la fuente mayor de creación de riqueza. Y el conocimiento para rendir beneficios sólo prospera bajo regímenes de libertad y estado de derecho". Existe la esperanza qué, la fuerza creativa del conocimiento terminará por vencer las vetustas instituciones políticas y económicas existentes en la región. # II. El modelo de Bienestar de Los Gobiernos de Izquierda en America Latina Si la década de los 80 fue la de la transición democrática para América Latina, la de los 90 fue la de las reformas de mercado y la primera de los 2000 fue la del giro a la izquierda, sin embargo, la etapa actual es mucho más difícil de caracterizar. Entre gobiernos débiles con proyectos fallidos, alternancias conflictivas, un malestar social creciente e instituciones políticas bajo amenaza, la única certeza es que lo que hay por delante no será fácil para la región. Todo comenzó con la caída de la Unión Soviética en 1991 que cimentó el consenso generalizado en que la única vía para el desarrollo económico parecía ser el mercado. Sin embargo, el siglo XX se cerró para América Latina con un claro agotamiento político de los gobiernos que habían impulsado las reformas liberales. Los magros resultados económicos de las transformaciones en la mayoría de los países, sumados a condiciones internacionales muy desfavorables, crearon las condiciones para la alternancia política. Con Rusia y China volcadas totalmente hacia el capitalismo, la izquierda dejó de ser vista como una amenaza. Así que fue casi un proceso natural que los electorados, repudiando a los gobiernos de derecha de los 90, se inclinaran por darle una posibilidad a líderes con discursos más antiliberales. Después de la "década perdida" de los 80 en América Latina, los llamados gobiernos "neoliberales" parecían apropiados, para poner la casa en orden. Asimismo, no se debe olvidar que, a finales de los 80, con el colapso de la Unión Soviética, el "socialismo" quedó ampliamente desacreditado. Consecuentemente, China y otros regímenes comunistas abandonaron en gran medida los principios económicos socialistas. Esto obligó a un importante "replanteamiento" de lo que significa ser "de izquierda". En América Latina, la coyuntura para la izquierda no podía ser mejor. Tras unos años en el poder, el enfoque "neoliberal" perdió su brillo y los votantes de muchos países dieron una oportunidad a los partidos de izquierda. Lo que pocos anticipaban es que se iba a producir un ciclo de la izquierda en América Latina, que duraría cerca de 15 años. Así, para 2011 el mapa latinoamericano estaba teñido de rojo. De 20 países, 12 eran gobernados por presidentes de izquierda, siete por mandatarios de derecha y solamente Costa Rica, por una mandataria centrista. En la región, estas fuerzas se beneficiaron durante la década de 2000 de unas condiciones económicas mundiales muy favorables. Precisamente cuando empezaban a asumir los nuevos gobiernos, comenzaba el inusitado boom de las materias primas, impulsado esencialmente por el ingreso de China en el mercado mundial como gran consumidor de commodities y exportador de bienes industriales. Eso permitió expandir el gasto público y tomar diferentes medidas muy populares, que les despejaron el camino para ganar sucesivas elecciones. # a) La agenda económica de la izquierda en el gobierno El nuevo siglo comenzó en América Latina con un «ciclo izquierdista» de los gobiernos de la región. Fijó nuevos rumbos en el tratamiento de la cuestión social, la participación política o los derechos de las minorías que obtuvo reconocimiento internacional. Estas dinámicas fueron favorecidas por Estados que se Volume XXII Issue VI Version I 14 ( ) fortalecían y un sólido crecimiento económico en un contexto de alzas en los precios de las materias primas. La izquierda gobernante tuvo en los cerca de 15 años de este ciclo, la oportunidad única para avanzar por el sendero del desarrollo y alcanzar mayores niveles de independencia del mercado mundial y de las materias primas. Esta oportunidad fue beneficiada principalmente por una situación favorable de los mercados mundiales. La explosión de los precios de las materias primas dio el apoyo económico para un renacimiento del Estado desarrollista. Si bien fueron pocas las expropiaciones reales, el Estado volvió a manejar las empresas públicas o bien se reservó, tras nuevas negociaciones con empresas extractivas transnacionales, una mayor participación en las ganancias derivadas de las materias primas. En vista de la evolución de los precios internacionales y la alta demanda de materias primas latinoamericanas, muchos inversores, nacionales e internacionales, consideraron que estas exigencias eran absolutamente tolerables. Así fue como las arcas de los gobiernos se llenaron de manera inesperadamente veloz y esto favoreció la expansión de la infraestructura estatal. De este modo, el Estado comenzó a ganar nuevamente sustancia institucional y poder de regulación. Esto sentó los fundamentos para una importante innovación en la región: mientras que en muchos otros países del mundo la situación social empeoraba, la mayoría de los gobiernos de América Latina iniciaban una política social expansiva e introducían numerosos estándares nuevos en el mercado laboral fuertemente desregulado. La combinación de desarrollo social sostenido por las exportaciones de materias primas siguió las particularidades de cada país. Consiguientemente, a fines de la última década, se impuso en la región un modelo de desarrollo en el que un Estado fortalecido captaba los ingresos adicionales por exportación de materias primas, encaraba efectivamente la cuestión social como agente de desarrollo y era legitimado una y otra vez mediante promesas de modernización y elecciones democráticas. Este modelo ha ingresado en los debates políticos y científicos bajo la etiqueta de «neoextractivismo» (Burchardt, Hans-Jürgen, 2017). Precisamente cuando estaba en su apogeo, el giro a la izquierda empezó a agotarse. 2011 fue el último año en el que la economía sudamericana tuvo una tasa de crecimiento superior al 4 por ciento. Desde 2014, directamente se terminó el crecimiento: el PIB subió apenas 0,5% ese año, cayó 1,1% en 2015 y 2,4% en 2016, y entre 2017 y 2019 apenas superó el 0 por ciento (Mizrahi, Darío, 2021). # b) El fracaso y las oportunidades perdidas del boom extractivista Probablemente no hubo en toda América Latina, desde la independencia, un mejor momento para reformas estructurales, para eliminar las dos pesadas herencias que impedían el crecimiento: en primer lugar, para la supresión de las extremas desigualdades sociales mediante políticas sociales innovadoras, relaciones laborales reguladas y redistribución democrática, y en segundo lugar, para una reducción de la dependencia de las materias primas a través de estrategias de diversificación y aumento de la productividad, lo cual termina, en el mediano plazo, en un desarrollo sostenible y en la protección de los recursos naturales. Contrariamente a las expectativas, la economía y la política se centraron en la ampliación de los sectores de materias primas. A pesar de que muchos de los gobiernos anunciaron usar el «neoextractivismo» solo como vehículo para llegar a una estructura económica más productiva y diversificada; sin embargo, casi todos los programas y medidas aplicadas a tal fin fracasaron rotundamente. Hoy, la región tiene una dependencia de las exportaciones de materias primas mayor que a fines del siglo XX. Esto tuvo sus consecuencias en el Estado y la política: gracias a los elevados ingresos provenientes de las materias primas, ya no era necesario zanjar los conflictos de intereses a través de procedimientos democráticos ni solucionarlos con negociaciones, sino que se los apaciguó mediante transferencias de recursos. Los sectores conflictivos fueron «comprados» y cooptados. Las sociedades latinoamericanas mutaron hacia sociedades-botín en las que, si bien el Estado concedía al principio participación a casi todos en la explotación de la naturaleza, el nuevo nexo no se basaba en el consenso y la cohesión social (Burchardt, Hans-Jürgen, 2017). Hans-Jürgen Burchardt, en su trabajo "La crisis actual de América Latina causas y soluciones", identifica puntos clave que explican las causas del fracaso del modelo de desarrollo extractivista y la falta de reformas estructurales. Durante la fase del boom no se implementaron medidas profundas de redistribución y el sistema impositivo casi no fue tocado. Si bien se mejoraron significativamente las prestaciones sociales, no sucedió lo mismo con su grado de cobertura. Los que más se beneficiaron con ellas fueron los empleados públicos o los trabajadores formales, o sea, solo la mitad de las personas en condiciones de trabajar; el 20% más pobre de la región recibe actualmente apenas 10% de todas las transferencias sociales. Pese a los numerosos esfuerzos, tampoco se ha logrado reducir significativamente el trabajo informal. Los mercados laborales y las estructuras productivas siguen estando altamente precarizados, de modo que hoy en día casi 50% de las personas en condiciones de trabajar (120 millones de jóvenes y frecuentemente mujeres), trabajan manteniendo una relación laboral precaria tanto desde el punto de vista contractual como social, tienen ingresos relativamente bajos y generan 10% del PIB regional de acuerdo con el Panorama Laboral de la OIT (2015). El auge del trabajo informal explica la baja productividad de América Latina, que tampoco aumentó durante el boom. Sin duda, la explotación de materias primas no necesita una elevada cualificación laboral de grandes masas de trabajadores. Es por todo lo señalado, entre otros aspectos, que, a pesar de haber suficientes recursos del Estado en los países de América Latina, no se logró crear un sistema de servicios públicos de alta calidad y accesible para las mayorías, con mejores accesos a la educación y la salud, la infraestructura general, el transporte urbano, la seguridad civil y pública, etc. En todos los casos, "la política económica de la izquierda», que en su cenit llegó a gobernar casi a todos los países sudamericanos (salvo Colombia y Perú), priorizó el acceso al poder antes que las discusiones abstractas. Y desde allí desplegó una serie de políticas que le permitieron, en un contexto ciertamente favorable por los precios ascendentes de las materias primas, combinar tres cosas: sustentabilidad macroeconómica (salvo en Venezuela y en parte en Argentina); amplias políticas de transferencia de ingresos que permitieron impulsos formidables de inclusión (sobre todo en las zonas más desfavorecidas, como el altiplano boliviano y el Nordeste brasileño); y una continuidad políticoinstitucional que permitió ciclos largos de reformas. El final de la ola de gobiernos de izquierda (la más larga de la izquierda latinoamericana), es conocido: entre el cambio de las condiciones internacionales, el desgaste natural tras más de una década de ejercicio ininterrumpido del poder, las dificultades para procesar la sucesión y el fortalecimiento del bloque derechista, la izquierda fue desplazada del gobierno mediante elecciones limpias (Argentina, Uruguay, Chile) o por crisis políticas democráticas (Paraguay, Brasil, Bolivia); y, si logró mantenerse en el poder, fue al costo de un giro autoritario (Venezuela, Nicaragua). Además de los resultados de desarrollo mediocres, el boom económico del primer ciclo de la izquierda latinoamericana creó un problema político difícil de resolver. Como las condiciones generales de vida de la mayor parte de la población mejoraron sustancialmente (en gran medida sustentada en subsidios y transferencias), también se elevaron sus expectativas de vida a futuro y sus exigencias a los gobiernos. Pero ese proceso no estuvo acompañado de una modernización económica que permitiera un crecimiento sostenido, aunque fuera más moderado. Algunos expertos como Mizrahi, Darío (2021), caracterizan la época en la que vivimos desde aproximadamente 1980, como "una era de neoliberalismo, en la que el giro a la izquierda fue una reacción a las limitaciones impuestas". En muchos casos, esos gobiernos (los del ciclo de la izquierda) fracasaron espectacularmente, y Venezuela y Argentina son los ejemplos más angustiosos. Pero ninguno logró proporcionar una alternativa duradera. Luego del agotamiento del ciclo izquierdista, se habló de que la región estaba experimentada un "giro a la derecha". En realidad, el llamado "giro a la derecha" nunca existió. Como se vio anteriormente, con el fin del boom de las materias primas en 2014, el "giro a la izquierda" latinoamericano perdió su impulso y América Latina volvió a una forma más convencional de "voto antioficialista", en un contexto de profundización de las dificultades económicas y del desgaste político. Así que más que un giro a la derecha fue un agotamiento del ciclo de la izquierda. En conclusión, en la medida que los precios internacionales de las materias primas regresaron a niveles más normales quedó al descubierto la desnudez de la mayoría de las economías de la región. Al agotamiento del modelo de bienestar frustrada de la "izquierda latinoamericana", devino un ciclo de recesión y estancamiento, que sumado a la crisis pandémica que aún perdura en la región, muy rápidamente se tradujo en un hondo malestar social. Y donde ese descontento no pudo tramitarse por los canales políticos formales, brotó en forma de estallido. # III. # El Progresismo Economico y Las Politicas Macroeconomicas del Populismo No todas las causas del retraso y poco desarrollo en la región son atribuibles a las fallidas iniciativas "revolucionarias" de los latinoamericanos. Un importante rol jugó y continúa jugando la influencia de concepciones políticas y económicas originadas en países desarrollados que proporcionan "recetas progresistas" y que son entusiastamente asimiladas por la izquierda latinoamericana. Encabezan la lista de economistas europeos y norteamericanos, Joseph Stigliz, Jeffrey Sachs, Mariana Mazzucato y Thomas Piketty, que, entre otros, critican el funcionamiento del sistema capitalista "porque habría acentuado la desigualdad de la distribución de ingresos en los últimos treinta años". Todos estos estudios y declaraciones lamentando la pobreza y el descarte de los trabajadores; comparten la opinión de aumentar el rol y los gastos del Estado para orientar la economía financiándolo con transferencias de recursos vía nuevos Volume XXII Issue VI Version I 16 ( ) impuestos sobre el sector privado" (Frydman, Felipe, 2022). Este grupo de economistas encontró en América Latina el campo fértil para promover sus ideas. No es casual que los líderes políticos de izquierda no cesan de repetir que América Latina tiene la peor distribución del ingreso y niveles insostenibles de pobreza en sus diferentes facetas. La pandemia del COVID contribuyó a robustecer estas posiciones al afectar en forma desigual a los países que no tenían recursos para sostener la economía y afrontar la crisis del sistema de salud. La CEPAL aportó sustento estadístico, reiterando con vehemencia la gravedad de la pobreza y la distribución del ingreso a pesar de los indudables progresos de los últimos treinta años. Desde luego que la aplicación de estas teorías experimentales en los países donde gobierna la izquierda en la región ha generado y genera riesgos en los resultados de las políticas económicas principalmente. Una de las estrategias que más ha calado en la práctica de los gobiernos de la izquierda latinoamericana, hasta convertirse en la esencia de sus Políticas macroeconómicas, es lo que Popop,Vladimir y Kwame Sundaram, Jomo (2022) describen como "Política macroeconómica populista". La fundamentación de las prácticas macroeconómicas populistas de la mayoría de los gobernantes de izquierda en América Latina descansa en la noción de Mancur Olson de "coaliciones distributivas", es decir, "alianzas políticas que cooperan para asegurar demandas compartidas, complementarias y no conflictivas, suponía que tales regímenes populistas normalmente tenían que recaudar suficientes ingresos fiscales para la redistribución en respuesta a demandas y presiones de grupos de interés" (Douglas, H. C., 1984). Por lo tanto, los mecanismos fiscales se volvieron centrales para dicha redistribución al determinar no solo las fuentes de ingresos estatales, especialmente los impuestos, sino también los beneficiarios y las consecuencias del gasto público. De acuerdo a Popop y Kwame Sundaram, cuando caen los ingresos por la venta de recursos naturales, constreñidos por la falta de voluntad y la incapacidad de recaudar suficientes ingresos fiscales y el deseo de redistribuir a favor de grupos de interés particulares para permanecer en el poder, los gobiernos tienen cuatro opciones para financiar indirectamente los subsidios: La primera es mantener el control sobre precios particulares, es decir, controles de precios selectivos. Pero los controles sobre los precios de los bienes que no son recursos todavía requieren subsidios presupuestarios a las empresas que producen los bienes y servicios. Por el contrario, los controles de precios del combustible, la energía y otros recursos básicos pueden redistribuir las rentas de los recursos a los consumidores. Un segundo modo de subsidio, cuando no hay fondos disponibles, es el financiamiento presupuestario inflacionario del gobierno. Se dice que el gobierno causa inflación gastando más allá de sus medios (de ingresos), o sea, el déficit de ingresos fiscales supuestamente causa inflación, es decir, aparentemente «imponiendo un impuesto inflacionario» a todos. Una tercera opción es el financiamiento de deuda, utilizando préstamos locales o externos. El financiamiento de deuda compra algo de tiempo para mantener los subsidios, pero el servicio de la deuda impone una carga adicional al presupuesto del gobierno para cancelar la deuda con pagos tanto para capital como intereses. Una cuarta opción ha sido mantener un tipo de cambio sobrevaluado, favoreciendo efectivamente a los consumidores frente a los productores, a los importadores frente a los exportadores y al consumo a costa del ahorro. El aumento del consumo, asociado con el aumento de las importaciones financiadas por préstamos externos o reservas de divisas, solo puede «patear la pelota» temporalmente, antes de que los problemas de la balanza de pagos vuelvan a aparecer. Durante mucho tiempo ha existido casi un consenso en que la sobrevaluación persistente del tipo de cambio es perjudicial para el crecimiento económico y la transformación en los países en desarrollo. Obviamente, la sobrevaluación del tipo de cambio se ve favorecida por los gobiernos que recaudan impuestos en moneda nacional y tienen que pagar la deuda externa en moneda extranjera y los grupos de presión de importación, es decir, los que ganan en casa y gastan en el exterior. Las investigaciones sobre América Latina y países de otras regiones sugieren que, las «democracias en transición» son menos efectivas que los regímenes autoritarios o los regímenes democráticos bien establecidos para resistir el populismo macroeconómico. La combinación de estados débiles y poderosos grupos de interés en competencia en la mayoría de los países de América Latina, hizo que los gobiernos "patearan la pelota", acumulando déficits y deudas, "imprimiendo dinero" (financiamiento inflacionario), manteniendo los precios locales de combustibles y energía por debajo de los niveles mundiales y preservando un tipo de cambio sobrevaluado. El gasto deficitario es solo una posible política macroeconómica «populista». Reducir la pobreza ha sido la eterna meta de los gobiernos en América Latina, sobre todo de los gobiernos populistas de izquierda, pero para combatirla siguen apelando a la misma medida que se ha empleado desde el siglo XX: otorgar subsidios a los sectores más desfavorecidos. Luego de décadas de ello, es claro que la pobreza no ha desaparecido, y los gobiernos no terminan de pensar que la solución pasa por otro camino. Los subsidios son las armas estatales predilectas de la política macroeconómica de los gobiernos populistas y no populistas de América Latina, supuestamente para resolver problemas sociales coyunturales y luchar contra la pobreza. Un subsidio apunta salvo en muy pequeñas excepciones, a la consolidación del respaldo popular a través de las dádivas estatales. Las tragedias latinoamericanas y la imposición de sistemas férreos de izquierda siempre han iniciado a través de una supuesta "lucha legítima", que pide "reivindicaciones", la mayoría de las veces estas atienden a razones básicas y elementales: pedir subsidios, o pedir que no quiten subsidios. Un subsidio se puede presentar de dos maneras: 1) en economías mixtas es el Estado sacando rentas de privados que producen, para cubrir deudas de privados que no producen, y 2) en economías totalmente estatizadas, es el Estado explotando a un reducido número de población, para satisfacer las necesidades de un grupo más cuantioso. En Cuba, por ejemplo, trabajan solo 4 millones de cubanos, los cuales "mantienen" a los 7 millones restantes; y en Venezuela, los subsidios son financiados por el dinero egresado del petróleo en PDVSA (Rincón, Emmanuel, 2022). Los subsidios en América Latina, que se traducen en dinero otorgado directamente a las personas, tienen el objetivo central de atacar la pobreza de ingresos, es decir la llamada "pobreza coyuntural". Esto significa paliar la inmediata falta de dinero que pueden sufrir muchas familias, pero no significa escarbar más allá de ese rasgo superficial. El subsidio es una ayuda extraordinaria por parte de los gobiernos para estimular la demanda de un bien o proteger a un colectivo. Por tanto, los subsidios son ayuda que se otorga a determinados ciudadanos, principalmente, con el fin de brindar acceso a los bienes y servicios básicos. La experiencia latinoamericana muestra que, siempre se pudo dar dinero a una familia que está en una situación vulnerable, y esto tal vez le permitirá resolver en el corto plazo sus necesidades básicas, sin solucionarse el problema de fondo. Sin embargo, el efecto siempre fue todo lo contrario, en la mayoría de los casos se ha terminado creando dependencia cuando estos subsidios se hacen permanentes. Aquí se halla la raíz del problema. Los gobiernos disparan su gasto público en subsidios, pero los subsidios siempre se quedan en el nivel superficial de la pobreza. No se resuelven con ello las condiciones que originan esa situación; es decir, no se combate la pobreza estructural, que es la que impide que los ciudadanos progresen realmente (Ayala, Anderson 2021). # La precaria situación de acceso a una educación de calidad, a un sistema de salud que dé garantías, a servicios públicos que funcionen adecuadamente, a sistemas de transporte urbano que faciliten la movilidad, a condiciones de seguridad sanitaria y la falta de acceso al crédito son problemas que no se solucionan, para el pesar de los gobiernos, con el otorgamiento directo de una renta básica mensual. Por tanto, el subsidio en América Latina, más que una herramienta para solapar alguna crisis o medida económica concreta, ha sido utilizada por los gobiernos de "izquierda" sobre todo, precisamente como un arma política, un chantaje: me votas y te subsidio, te subsidio y me votas, esto ha creado en el continente un sistema de dependencias estatales que ha trastocado por completo la misión de los funcionarios públicos ante la ciudadanía, y la de la ciudadanía ante los funcionarios públicos; donde el funcionario se convierte en una especie de mesías que viene a solucionar los problemas con dinero ajeno, y donde el ciudadano debe arrodillarse a los caprichos y designios de ese mesías, para poder recibir la atención que requiere. Es importante destacar que la palabra subsidio, en la percepción ciudadana de América Latina, tiene una connotación bastante positiva, en términos de uso, y bastante negativa cuando se refiere a la eliminación del mismo. Un gobernante bien podría, por ejemplo, aumentar un impuesto, y la medida no será recibida con el mismo rechazo a eliminar un subsidio, aun cuando el propósito de ambas medidas es el mismo: conseguir financiamiento o ahorro para el Estado. Emmanuel Rincón (2022) de manera acertada sostiene que, "en América Latina una gran mayoría tiene un corazoncito amante de la gratuidad, lo subsidiado y regalado por el Estado; se ha afianzado mucho en nuestras culturas el concepto de Estado como un padre de familia, y no como el organismo encargado de velar por el correcto desenvolvimiento de las relaciones sociales, jurídicas y económicas; el presidente entonces es visto más como una figura paternal, a la que se le reprocha todo fracaso y se le agradece cada triunfo, que como un funcionario público cuyas funciones están enmarcadas dentro de una Constitución". Consiguientemente, resolver las condiciones estructurales que generan la pobreza es, de hecho, algo que no se puede atacar con subsidios como pretenden los gobiernos. Los subsidios no logran reducir la pobreza en América Latina porque estos se quedan en el nivel superficial de la pobreza, sin resolver las condiciones que causan esa situación. Si se quiere erradicar de una vez por todas la pobreza, es necesario entonces pensar en generar riqueza, pero para ello se deben podar los problemas estructurales que impiden que las personas progresen. Y ello también pasa por reducir el peso intervencionista del Estado y darle rienda suelta a la libre iniciativa emprendedora de las personas. Lo más idóneo, que de hecho es la fórmula del éxito en muchos países, es permitir que sean los particulares (el mercado) quienes presten servicios encaminados a resolver esos problemas, y otorgarles facilidades de inversión y de exención de impuestos, para que puedan abaratar sus costos finales. Ello significaría, además, la generación de nuevos empleos que podrían incorporar a cientos de familias. A fin de cuentas, un individuo jamás será sacado de la pobreza por que se le regale un subsidio, se le disminuya la tarifa eléctrica o del transporte; la única forma de sacar a la gente de la pobreza es multiplicando las riquezas, no repartiendo miserias. En un contexto globalizado, la adopción de este recetario progresista (que solo se ve en América Latina), las prácticas macroeconómicas populistas basada en las "coaliciones distributivas" y el uso como arma política de los subsidios, entre otros factores, hace que la región continue rezagada. IV. Dilema de Modernidad Para America Latina: Entre el Capitalismo de Estado y el "Capitalismo Intangible" Es indudable que la razón por la que se mantienen los gobiernos "populistas" de izquierda en América Latina, en los últimos años, es su retórica anticapitalista. Hoy en día se culpa al capitalismo de muchas cosas: la pobreza, la desigualdad, el desempleo y hasta el calentamiento global. Como lo expresó el Papa Francisco en un discurso que pronunció hace algún tiempo en Bolivia: "Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan los pueblos. Y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana madre Tierra como decía San Francisco" (Hausmann, Ricardo, 2018). Sin embargo, desde el pasado siglo en América Latina, tantos gobiernos liberales o los de la izquierda populista tuvieron especial preferencia por sustentar sus economías en el Capitalismo de Estado. El capitalismo de estado es un sistema económico en el que el estado lleva a cabo una actividad económica comercial (es decir, con fines de lucro) y donde los medios de producción se organizan y administran como empresas comerciales estatales (incluidos los procesos de acumulación de capital, trabajo asalariado y gestión centralizada) , o en el caso de que exista un dominio de las agencias gubernamentales corporativas (agencias organizadas según las prácticas de gestión empresarial) o de las sociedades anónimas en las que el estado tiene acciones de control (Gutiérrez, Iván, 2020). Tras la caída del bloque comunista, el capitalismo neoliberal emergió con toda su fuerza al tiempo que sucedía una de las mayores anomalías históricas de la humanidad: la del mundo unipolar. Esto es, la existencia de una sola propuesta políticoeconómica, encabezada por una única potencia hegemónica. Si bien el capitalismo demostró ser más exitoso que sus competidores para crear un consenso mundial y que los individuos reproduzcan y refuercen los valores en los cuales se sustentan como sistema social, no escapó al cisma. De momento se dividió en dos vertientes, que Milanovic, Branko (2020) estudia en "Capitalismo, nada más. El futuro del sistema que domina el mundo". Por un lado, está el capitalismo liberal meritocrático (EEUU y Europa) y, por otro lado, la vertiente denominada capitalismo autoritario/político (China y Rusia). Hoy día, ambas versiones del capitalismo se disputan el mundo. Milanovic parte del principio de que, hoy día, el comunismo (sistema al que porfiadamente aspira la "izquierda latinoamericana") como forma de gobierno formal dejó de existir. Establece que el capitalismo de Estado (político) plantea una reconfiguración del orden mundial, al señalar que este sistema es el nuevo rival emergente que devuelve al mundo de la unipolaridad (EEUU como único modelo) a un sistema bipolar (EEUU vs China). Partiendo de que ambas variantes del capitalismo coinciden en el modo de producción, Milanovic se centra, en una primera instancia, en la distribución del ingreso, la conformación de las élites y la desigualdad tanto del capital como del salario. En un segundo término, el análisis apunta a la descripción de la tipología de ambas formas de capitalismo y el rol que juega cada una dentro del orden mundial. En este último aspecto, Milanovic, define el capitalismo meritocrático liberal (que se expandió en Occidente, no siempre de manera pacífica) como aquel que por principio se basa en la democracia, el mérito y la igualdad de oportunidades, para lograr la movilidad social. La segunda vertiente, el capitalismo autoritario o estatal, es el que está detrás del auge asiático, principalmente del caso chino. Los resultados de este modelo lo están volviendo atractivo para Occidente, minando el reclamo de que el capitalismo tiene que ser democrático. Dicha idea ha llevado al crecimiento de movimientos populistas (de derecha) y plutocráticos que resultan, atractivos para las élites políticas al dotarlas de gran autonomía, mientras que a la gente común les ofrece la tierra prometida de un gran crecimiento económico. A partir de las categorías planteadas, se podría concluir que el llamado socialismo del Siglo XXI ampliamente difundido y experimentado en América Latina, no fue otra cosa que un intento de capitalismo de Estado con discurso de izquierda. La ampliación del estado y su monopolio político fue lo que constituyó la base del modelo de bienestar de los gobiernos progresistas de la región en los 15 primeros años de este siglo, y también lo que determinó su fracaso. Entonces, se puede concluir que, en América Latina, no es el capitalismo el que no funciona sino el Estado como institución. Steven Levitsky, profesor de la Universidad de Harvard especializado en las democracias y los sistemas políticos latinoamericanos, afirma que una de las principales causas del descontento ciudadano en la región frente a sus gobernantes es que el Estado no funciona (ver en: "Cuando el estado no funciona". Ortiz Antelo, Oscar, 2021). Para el descontento ciudadano de los últimos tiempos en Latinoamérica, la primera causa es la debilidad del Estado: "un Estado que no funciona bien, que aun con gobiernos bien intencionados no puede proteger y dar seguridad a los ciudadanos, no puede mantener las escuelas y hospitales públicos, no puede combatir la corrupción". Durante mucho tiempo la política latinoamericana ha girado alrededor de un estatismo populista omnipresente o de un estado ausente. El tradicional estatismo latinoamericano se ha concentrado en crear empresas públicas y controlar al sector privado con regulaciones que asfixian la iniciativa privada y la inviabilizan para crecer y desarrollarse competitivamente, lo que le imposibilita crear oportunidades de trabajo sostenibles para la población. Un estado que no brinda seguridad y justicia no puede ser considerado un estado fuerte, puesto que no cumple ni siquiera la función básica para la cual se fueron desarrollando las estructuras estatales a la largo de la historia, cual es proteger a los miembros de una sociedad. Un estado que obliga a la gente a refugiarse en la informalidad porque se vuelve imposible emprender desde la legalidad, no es un Estado fuerte sino un estado fracasado. A diferencia del "Capitalismo de Estado" vigente en América Latina, el capitalismo en el mundo está sufriendo una transformación dramática. Desde el siglo XIX hasta hace unos 25 años, las empresas en el mundo invirtieron en gran medida en infraestructura física y maquinaria, desde ferrocarriles hasta vehículos. Pero en el último cuarto de siglo, la inversión en los llamados activos intangibles, como propiedad intelectual, investigación, software y habilidades de gestión y organización, se ha disparado. Esta tendencia apunta fuertemente al surgimiento de un nuevo modelo de capitalismo, el "Capitalismo Intangible", en el que el éxito de las empresas se medirá más por su gente y sus capacidades que por sus máquinas, productos o servicios. Las economías en las que está aumentando la inversión intangible también están registrando un crecimiento en la productividad total de los factores. En un mundo desmaterializado, digitalizado e impulsado por el conocimiento, los rendimientos corporativos, la productividad y el crecimiento económico estarán cada vez más vinculados a dichos activos. Pero desbloquear su verdadero valor requiere no solo invertir en ellos, sino también desarrollar las habilidades y los conocimientos de gestión, o capital humano , necesarios para hacer un uso eficaz de ellos. Las empresas globales son fuentes importantes de innovación y crecimiento de alta productividad, y tienen incentivos formidables para seguir invirtiendo en intangibles. Eso está presionando a que los gobiernos realicen esfuerzos enormes en materia educativa para difundir las habilidades que abrirán oportunidades para más personas y empresas en la economía digital. El desafío es enorme para que los gobiernos de la región latinoamericana pueden desempeñar un papel clave en la readaptación profesional y en garantizar que se cuente con la infraestructura de conocimientos adecuada. Eso significa centrarse en la educación, Internet y otras tecnologías de la comunicación, la planificación urbana y el gasto público en ciencia. Es evidente que el "capitalismo de Estado" en América Latina ya no funciona como modelo de bienestar, el dilema parece estar en como ingresar a la tendencia global de transformarse al "capitalismo intangible". V. ¿En Que es Diferente el Nuevo Ciclo Progresista de la Izquierda Latinoamericana? Aunque individualmente cada país es un mundo, todo parece mostrar que la política y la economía en América Latina se suceden por ciclos: en las últimas tres décadas pasó de la hegemonía neoliberal al giro a la izquierda y de ahí a un periodo breve de dominio de la derecha, al que le sigue un evidente y distinguible regreso de la izquierda. La explicación de esta regularidad es geopolítica. Si el escenario de ascenso de la izquierda de los 60 y 70 era la Guerra Fría, el marco del giro a la izquierda del año 2000 fue el mundo unipolar de hegemonía estadounidense creado tras la caída del Muro de Berlín. El contexto actual de la vuelta de los progresistas al gobierno, especialmente en América Latina, es la competencia bipolar entre EEUU y China. Es esta nueva bipolaridad global la que crea las condiciones para el nuevo ascenso de la izquierda. Más que un péndulo, que es la figura clásica de la Guerra Fría, se trataría de construir agendas paralelas con los dos gigantes: la clásica «agenda occidental» con EEUU (cooperación en materia de lucha contra el narcotráfico y el terrorismo) y una agenda de inversiones, infraestructura y comercio con China, hoy el primer o segundo socio económico de casi todos los países latinoamericanos. Luego de un periodo breve y turbulento que devino al agotamiento del primer ciclo de la izquierda, devino una serie de experimentos de derecha (fuerza liberales y conservadoras) que sucedieron en el poder a los gobiernos de izquierda, los mismos no lograron consolidar un ciclo político de largo aliento como el neoliberalismo de los años 90. Los gobiernos de derecha no llegaron con un programa económico claro, más allá de las vagas promesas de terminar con el populismo, sufrieron una cierta «impotencia reformista» que les impidió crear una base social lo suficientemente amplia como para permanecer en el poder. Este paso infructuoso de la derecha latinoamericana también fue un factor determinante para el regreso de la izquierda al poder. La reciente emergencia de los nuevos gobiernos de izquierda en la región, muestra enormes diferencias entre aquella "izquierda" que cubría América Latina en la primera década de este siglo. Entre 2000 y 2014, el boom internacional de las materias primas dio a los presidentes de la región recursos casi ilimitados para invertir en programas sociales y proyectos estatistas de todo tipo. Eso a su vez consolidó un amplio respaldo político-electoral con mayorías legislativas para los gobiernos, que lograban reformas y reelecciones por doquier. Con este impulso, países como Ecuador, Bolivia y Venezuela llegaron a modificar sus constituciones para así ejercer distintos mandatos consecutivos (Lissardy, Gerardo, 2022). Luego del agotamiento del modelo de "extractivista de izquierda" y las expectativas frustradas de los gobiernos liberales que los sucedieron, la región experimenta cambios politicis motivados por la rabia con los políticos y la desigualdad y estancamiento económico que sufren la mayoría de los países. Como afirma Marta Lagos (directora de la encuesta de opinión regional Latinbarómetro), "el grado de descontento en América Latina nunca había sido más alto que ahora, y la ideología cada día es menos relevante en las elecciones". Sin embargo, la mayor diferencia entre el ciclo izquierdista de antaño y la de ahora, es el escenario económico en que surgen. Con una guerra en Europa provocada por la invasión de Rusia a Ucrania que creó una compleja situación financiera a nivel mundial, con una inflación generalizada en alza y un encarecimiento tanto del crédito como de los insumos; las economías de la región tienen más dificultades para aprovechar el alza en los precios de materias primas. En estas condiciones, los gobiernos con recursos limitados gastan mucho menos de lo que sus ciudadanos quieren, con las finanzas todavía bajo el efecto de una prolongada crisis del COVID y el malestar social creciente. Queda claro que: Implementar políticas de "izquierda" con bastante dinero es una cosa; los gobiernos del nuevo ciclo progresista emergente ya no tendrán esos recursos. Todo parece mostrar que los gobiernos de izquierda de este nuevo ciclo se caracterizarán por "una mayor moderación, una voluntad de cambio atenuada, en primer lugar, por precios de las materias primas más volátiles y fiscos maltrechos, lo que obliga a gestionar en un marco de restricciones económicas impensables en la etapa anterior. Es una izquierda de la escasez más que de la abundancia" (Natanson, José, 2022). Es evidente que, de manera semejante a la etapa anterior, la familia de la izquierda está lejos de ser homogénea. Antes, los presidentes de izquierda se distinguían entre sí por ser más radicales, como el venezolano Hugo Chávez, o moderados, como Lula o Michelle Bachelet. Los gobernantes de la nueva ola son mucho más heterogéneos. Marta Lagos, directora de Latinobarómetro, los divide en cuatro tipos diferentes de izquierda: nueva (donde ubica a los presidentes electos en Chile y Colombia), populista (México), tradicional (Argentina, Bolivia, Honduras) o dictatorial (a su juicio Venezuela, Nicaragua y Cuba, donde llevan años en el poder) (Lissardy, Gerardo, 2022). Este ciclo también se caracteriza porque algunos líderes de izquierda parecen más dispuestos que en el pasado a desmarcarse de otros en la región. La diferencia la marcan las agendas de los nuevos gobernantes de la "izquierda emergente" como Boric y Petro, estas parecen alejarse de los dogmas socialistas de sus predecesores. Alzan con más fuerza banderas como el cuidado del medio ambiente o la igualdad de género y raza. En Chile se proponen cerrar una fundición cuprífera estatal para detener "recurrentes casos de intoxicación", lo que marca un cambio importante de política ambiental en el país. Petro ha prometido algo aún más ambicioso: acelerar la transición energética desde la industria extractiva a una economía "descarbonizada", pese a que el petróleo es una fuente clave de ingresos del Estado colombiano. Sin duda que estos nuevos elementos de política contrastan con la agenda de los líderes del primer ciclo de la izquierda latinoamericana. Desde Chávez hasta Lula, hicieron de la explotación petrolera una prioridad, esta tendencia aún persisten en algunos países como el de los gobiernos izquierdistas de México y Bolivia, quienes continúan apostando a las industrias extractivas como principales motores de sus economías. Sin embargo, a pesar de las diferencias, Lissardy, Gerardo (2022) afirma que, entre el primer ciclo de la izquierda y este último, hay un aspecto en común, y es "su mayor énfasis en la acción del Estado para disminuir la desigualdad económica". A pesar de la retórica "socialista" de algunos regímenes de la izquierda del primer ciclo y de los nuevos liderazgos emergentes, Heinz Dieterich, el sociólogo alemán que acuñó el concepto de "socialismo del siglo XXI", ya en su momento descartó que esa expresión pueda aplicarse hoy a lo que ocurre en países de la región como Chile, Argentina o Bolivia. "Ninguno de estos gobiernos quiere el socialismo del siglo XX, que es el socialismo de Cuba, pero tampoco quieren un socialismo del siglo XXI porque eso significa superar la economía de mercado y tener un Estado fuerte que puede controlar a las corporaciones" (Dieterich, Heinz, 2011). Finalmente, al igual que sus predecesores del primer ciclo de gobernantes de izquierda, los nuevos lideres de la izquierda llegan con la promesa de desalojar del poder a las élites que siempre han gobernado a sus países. Además de enfrentar agresivamente a sus opositores, todos ellos prometen radicales cambios institucionales, reformas económicas, disminuir fuertemente la pobreza y la desigualdad. ¿Tendrán éxito? Naím, Moisés (2022) afirma que No. Desde hace varias décadas, ninguno de la larga lista de predecesores que intentó hacer permanentes e indispensables cambios en su país lo lograron. # VI. conclusiones La pauta dominante en la región latinoamericana ha sido la debilidad intrínseca de casi todos los gobiernos, independientemente de sus orientaciones políticas. Cuando el Estado y los gobiernos muestran incapacidad de responder creativamente a las debacles que devienen a los auges del modelo exportador de materias primas, ante las crisis, siempre los países han estado expuestos al enorme riesgo de que los electores, ante la falta de alternativas, elijan a líderes que no están calificados para gobernar, populistas que en muchos casos son hostiles a la democracia. Cada vez que esto ocurre en los países de América Latina, surge la gran incógnita de que si esta es una etapa de transición hacia un nuevo tipo de orden cuyos rasgos permanecen ocultos o si, por el contrario, la inestabilidad llegó para quedarse por mucho tiempo. Ambas alternativas siempre han sido factibles (Mizrahi, Darío, 2021). Burchardt, Hans-Jürgen (2017) intenta explicar la lógica de cómo devienen estos ciclos de incertidumbre e inestabilidad que caracterizan estas transiciones: Por un lado, en la región, se da la bienvenida a los nuevos gobiernos conservadores, ya que por fin terminarán con el tutelaje, el clientelismo y la corrupción y volverán a dotar de eficiencia a la economía. Claramente de que no es una nueva política la que está accediendo al poder, sino que solo se está operando un cambio de elites políticas. Así, no asombra casi a nadie que los nuevos gobiernos conservadores apliquen la misma solución a la crisis que los gobiernos progresistas que aún están en el poder: una drástica profundización de la explotación de los recursos naturales. Por otro lado, se argumenta que, con las medidas «correctas del progresismo», se podía seguir posibilitando un proyecto de justicia social. En realidad, el debate sobre si las políticas reformistas o las radicales son más aptas para resolver la cuestión social acompaña a los gobiernos progresistas desde sus inicios. No toma en cuenta que, desde una mirada actual, la supresión de las desigualdades sociales ha fracasado, independientemente de los diferentes estilos políticos. Los resultados sociales y de desarrollo de la economía del siglo XX y dos décadas del actual de la experiencia predominante "del ciclo de la izquierda" en América Latina, han dado suficiente evidencia del fracaso de su modelo tanto económico como político; salvo excepciones: la izquierda latinoamericana "no ha sido democrática sino autoritaria". En un análisis del accionar político y económico de los gobiernos de izquierda en la región, Fonseca, Diego (2021) concluye qué, "la izquierda latinoamericana probó que gusta de los gobiernos fuertes, descree de los acuerdos y no tiene imaginación cuando se queda sin dinero. Los indicadores de desarrollo económico y social de todo ese periodo demostraron ampliamente que la mayoría de la izquierda latinoamericana jamás se preparó para gobernar, apenas para llegar al poder. No ha generado propuestas de crecimiento, solo de redistribución de la pobreza. El resultado: países más pobres y con culturas políticas menos democráticas". Fonseca afirma qué, "durante todos estos años, el discurso y la propaganda construyó el mito de que la izquierda representaba la cúspide de los valores humanistas e intelectuales: solidaridad, inclusión, equidad, creatividad e inteligencia, honestidad, defensa de la democracia, diálogo y vocación por el cambio, entre otros. Pero en su mayoría, la izquierda latinoamericana ha estado lejos de esas ideas. Vive en conflicto con la novedad y le gustan los juegos de suma cero, así que mientras incluye a unos, excluye a los demás". Desde el punto de vista de su inclusión a la modernidad, "la izquierda latinoamericana continúa militando en el atraso moral de los años cuarenta, cosmovisión de la Guerra Fría de los cincuenta y manual económico de los sesenta. Jamás ajustó su prisma político más allá de los setenta, está tan perdida como los años ochenta y es depresiva y oscura como los noventa. Entró a un siglo de transformaciones veloces asustada, se refugió en el dogma. Como no quiere reconocer que se debe diseñar el futuro reformando el capitalismo, decidió que mejor toma el poder y vive de las rentas del estado". Por todo lo indicado, Fonseca concluye qué, "la izquierda latinoamericana es intelectualmente mediocre y políticamente infantil". Jamás procesó la victoria del neoliberalismo (no como modelo económico sino como Volume XXII Issue VI Version I 22 ( ) construcción cultural que afecta las decisiones de las personas) y desde allí falla en todo, del diagnóstico a la planificación y ejecución. Por ello, en una abrumadora mayoría de los casos "la izquierda latinoamericana piensa y actúa mal. No acuerda, impone. No dialoga, arenga. No da la mano, sube el dedito. Cuando debe negociar, fractura. En vez de proponer, solo se opone". Posiblemente en esta descripción radica la causa del fracaso de las políticas económicas y sociales del modelo de bienestar impulsado por los gobiernos de izquierda en Latinoamérica en los primeros 15 años de este siglo. Burchardt, Hans-Jürgen (2017), al analizar las causas de los fracasos y oportunidades perdidas en América Latina (sobre todo del ciclo predominante de la izquierda), manifiesta que en vez de lamentarse por las oportunidades desaprovechadas o de revitalizar las ideas fracasadas ignorando la historia, deben mencionarse de forma realista los errores más importantes de los últimos años y se los debe considerar como tarea para los próximos 20 años. Así, materia económica, Burchardt es contundente en afirmar que los gobiernos progresistas han omitido casi por completo llevar adelante durante el boom de las materias primas una activa política internacional de regulación de estos mercados que sea favorable para ellos mismos. Nunca se atacó políticamente ese talón de Aquiles que es la dependencia de las materias primas. Sostiene que es necesario amortiguar la "desigualdad social" no solo combatiendo la pobreza sino reduciéndola de manera sostenida. El problema y sus soluciones son ya conocidos, pero hasta ahora ha faltado frecuentemente el coraje político para emprender reformas estructurales. Es indudable que faltaron reformas tributarias redistributivas que deberían aliviar a quienes menos ganan y gravar los ingresos y patrimonios más elevados. Esto incluye reformas sociales que apunten a sistemas sociales universales que garanticen, en lugar de un asistencialismo temporal, derechos sociales que puedan ser demandados y, en lugar de unas pocas prestaciones para pocos, una amplia cobertura de servicios para todos. Destaca que durante el último boom de América Latina no se logró un aumento sensible de la productividad laboral o de la participación de la masa salarial en el PIB, ello está vinculado a la expansión casi ilimitada de la informalidad en la mayoría de los países, sobre todo exportadores de materias primas. Finalmente, el principal desafío es, entonces, encarar las reformas estructurales hasta ahora retrasadas y reducir lentamente la desigualdad social; este es el requisito para cualquier estrategia de diversificación que pretenda disminuir la dependencia de las materias primas. Es evidente que, la nueva izquierda se dispone a enfrentar este nuevo ciclo con muchos retos y problemas estructurales no resueltos y acentuados por los gobiernos predecesores de la primera ola de izquierda. Sin duda, los desafíos son enormes. Antonio Caño formula tres desafíos para la nueva izquierda que irrumpe en este nuevo ciclo en América Latina (Caño, Antonio, 2022). El primer reto de la nueva izquierda en el poder es, asegurar que su gestión se desarrollará en un clima de libertad y de absoluto respeto a la actividad de la oposición y que, una vez concluido su ciclo en el gobierno, dará paso a nuevos gobernantes que resulten elegidos tras un proceso plenamente democrático. El segundo desafío tiene que ver con la necesidad urgente en América Latina de un mayor desarrollo económico. Sin eso, es imposible abordar el combate de la desigualdad que la izquierda promete y que, sin duda, es una tarea pendiente en la región. Si muchos de los candidatos de izquierda han ganado en los últimos años es, precisamente, porque la población está frustrada por el continuo deterioro de sus condiciones de vida, agravadas recientemente por la pandemia de COVID. La izquierda se confundiría si cree que la votan por sus postulados ideológicos; la votan porque los partidos en el poder de los últimos 30 años (de izquierda y derecha) han fracasado en la labor de mejorar la situación económica. El tercer reto que es necesario observar en la conducta de la nueva izquierda latinoamericana, es el de su política exterior. Es indudable que un florecimiento de gobiernos de izquierdas aliados a China, Rusia o Irán complicaría el panorama político en general y dificultaría las relaciones con los EEUU, Europa y con los organismos internacionales. América Latina necesita realismo, estabilidad y prudencia, no fantasías, ideología y discursos. Requiere también la honestidad, energía y audacia que la derecha no ha sido capaz de aportar. Pero si, en lugar de eso, nos encontramos con las viejas utopías revolucionarias y los conocidos pretextos sobre las amenazas del imperialismo, todos lo lamentaremos, la izquierda más que nadie. Es en este marco difícil que, el éxito de «la nueva izquierda» dependerá, entre otras cosas, de la capacidad de coordinación entre las diferentes opciones políticas, de la habilidad para ofrecer un programa de reforma socioeconómica que contemple las nuevas sensibilidades relacionadas con la diversidad, el cuidado del ambiente, y de la posibilidad de aprovechar la oportunidad geopolítica abierta por la disputa entre China y EEUU (Natanson, José, 2022). Es sabido que, en democracias plenas y funcionales, la alternancia entre izquierda y derecha es lo habitual y saludable. De modo que el cambio de maduración política en los países latinoamericanos. Por ahora, salvo algunas excepciones como Uruguay, no parece ser el caso. Si algo debe cambiarse en América Latina es la absurda y negada visión de que los problemas serán resueltos por una "izquierda o una derecha". Sin una educación de alcance global, y sin equilibrios en la explotación de recursos naturales, y respeto por los derechos humanos con valoración de los sistemas democráticos en todas sus naciones, estaremos condenados al atraso, la pobreza y la emigración, como signo evidente del fracaso político, económico y social (Vivas Santana, Javier, 2022). ![](image-2.png "") Year 2022 © 2022 Global Journals * ¿Por qué los subsidios no acaban con la pobreza en América Latina? Anderson ; ElAyala Cato De De 2021. 2021 * La crisis actual de América Latina causas y soluciones Hans-JürgenBurchardt Revista Nueva Sociedad 0251- 3552 267 2017. 2017 * Nada dura para siempre. 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Editorial: TAURUS; 001 edición * América Latina sin marea rosa ni azul por qué cada país gira hacia otro lado y la alternancia aquí no es fortaleza DaríoMizrahi 2021 INFOBAE, 19 de Junio de 2021 * MoisésNaím ¿América Latina quo vadis?" / LA NACION, 27 de junio de 2022 2022 * La nueva nueva izquierda JoséNatanson Revista Nueva Sociedad 0251-3552 299 2022. 2022 Junio -Julio * Panorama laboral 2015. 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