Introduction -Varias situaciones y experiencias en mi ya larga trayectoria como docente e investigador de la historia, así como la lectura de autores clásicos de la historiografía de todos los tiempos y lugares, me han animado a escribir estas reflexiones que bajo el insidioso título que le di, ojalá motiven a los jóvenes y también a los mayores, cultivadores de esta ciencia social tan nueva y que aún se haya en el tránsito hacia su edificación, a esclarecer algunos conceptos y categorías, a plantear nuevas problemáticas y a deslastrarse de las viejas y falaces, pero muy influyentes ideas en torno a la historia que han hecho carrera desde tiempos de Heródoto o de Polibio hasta llegar a Edward Gibbon o Leopold Von Ranke, y que nos han llegado con fuerza y autoridad inusitada hasta el presente, los albores del siglo XXI. # GJHSS-C Classification : Code: 220210 # Ocho Pecados Capitales Del Historiador Ocho Pecados Capitales Del Historiador Dr. Luis Eduardo Cortés Riera Homenaje a Eric Hobsbawm en sus 90 años. "Estamos inmersos en el pasado, como el pez lo está en el agua, y no podemos escapar de él". Eric Hobsbawm, 1970. I. # INTRODUCTION. arias situaciones y experiencias en mi ya larga trayectoria como docente e investigador de la historia, así como la lectura de autores clásicos de la historiografía de todos los tiempos y lugares, me han animado a escribir estas reflexiones que bajo el insidioso título que le di, ojalá motiven a los jóvenes y también a los mayores, cultivadores de esta ciencia social tan nueva y que aún se haya en el tránsito hacia su edificación, a esclarecer algunos conceptos y categorías, a plantear nuevas problemáticas y a deslastrarse de las viejas y falaces, pero muy influyentes ideas en torno a la historia que han hecho carrera desde tiempos de Heródoto o de Polibio hasta llegar a Edward Gibbon o Leopold Von Ranke, y que nos han llegado con fuerza y autoridad inusitada hasta el presente, los albores del siglo XXI. La palabra pecado que aquí empleo se la debo a Eric Hobsbawm, así como al insigne historiador francés, miembro del Collège de France, Lucien Febvre, quien dice del anacronismo que es el mayor de los pecados, el más imperdonable. Desde tiempos de mis estudios de pregrado (1972)(1973)(1974)(1975)(1976) en la ya bicentenaria Universidad de Los Andes y su Escuela de Historia, me había llamado la atención este pecado, el primero y más dañino que puede cometer el historiador. Pero los ojos de aquélla Escuela estaban en otros lados, la enseñanza de un marxismo vulgar asociado al estructuralismo, así como el repliegue de la : UCLA -UPEL-IPB-Fundación Buría. Carora-Barquisimeto, Venezuela, 2007. E-mail : luiscortesriera@hotmail.com izquierda insurreccional, y poco se atendía a la formación de los estudiantes en el oficio del historiador. Casi no se leía a Marc Bloch, y si ello se hacía, aquél privilegio lo gozábamos, que yo sepa, solamente los estudiantes de la especialidad en Historia Universal. Aquello se debía a que leíamos los brillantes trabajos de este autor sobre la Europa medieval, La sociedad feudal, entre ellos, y por extensión sus trabajos sobre metodología de la historia. El postulador de la concepción de la "historia total", otro francés, el profesor Pierre Vilar me motivó con su obra Iniciación al vocabulario del análisis histórico (l980) magnífico trabajo de precisión y de reflexión sobre lo histórico, donde nos dice: "Siempre he soñado con un "tratado de historia". Pues encuentro irritante ver en las estanterías de nuestra bibliotecas tantos "tratados" de "sociología", de "economía", de "politología", de "antropología", pero ninguno de historia, como si el conocimiento histórico, que es condición de todos los demás, ya que toda sociedad está situada en el tiempo, fuera capaz de constituirse en ciencia". En este sentido he creído necesario alertar sobre los errores y las omisiones más graves y más comunes que se cometen con la historia. De Marc Bloch, creador de la idea del oficio del historiador, me he nutrido permanentemente para enseñar e investigar la historia con las aportaciones de todas las ciencias sociales (y a veces las naturales), el empleo del método comparativo como propuso con Febvre en la Escuela de los Anales y que se presenta magistralmente en Los reyes taumaturgos (1924) y La sociedad feudal (1939)(1940), pero sobre todo Apología de la historia o el oficio del historiador (1942), llamada por Georges Duby la "agenda de un artesano", un libro escrito bajo la ocupación nazi de Francia, por lo que ha sido llamado "El manuscrito interrumpido del Marc Bloch," que trata sobre los motivos por los que se estudia la historia y sobre el oficio del historiador. No es un libro de filosofía de la historia, ni un libro de metodología empírica: ha querido presentarnos los problemas, las dificultades que a un guiarnos con su rica sensibilidad y vivacidad cultural a través de los secretos de su singular "oficio". Es mi libro de cabecera. Esta obra ha tenido un éxito notable en el mundo de habla castellana y se ha reeditado unas 19 veces hasta 1994 desde que el Fondo de Cultura Económica, México, la tradujo y editó por vez primera en 1952 (por Pablo González Casanova y Max Aub) con el inapropiado título de Introducción a la historia. En 1949 llega un alumno de Bloch a aquél país, Francoise Chevalier, y a sus clases asiste un perseguido de la dictadura perejimenista en Venezuela, el profesor Federico Brito Figueroa (+ 2000), quien a su regreso al país en 1960 funda los estudios de posgrado en historia en la Universidad Central de Venezuela y que continua después de su jubilación en la Universidad Santa María, recinto en donde conoce a un joven profesor recién egresado del Instituto Pedagógico Barquisimeto, Reinaldo Rojas quien le convence de venir a Barquisimeto. Acá fundan bajo un pomarroso (Mirtácea de la India) la Fundación Buría, y en 1986 editan por primera vez y en coedición con el Fondo Editorial Lola de Fuenmayor Apología de la historia o el oficio del historiador, la que pasa en consecuencia a constituirse en la primera edición venezolana. Y es acá en donde se inserta desde 1989 quien escribe estas líneas en esta fértil corriente de pensamiento, pues cuando se acercaba el fin del "siglo corto", como sostiene Eric Hobsbawm, inicié los estudios de postgrado en historia bajo la guía y conducción de los doctores Federico Brito Figueroa y Reinaldo Rojas e introducido en las posibilidades de método y del conocimiento científico de la Escuela de los Anales. En esta comunidad discursiva con sede en Barquisimeto, pero con estrechos vínculos con otras ciudades y grupos de investigación del país, como en San Cristóbal, Maracaibo, Valencia, Coro, Acarigua, Carora, Guanare, Barinas, San Felipe, Caracas, universidades de Colombia, Canarias, España, Francia, México, y en torno fundamentalmente a las Líneas de investigación: "Historia social e institucional de la educación en la Región Centro Occidental de Venezuela", y la de "Redes sociales, cultura y mentalidad religiosa", he tenido las más hermosas y edificantes satisfacciones intelectuales y personales de mi existencia. Tiene, pues, el lector entre sus manos las meditaciones de un docente en varios niveles de la educación y de un investigador ya curtido en la ciencia de Clío y que, cual sentencia sacada de las Escrituras sagradas, se atreve a dejar entre sus manos estos Ocho pecados capitales del historiador.¿Que se puede abultar esta ominosa cantidad? Sí, es posible y además necesario, porque recordemos con el hispanista francés, el maestro Pierre Vilar que la historia es una ciencia que está en permanente construcción. Que la historia -agrega el autor de Crecimiento y desarrollo e Historia de España -es el único instrumento que puede abrir las puertas a un conocimiento del mundo de una manera si no "científica" por lo menos "razonada". La historia-ciencia todavía se está construyendo, los pecados serían, pues, la anticiencia o la pseudociencia. Cada campo de la ciencia tiene su propio complemento de pseudociencia, nos dice Carl Sagan, quien agrega que: "Los geofísicos tienen que enfrentarse a Tierras planas, Tierras huecas, profetas del terremoto. Los botánicos tienen plantas con vidas emocionales que se pueden seguir con detectores de mentiras, los antropólogos tienen hombres-mono supervivientes, los zoólogos dinosaurios vivos y los biólogos evolutivos a los literalistas bíblicos pisándoles los talones. Los arqueólogos tienen antiguos astronautas, runas falsificadas y estatuas espurias. Los físicos tienen máquinas de movimiento perpetuo, un ejército de aficionados a refutar la relatividad de Einstein y quizá la fusión fría. Los químicos todavía tienen la alquimia. Los psicólogos tienen mucho de psicoanálisis y casi toda la parapsicología. Los economistas tienen las previsiones económicas a largo plazo. Los meteorólogos tienen previsiones del tiempo de largo alcance, almanaques que se guían por las manchas solares. La astronomía tiene como pseudociencia equivalente principal la astrología, disciplina de la que surgió". ¿Cuál es, entonces, la pseudociencia a la cual debemos enfrentar los historiadores científicos? Yo diría que no es una, sino muchas pseudociencias las que debemos enfrentar y atacar todos los días, en todo momento y en cualquier oportunidad, pues los fenómenos "no cartesianos", esto es, los que no obedecen a las normas de la ciencia o ni siquiera de la lógica, son innumerables y tienen una capacidad de reproducción y de difusión pasmosa por los llamados "media", la TV, el cine, la prensa sensacionalista, panfletos y hasta libros poco serios que abundan como insectos después del temporal. "La historia debe dice Carl Sagan. Examinemos dos de ellos. Uno es el libro del Deuteronomio (una parte de la Torá): lo descubrió el rey Josías (648-609 a.C.) en el Templo de Jerusalén y, milagrosamente, en medio de una importante lucha de reforma, encontró en él la confirmación de todos sus puntos de vista. El otro nos es más conocido y lo menciona Marc Bloch en Apología de la historia o el oficio del historiador: la Donación de Constantino, un documento falso que un polígrafo del renacimiento italiano, Lorenzo de Valla (1407-1457), puso al descubierto. Concluyó que por razones gramaticales, el credo de los apóstoles no podía haber sido escrito realmente por los doce apóstoles, por lo que la Inquisición lo declaró hereje. Inasequible al desaliento, en 1440 publicó un tratado demostrando que la Donación de Constantino era una burda falsificación. El lenguaje del documento equivale al latín cortesano del siglo IV como el cockney de hoy al inglés normativo. Gracias a Lorenzo de Valla, la Iglesia católica romana ya no reclama el derecho a gobernar las naciones de Europa por la Donación de Constantino. Se cree en general que esa obra, cuya procedencia tiene un vacío de cinco siglos, fue falsificada por un clérigo adscrito a la curia de la Iglesia en la época de Carlomagno (742-814 d. C.), cuando el papado (y especialmente el papa Adriano I) defendía la unificación de la Iglesia y el Estado. Nuestro Marc Bloch, nacido en 1886, pertenecía a la última generación del caso Dreyfus; se había formado en una atmósfera marcada profundamente por las vicisitudes de un proceso judicial, el del capitán Alfred Dreyfus, acusado de haber entregado a los alemanes información militar reservada, y tras un juicio, apresado en 1893 y condenado a pasar el resto de su vida en la Isla del Diablo, en el mar Caribe, cercana a Venezuela, unas decisiones que apoyaron la derecha, el ejército y la Iglesia católica. Finalmente exculpado gracias también a la intervención de historiadores y escritores. Se examinaron con cuidado los documentos que "probaban" la traición de este militar de origen judío, y se llegó al convencimiento de que la bordereau ("lista", en francés), una serie de informaciones militares que Dreyfus había pasado a los alemanes no había sido escrita por su mano, sino por un teniente del ejército francés, Marie Charles Esterházis, ello fue establecido por un teniente coronel, jefe de la inteligencia francesa de nombre George Picquart. Más adelante, otro teniente coronel, Hubert Joseph Henry, sucesor de Picquart en la jefatura de inteligencia, confesó que había falsificado los bordereau que implicaban a Dreyfus, fue arrestado y se suicidó en su celda. El caso Dreyfus no quedó allí, pues se extendió por varios años más su enorme impacto en toda Francia y el resto del mundo. El escritor Émile Zola (1840-1902) publicó una valiente y exaltada carta titulada J´ accuse (Yo acuso) en el diario parisino La Aurora en enero de 1898, en donde acusaba a las autoridades civiles y militares de mentir. Ello le costó el ser juzgado, autoexilarse en Inglaterra, pagar una multa y pasar un año en prisión. Este dramático juicio tuvo además una consecuencia muy importante para Francia, esto es, la separación definitiva de la Iglesia y el Estado en 1905 por medio de una legislación profundamente anticlerical propuesta por los sectores liberales. El joven Marc Bloch ha debido quedar muy impresionado por el juicio seguido al capitán Dreyfus, pues cifraba los 19 años cuando se cerró el caso en 1905, y por los ataques a la historia desde diversos frentes que tuvo por escenario los finales del siglo XIX y comienzos del XX, el novelista Paúl Valéry (1871-1945), entre ellos. Estas dos situaciones desarrollaron su espíritu crítrico y una agudeza sin igual para captar y desmontar las mentiras y el error, como veremos más adelante. Sobre su condición de judío, pero religiosa y políticamente lejos de los fundamentalismos hebreos, como el sionismo, Bloch sin embargo comparte con este pueblo un rasgo, "la paradoja que constituye la unicidad real de esta comunidad étnica: no existe otro pueblo en particular que haya estado tan constante e inmediatamente implicado e interesado en el destino de la humanidad en general; ninguna individualidad de pueblo alguno estuvo tan intrínsecamente entretejida con la auténtica universalidad", nos dice Erich Kahler. ¿Por qué razón el pueblo judío ha dado tantos genios a la humanidad? Una de ellas tiene que ver con la diáspora que sufrió esta comunidad que los llevó a conocer y a comparar diversas culturas y al enorme respeto que sienten por el aprendizaje. Bloch, sin embargo, era un escéptico religioso y antes que hebreo se sentía un ciudadano francés. ¡Viva Francia, señores!, fueron sus últimas palabras antes de ser asesinado, (y no fusilado, como vulgarmente se cree) por los nazis en 1944. La pseudociencia sería para la historia y los historiadores todo aquello que se basa en la mentira o en el error. "Las mentiras son frecuentes y provienen del amor al lucro o a la gloria, al odio, a la amistad, al afán de notoriedad, y una falsedad conduce a otra", dice Bloch. El espíritu crítico es la limpieza de la inteligencia, y el primer deber--le recuerda el historiador a los estudiantes-es el de lavarse. "La historia, dice Hobsbawm, es la materia prima de la que se nutren las ideologías nacionalistas, étnicas y fundamentalistas, del mismo modo en que las adormideras son el elemento que sirve de base a la adicción a la heroína. El pasado es un factor esencial -quizás el factor más esencial-de dichas ideologías. Y cuando no hay uno que resulte adecuado, siempre es posible inventarlo" (La invención de la tradición, 2002). Es el momento de destacar los prejuicios y las actitudes preconcebidas. Son los muy famosos ídolos de los cuales nos advirtió hace ya cuatro centurias el pionero del pensamiento científico de la modernidad, el filósofo y estadista inglés Francis Bacon (1561-1626) a los cuales clasificó así: ídolos de la tribu, propiedad común de la especie debido a modos comunes de pensamiento, ídolos de la caverna, propio de los individuos, ídolos de la plaza del mercado que se deben a una dependencia excesiva del lenguaje, e ídolos del teatro, que se derivan de la tradición, de los cuales nos habló este filósofo del siglo XVII en su Novum Organon (1620), obra que echó las bases del método inductivo basado en la experimentación (fuera de la mente), como una alternativa a las abstracciones de la Escolástica medieval y sus silogismos lógicos aristotélicos que no tocaban la realidad: La comprensión humana no es simple luz sino que recibe infusión de la voluntad y de los afectos; de donde proceden ciencias que pueden llamarse "ciencias a discreción". Porque el hombre cree con más disposición lo que preferiría que fuera cierto. En consecuencia rechaza cosas difíciles por impaciencia en la investigación; silencia cosas, porque reducen las esperanzas; lo más profundo de la naturaleza, por superstición; la luz de la experiencia, por arrogancia y orgullo; cosas no creídas comúnmente, por deferencia a la opinión del vulgo. Son pues innumerables los caminos, y a veces imperceptible, en que los afectos colorean e infectan la comprensión. Bacon y el filósofo escocés David Hume han sido el punto de partida de una actualización de la crítica de la inducción, principio fundamental del conocimiento científico formulada por el filósofo de la ciencia, el vienés Karl Popper (1902Popper ( -1994)), quien dice que las repetidas observaciones empíricas no pueden ser consideradas nunca como suficientes para verificar una "verdad de hecho". El enunciado "todos los cuervos son negros", puede ser falsado por la comparecencia ocasional de un cuervo de otro color. Popper ataca al marxismo y al psicoanálisis porque considera que son sistemas de pensamiento "totales" y no falsables, y por consiguiente no son ciencias. No son falsables -argumenta-por que tienden a integrar en ellas mismas todo hecho que pudiese contradecirlas, interpretándolo como una confirmación de sus postulados. Popper nos enseñó que la prueba de la falsificación puede hacer que una teoría sea insostenible, pero no aporta en sí misma otra mejor, nos advierte Hobsbawm. El historiador, como todo científico social, debe saber que no es en modo alguno neutral, pues no somos entidades neutrales valoradoras de la realidad. Si Heidegger (1889-1976) había hablado de la precomprensión que anticipa nuestra comprensión de la cosa, Hans-Georg Gadamer (1900-2002) nos habla de prejuicios que afectan nuestra visión de los hechos históricos. El término posee una acepción negativa, aunque es necesario revalorizarlo, según Gadamer, porque: # * Los prejuicios no son eliminables, y presumir no tener prejuicios significa que somos todavía más víctimas y prisionero de los mismos: en este caso seríamos víctimas del más peligroso de todos, el prejuicio de de neutralidad, el presumir no tener prejuicios. * Los prejuicios son en realidad las condiciones de nuestro encuentro con la realidad, son el pre-juiciar y el pre-ver que orienta nuestro juicio y nuestra mirada. Gadamer nos dice que estamos inmersos en la tradición: ésta es, al contrario de lo que pensaban ilustrados del siglo XVIII, el tejido conectivo que permite dialogar entre nosotros y con el pasado, es, por tanto, imposible e ilusorio despreciarla; la novedad -inclusotambién se produce siempre sobre un trasfondo de continuidad. En consecuencia, sería inoportuno y contraproducente verse privado de la tradición. Todo trabajo de interpretación consiste en un diálogo con la tradición y en un procedimiento de autocrítica y, al mismo tiempo, de descripción en función de los prejuicios. En el llamado Círculo hermenéutico (las partes son comprendidas desde el punto de vista del todo, según Dilthey), prejuicios y tradición, constituyen el marco, las condiciones preliminares del trabajo interpretativo. Hechas estas consideraciones, que son como un introito de lo que vendrá, a continuación tiene el lector un florilegio de pecados capitales del historiador que he presentado de la forma que sigue: Primer pecado: Anacronismo. Segundo pecado: Creerse historiador sin serlo. Tercer pecado: Vacilar entre la ciencia y el relato. Cuarto pecado: Determinismo. Quinto pecado: Provincianismo. Sexto pecado: Teoricismo y empirismo (Documentalismo) Séptimo pecado: Acriticismo. Octavo pecado: Cronologismo. Debemos aclarar que este orden de presentación no significa en todo momento un orden de prioridad o de importancia, salvo en el primer caso, el anacronismo, pecado que colocamos en primer lugar porque así lo consideró Lucien Febvre, historiador francés autor de Combates por la historia (1953), y # Global Journal of Human Social Science Volume XII Issue I Version I 2 88 Ocho Pecados Capitales Del Historiador quien afirma que la historia "es la ciencia central del hombre". En este sentido debe de extremarse los cuidados con el anacronismo en sus diversas, y a veces sutiles manifestaciones. En la tradición católica que hemos heredado de España, existen dos tipos de pecados, los mortales que destruyen la relación del individuo con Dios, y los veniales, (que abrieron el camino a la aparición del purgatorio en el siglo XII, como ha mostrado Jacques Le Goff), que aunque graves no significan la separación del ser humano de Dios. ¿Cuáles serían entonces los pecados mortales y veniales de entre los que aquí presentamos? El lector tiene la potestad de elegir, aunque advertimos que el método crítico es uno de los caminos que conduce a lo verdadero, como se verá en el octavo pecado, el acriticismo. Al final de este trabajo coloqué la bibliografía básica consultada para su realización. Son trabajos de todo tipo de ciencias,(hasta de física cuántica, la literatura o la filosofía) y de todo tipo de autores, de las más diversas tendencias ideológicas, desde Marx a Popper, desde Le Bon a Vidal de la Blanche, o desde Langlois-Seignobos a Bloch y Febvre. Con esta apertura creo haberme curado de otros males que corroen a los historiadores, el dogmatismo y la ortodoxia, palabras que designan posturas más cercanas a la religión que a la ciencia. Es que la pasión ideológica ciega a los más sabios, nos recuerda en su obra Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe (1982) el mexicano Octavio Paz . Quiero expresar que muchas de las ideas aquí expuestas las he oído y comentado de labios de los doctores Federico Brito Figueroa y Reinaldo Rojas en las diversas clases que dictan y dictaron en los posgrados de Enseñanza de la Historia y de Historia que tienen por escenarios el Instituto Pedagógico Barquisimeto "Luis Beltrán Prieto Figueroa" y la Universidad Centroccidental "Lisandro Alvarado" en convenio con la Fundación Buría, y que se han nutrido con las aportaciones, la contrastación de ideas y de enfoques con los colegas y amigos M.E Luis Eduardo Mora Santana (Cartografía geohistórica), Dra. Dulce Marrufo (Inmigración), M.Sc. Arnaldo Guédez (fundación de villas, pueblos y ciudades), Dr. Diógenes Molina (Iconología e imagen), Dr. Manuel Carrero (el problema de la Nación), M.Sc. Carlos Jiménez (Educación y postmodernidad), Esp. Héctor Torres (Historia de la economía), Dra. Yajaira Fréites (Historia de la ciencia y de la técnica), Dr. Pascual Mora (Historia de la educación y de la pedagogía), Dra. Belín Vázquez (Historia regional), M.E. Yolanda Aris (Historia de la educación), M.E. Magali Pérez (Historia de la educación), los médicos M.Sc. Segundo Ceballos y Federico Arteta, (historiadores de las Instituciones médicas), el periodista M.Sc. Larry Camacho (Historia de la sociabilidad y la imagen), veterinario M.Sc. Naudy Trujillo Mascia (Historia de la sanidad animal), M.E. Neffer Alvarez, (Historia de los institutos educativos religiosos), M.Sc. Armando González (Villas, pueblos y ciudades), M.E. Jorge Pérez (Historia de la enseñanza de la historia), M.E. Regina Tavares (Historia de la inmigración), Dr. Kaldone Nweid (Relaciones internacionales), Dra. María Rodríguez (Historia de la cultura), M.E Luis Saavedra (Filosofía de la educación), así como a un centenar de participantes de las dos maestrías que han pasado por nuestras manos, de los cuales no trato de mencionar alguno de ellos para no cometer el error de olvidar el resto. Como podrá inferirse, las opiniones e ideas aquí expuestas no me pertenecen por completo, sino que son patrimonio intelectual de la comunidad discursiva que tiene por asiento la ciudad de Barquisimeto, estado Lara, Venezuela. Primer pecado: Anacronismo. "La crítica escéptica del anacronismo histórico probablemente es hoy la principal manera en que los historiadores pueden demostrar su responsabilidad pública". Eric Hobsbawm,1994. Que no es otra cosa que ver el pasado con ojos del presente. El historiador francés Lucien Fevbre nos dio un magnífico ejemplo para comprender este primer pecado: "Anacronismo es darle un paraguas a un Diógenes y una metralleta a Marte. O, si se prefiere, es introducir a Offenbach (compositor francés de operetas) y su Belle Hélêne en la historia de las ideas religiosas o filosóficas, donde quizá no tuviera nada que hacer?". El paraguas, un invento que como sabemos se produjo muchos siglos después y que tanta significación le da al recoleto siglo XIX. Cosa semejante sucedió a quien escribe estas líneas. Una vez inauguraron en Carora, Venezuela, un hotel con el nombre de "El Conquistador" y alguien realizó en una de sus paredes un mural con varios de estos personajes a la orilla de una playa. Uno de los conquistadores otea el horizonte con un telescopio, instrumento que, como sabemos, se debe al genio de Galileo Galilei, físico y astrónomo del siglo XVII. ¿Que un siglo es una diferencia muy pequeña? Quizás, pero que Galileo lo haya construido en 1609 y los conquistadores españoles usado en, digamos, 1569, es poco menos que un verdadero disparate colocar en uso ese instrumento óptico ¡50 años antes de su invención! # Jacques Offenbach Un historiador caroreño, el doctor Ambrosio Perera sostiene que el repoblador de la ciudad en 1572, Juan de Salamanca era muy católico, como distinguiendo su particular condición de creyente, cuando en realidad todos los hombres y mujeres del siglo XVI eran fervientes católicos, pues otras opciones de pensamiento aún no se vislumbraba en el horizonte histórico. No podía ser de otra manera en "el siglo que quiere creer", según la expresión de Lucien Febvre. Anacronismo es también llamar a los conquistadores del siglo XVI europeos, pues Europa todavía no existía como entidad política; Europa es, según Eric Hobsbawm (1917), una invención posterior, el siglo XVII. Este historiador británico marxista propone dar el nombre de cristianos a los "europeos" del siglo XVI. Sin embargo, Marc Bloch dice que en la Edad Media se empleaba ya (así lo sentía de manera más o menos oscura un cronista español) la palabra europeo para designar a los francos de Carlos Martel, victorioso del Islam en el siglo VIII. El malogrado geólogo, paleontólogo y filósofo de la ciencia Stefan Jay Gould (1941-2002) nos refiere que "los paleontólogos reconstruimos de acuerdo a nuestros prejuicios y a nuestras imágenes estándares". Lo dijo a propósito de la reconstrucción del escultor londinense Waterhouse Hawkins (1807-1889) de Labyrinthodon, un anfibio temprano. "Nosotros sabemos ahora, dice Gould, que este animal era elongado, con cuatro patas aproximadamente iguales. Pero Hawkins, que tuvo poco más que un cráneo para guiarse en su trabajo, reconstruyó el animal según los cánones de los anfibios de nuestro tiempo-como una rana, con poderosos muslos para saltar y un cuerpo acortado. Por esta razón, nos dice este extraordinario divulgador estadounidense de la ciencia, la crónica de las restauraciones cambiantes de las bestias fósiles se convierte también en una representación fascinante de nuestra historia social e intelectual. El juego entre estos dos factores -el empírico externo y el interno socialencierra la dinámica central del cambio en la historia de la ciencia". Hay sin embargo un nuevo tipo de anacronismo que nació casi desde que se escribió la primera novela gótica de ciencia ficcionada (y no ciencia-ficción, un horrible anglicismo), me refiero a Frankestein o el moderno Prometeo (1818) de Mary Shelley. Es un anacronismo de signo inverso, pues no va del presente al pasado, sino que, por el contrario, despega del presente y se proyecta hacia el futuro. Es también el caso de las novelas 1984 de Georges Orwell y Un mundo feliz de Aldous Huxley, autores que trasladaron las preocupaciones científicas y políticas de su tiempo: la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945, el inicio de la Guerra Fría y los totalitarismos fascista, nazi y comunista, al que yo agregaría la enorme manipulación de las opiniones que tuvo como iniciadoras a las democracias liberales y capitalistas de Occidente, el Reino Unido y los Estados Unidos, como ha establecido el lingüista estadounidense Noam Chomsky (1928). Describen una sociedad de terror, vigilada al extremo (el Gran Hermano), de hombres y mujeres robotizados, sin decisiones, la muerte del libre albedrío. Este anacronismo de signo inverso como que goza de buena salud, puesto que dos son los componentes del diagnóstico de nuestro tiempo que hace el filósofo alemán de la Escuela de Frankfurt Jürgen Habermas: la pérdida de sentido y la pérdida de la libertad. Pero volvamos al anacronismo que nos interesa y dejemos estas reflexiones para otra ocasión. Es Lucien Febvre quien nos ilustra mejor este primer pecado de los historiadores cuando afirma que en el siglo XVI no podía haber ateísmo porque tal condición del espíritu humano se la debemos a la Ilustración, al positivismo (y al marxismo), sistemas de pensamiento que son posteriores al siglo XVI. Es que en tal siglo no existían las palabras adecuadas para expresar la incredulidad. Este gran historiador de lo cultural y de la psicología colectiva, lo expresa en su magnífica obra El problema de la incredulidad en el siglo XVI. La religión de Rabelais, (1942): "Comenzaremos planteándonos algunas cuestiones de medios, condiciones y posibilidades. Para llegar a lo esencial formularemos un problema en apariencia simple, pero cuyos datos no ha podido reunir nadie para el siglo XVI: se trata del problema del saber qué clarividencia, qué penetración y qué eficacia (a nuestro juicio, naturalmente) podía tener el pensamiento de unos hombres, de unos franceses que, para especular, no disponían todavía en su lenguaje ninguna de esas palabras tan frecuentes hoy en nuestras plumas desde que comenzamos a filosofar y cuya ausencia no es sólo un inconveniente, sino también una deficiencia o una laguna de su pensamiento." Y a continuación el historiador de la sensibilidad del siglo XVI nos da una lista de las palabras (utillaje mental) que faltaban: Materialismo esperará a Voltaire (1734).El Naturalismo aparece en 1752. El Fatalismo se encuentra La Mettrie (siglo XVIII), el Determinismo llegará muy tarde con Kant. El Optimismo, con Trévoux, en 1762, y el Pesimismo también: pero los pesimistas aparecerán hasta 1835. el Escepticismo(con Diderot). El Fideísmo surgirá en 1838. Y muchos más. Estoicismo (La Bruyère), quietismo, puritanismo,etc. Ninguna de esas palabras estuvo, desde luego, a disposición de los franceses de 1520 a 1550 a la hora de pensar y traducir sus pensamientos al francés. Menciona Febvre otro grupo de palabras (utillaje mental) que no era del siglo XVI: conformista, libertino, Espíritu fuerte, Librepensador, Tolerancia, tolerantismo, intolerancia, Irreligioso, Controversia. Tampoco tenían palabras para designar observatorio, telescopio, lupa, lente, microscopio, barómetro, termómetro, motor, ni órbita, elipse, parábola, revolución, rotación, constelación o nebulosa. Ahora podremos entender la razón por la cual el autor de Lutero. Un destino (1927) escribió con una rotundidad notable: "el mayor de los pecados, el más imperdonable: el anacronismo." Nuestro homenajeado, el historiador Eric Hobsbawm, nos advierte que "El anacronismo y el provincianismo son dos de los pecados mortales de la historia, y ambos se deben en la misma medida a un desconocimiento absoluto de cómo son las cosas en otros lugares, ignorancia que incluso la lectura ilimitada y el poder de la imaginación sólo pueden superar en ocasiones contadas. El pasado sigue siendo otro país. Sus fronteras únicamente pueden cruzarlas los viajeros". Debemos dejar sentado que es muy difícil distanciarse suficientemente de las categorías por la que una sociedad presenta su experiencia y se sitúa con respecto a las demás. Los historiadores, en particular los que estudian la Revolución Francesa de 1789, saben que en cada época se nos propone una visión del pasado, que forma parte de las conductas sociales del presente. Un libro extraordinariamente importante para entender lo que acabo de decir lo constituye Historia y verdad (1974), obra del filósofo polaco Adam Schaff. Muchísimo se ha escrito sobre esta enorme conmoción social de fines del siglo XVIII desde diversas perspectivas temporales y de pensamiento, por lo que Schaff llega a admitir que cada época recrea a su manera y en una maraña de interpretaciones dispares la Revolución Francesa. El sociólogo francés Alain Touraine (1925) plantea, por ejemplo, que a los principios de "libertad, igualdad y fraternidad" de la Revolución Francesa de 1789, habría que agregar en el presente un cuarto principio: "laicidad". Lo que ha sucedido es que tanto la Revolución francesa de 1789 como la rusa de 1917 seguirán por mucho tiempo provocando división de opiniones. Segundo pecado: Creerse historiador sin serlo. "Les guste o no les guste, los historiadores profesionales producimos la materia prima para que los no profesionales la usen bien o mal". Eric Hobsbawm, 1994. Decía Lucien Febvre, fundador de la Escuela de Los Anales con Marc Bloch en 1929, y quien se especializó en la historia cultural del siglo XVI, que: "el historiador no es el que sabe. Es el que investiga". Hay personas muy memoriosas que se saben y conocen de cabo a rabo el Diccionario de historia de Venezuela de la Fundación Polar, y esa circunstancia los hace aparecer como historiadores. Estas bien intencionadas personas, si bien pueden impresionar a los incautos, no saben o no comprenden que el historiador se fragua en su taller o en su banco de artesano, expresión que muy adecuadamente empleó Marc Bloch. Los docentes de aula pasan por ser historiadores sin serlo, pero lo que es más grave es que leen textos escolares y muy pocas veces a los verdaderos historiadores en sus obras y no refritos o pastillitas de los textos o de internet. El libro de texto le ha hecho mucho daño a la enseñanza de la ciencia de la historia en nuestras escuelas, liceos y universidades. "Es la preponderancia del triste manual en nuestra producción de lectura corriente, en que la obsesión de una enseñanza mal concebida sustituye a la verdadera síntesis", ha escrito Bloch. El historiador no se hace sólo en las bibliotecas, sino también en los archivos. En sus viajes, en sus vivencias y en su edad. El búho de Minerva (la sabiduría) emprende su vuelo al atardecer (de la vida). Así lo comprendió nada más y nada menos que Emmanuel Kant (1724-1804), filósofo cumbre de la Ilustración. # Emmanuel Kant # Global # Journal of Human Social Science Volume XII Issue I Version I 91 Ocho Pecados Capitales Del Historiador Marc Bloch decía en 1942, al final de su vida: "Porque hay una precaución que los detractores corrientes de la historia (Paul Válery decía en 1931 que la historia es "el producto más peligroso elaborado por la química del intelecto") no han tomado en cuenta. Su palabra no carece ni de elocuencia ni de esprit. Pero, por lo general, han olvidado informarse con exactitud de lo que hablan. La imagen que tienen de nuestros estudios no parece haber surgido del taller. Huele más a oratoria académica que a gabinete de trabajo". Es que la labor del historiador está cargada de "humildes detalles en sus técnicas, pero la historia no es lo mismo que la relojería o la ebanistería", nos advierte Bloch, quien agrega: "Es un esfuerzo por conocer mejor; por lo tanto una cosa en movimiento. Limitarse a describir tal como se hace será siempre traicionarla un poco. Es mucho más importante decir cómo espera lograr hacerse progresivamente." Los aficionados a la historia -que son legióncreen, como los positivistas del siglo antepasado, que la historia se remite a establecer cadenas explicativas de causas y efectos, que las hipótesis surgen automáticamente del estudio de los "hechos", dan por sentado que la erudición científica puede determinar el texto, y que la sujeción de los documentos determinan la verdad definitiva de la historia. Una disciplina que, como se ve, estaba deliberadamente atrasada, dice Eric Hobsbawm, quien agrega: "Sus aportaciones a la comprensión de la sociedad humana, pasada y presente, eran insignificantes y accidentales". Pero es notable que en nuestro país ni siquiera se llegaron a aplicar tales metodologías sino en el siglo XX, pues la historia romántica, como la cultivó y escribió Eduardo Blanco (1838-1912) en Venezuela heroica (1881), símbolo literario del culto a la Patria, ha tenido una enorme difusión y ha despertado un entusiasmo colectivo hasta los días que corren. En el primer tercio del siglo XX arremetió el historiador positivista Laureano Vallenilla Lanz (1870-1936) contra lo que llamó los viejos conceptos, que no eran otros que los del romanticismo literario, divorciado, a su entender, de la metodología de la ciencia natural. En Disgregación e integración (1930) sostiene que hay dos constituciones, una de papel, y otra, la real y efectiva del pueblo venezolano, y hace un alegato notable por la construcción de una historia científica en el país bajo el paradigma positivo establecido por Ernest Renan, Hippolyte Taine, Charles Seignobos, Gustave Le Bon, Charles Langlois, historiadores a los que conoció e interpretó, pues en calidad de oyente asistió en París a la Universidad de la Sorbona y al Collège de France. Como habrá notado el lector, no conoció Vallenilla Lanz la fisura enorme que se produjo en el positivismo y la enorme revolución conceptual que tuvo lugar en el hacer histórico cuando en 1900 el filósofo Henri Berr (1863-1954) propuso la ampliación del objeto de la historia a la sociedad, a la economía y la cultura. Advirtió que los historiadores no reflexionan sobre los fundamentos profundos de su trabajo (?) problema que, según Aróstegui, aun sigue de pie. "Al historiador -agregano se le atribuyó nunca la necesidad de una formación filosófica, un conocimiento conveniente de otras disciplinas cercanas, ni una formación científica específica. El oficio se dirigió siempre hacia la mejora del tratamiento de los documentos". En España esa formación es absolutamente insuficiente, además de inadecuada y, desde luego, culposa por parte de quienes diseñan y toleran los planes de estudios existentes, nos dice este autor. Henri Berr es de tal manera una especie de puente entre la historiografía metódico crítica del siglo XIX y la Escuela de los Anales que será fundada en la Universidad de Estrasburgo, Francia, por Marc Bloch y Lucien Febvre en 1929, constituyéndose desde entonces en el tercer hito de la historiografía, luego del positivismo y el marxismo. Nuestro Marc Bloch recibió una formación admirable, nos dice Georges Duby, pues fue alumno de Seraglio, disponiendo de todas las ayudas, había hecho tres descubrimientos. El de la lingüística, que afinaban entonces sus prácticas y que lo orientó hacia el método comparativo. El de la ciencia histórica alemana, que Bloch no cesó de interrogar después de su estadía en Berlín y en Leipzig el año académico 1908-1909 y que constituyó el campo más seguro de todas sus confrontaciones. Es en Alemania, sin duda, que Bloch se afirmó en su posición con respecto a las técnicas eruditas, posición respetuosa y sin embargo muy distante, establecida sobre la convicción de que la erudición no es más que la mejor de las herramientas que se desperdicia cuando gira en el vacío, como lo dice él, y que el verdadero trabajo del historiador se sitúa más allá del simple tratamiento de las fuentes-esta actitud feliz que lo hizo más tarde confiarse con tanta facilidad-en las investigaciones de otros para sacar de allí con qué construir sus propios edificios y fundar, con una sorprendente virtuosidad, lo más sólido del prodigioso monumento que es La sociedad feudal, a partir de algunos indicios recogidos en los archivos de su juventud y a partir del abundante material que había recopilado Guilhiermoz. El último y mayor descubrimiento: el de la sociología de Durkheim (El suicidio: un estudio sociológico, 1897, Las formas elementales de la vida religiosa, 1912, una sociología Laureano Vallenilla Lanz 1870 -1936 Global Journal of Human Social Science Volume XII Issue I Version I # 92 Ocho Pecados Capitales Del Historiador de la conciencia colectiva, la moralidad y la religión) y de la geografía de Vidal de la Blanche, (Atlas general: historia y geografía, 1898, Cuadro de la geografía de Francia, 1903, obras en donde adversa el determinismo geográfico y apoya el posibilismo y el historicismo, y que sitúa el espacio geográfico en un cuadro históricocultural ) "quienes dejaron en los estudios históricos de comienzos del siglo XX una huella incomparablemente más profunda que la de cualquier otro especialista?" Estas influencias explican la estrecha imbricación entre geografía, economía y antropología en la historiografía francesa, una imbricación que se pone en movimiento, dice Iggers, con la discusión sobre el método, en oposición a la insistencia en el estado, la administración y el derecho, propia de la tradición alemana, incluso de Max Weber. Debe entenderse, en consecuencia, que el verdadero historiador debe ser geógrafo, jurista, sociólogo, psicólogo, lingüista, semiólogo, "que no debe cerrar los ojos ante el gran movimiento que transforma las ciencias del universo físico", como decía Febvre, tales como la relatividad, la mecánica cuántica, el Principio de Incertidumbre, la ciencia del caos, los Teoremas de Gödel, las teorías de la complejidad, la cibernética, la teoría de las catástrofes, la clonación, la telemedicina, las células madres, los fractales, la resonancia mórfica, la teoría de los psitrones, la lógica borrosa, la gestalt, el Principio Antrópico, el big bang, la flecha del tiempo, la fuerza débil, los agujeros negros, los agujeros de gusano, la teoría general de sistemas, el principio de complementaridad, las supercuerdas, los quarks, el Teorema de Bell, entre otros. Tercer pecado: Vacilar entre la ciencia y el relato. "Si en una novela Napoleón volviese vivo de Santa Elena, quizá sería literatura, pero no podría ser historia". Eric Hobsbawm, 1994. Conozco historiadores formados en Europa y con títulos doctorales que siguen pensando que nuestra disciplina no es ciencia, creación esta última del espíritu humano demasiado prominente y por tanto una condición a la que no tiene acceso la humilde disciplina de la historia, sostienen. Pobre de Leopold Von Ranke (1795-1886) quien ocupó buena parte de su larga existencia a construirla, y que a más de 150 años aún se ignoran sus esfuerzos. Pero la cosa no es tan simple y por ello se presta a equívocos. Lucien Febvre (1878Febvre ( -1956)), por ejemplo, nos dice que "la historia es un estudio elaborado científicamente, y no como ciencia." Quiso decir que la historiografía no sería una ciencia pero sí un estudio científicamente elaborado. "El trabajo del historiador, sostiene Julio Aróstegui, es un conjunto de actividades no arbitrarias, ni meramente empíricas, subjetivas y ficcionales. Es una actividad tendente a establecer conjeturas sujetas a unas reglas o principios reguladores, es decir a un método. Ello se debe a que la historia requiere el rigor metodológico de los procedimientos de la ciencia. El historiador además trata de buscar para los procesos históricos explicaciones demostrables, intersujetivas, contextualizables, como los de la ciencia. Sus resultados ni son teorías de valor universal ni puedan establecer predicciones. Existen aproximaciones científicas que concluyen no en leyes o teorías sino en el descubrimiento de tendencias probabilísticas." Es una ciencia, pero de otra manera, tal como lo propuso en la Universidad de Berlín desde 1810 Ranke y que se expresa en su Historia de los pueblos románicos y germánicos, (1824), primera obra de la historiografía escrita con criterio científico en el tratamiento de los documentos, y en donde apareció por vez primera aquellas palabras que se han hecho clásicas, el espíritu con el que se había escrito el libro: "A la historia se le ha asignado la tarea de juzgar el pasado, de instruir el presente en beneficio de las edades futuras. Este trabajo no aspira a cumplir tan altas funciones. Su objeto es sólo mostrar lo que de hecho ocurrió". Como disciplina científica, la historia tenía desde un principio, mucho en común con otras ciencias, también con las ciencias naturales, tal como venían surgiendo desde el siglo XVII, siglo de las grandes revoluciones científicas modernas con Galileo, Newton, Kepler, Boyle-Mariotte, si bien los historiadores no han dejado nunca de subrayar la diferencia que separa su ciencia de las ciencias naturales Sin embargo Ranke pensaba que la historia no dejaba de ser también un arte y no nos sorprenda que el historiador alemán Teodor Mommsem se haya hecho merecedor del Premio Nobel de Literatura en 1902. Soy del criterio de que la ciencia histórica tiene sus inicios cuando el monje Mabillón, armado de la duda cartesiana, publicó en 1681 De re diplomática, verdadero inicio de la crítica del documento en los tiempos modernos. Marc bloch nos dice que: "Aquel año-1681, el año de la publicación de De re diplomática, en verdad gran fecha en la historia del espíritu humano-, fue definitivamente fundada la crítica de los documentos de archivo". En Francia fue la sociología, dice Iggers, la que conducía el combate contra la investigación histórica universitaria tradicional (positivista). El sociólogo Emile Durkheim negó en 1888 a la historia el rango de ciencia social, precisamente porque se ocupaba de lo especial y, por ello, no podía llegar a afirmaciones generales, empíricamente comprobables, que constituían el núcleo del pensar científico. A lo sumo, la historia podía ser una ciencia auxiliar que proporcionara información a la sociología. Pero un gran cambio vendría poco después cuando se produjo la ampliación del objeto de la historia a la sociedad, a la economía y el acercamiento de la historia a las ciencias sociales, tal como lo planteó desde la revista Revue de synthèse historique en 1900 el filósofo Henry Berr. Desde este momento se llegó al convencimiento de que una ciencia histórica moderna debía ocuparse más de la sociedad, y al mismo tiempo, empezar a intimar más con los métodos sociocientíficos, dice Iggers. Y fue a fines del siglo XIX y comienzos del XX cuando Wilhelm Dilthey propuso un nuevo tipo de ciencias, las que llamó ciencias del espíritu, distintas en objetos y métodos a las ciencias naturales, éstas últimas hoy llamadas ciencias duras. Es por ello que el germano-norteamericano Georg Iggers (1926) dice que la historia "se constituyó en el siglo XIX en "disciplina" y empezó a llamarse "ciencia histórica", diferenciándose del concepto más antiguo de "historiografía". Es cierto que la historia, por una parte, se distanciaba del objetivo cognitivo de otras ciencias, esto es, el de formular regularidades -o al menos modelos de explicación concluyentes-y subrayaba los elementos de lo singular y de lo espontáneo, los cuales exigían a la historia, como ciencia cultural, una lógica especial de investigación, encaminada a entender las intenciones y los valores humanos. Se trata de Geisteswissenchaften: ciencias culturales o ciencias humanas, que sugieren que es posible el conocimiento intuitivo. La autodefinición de la historia como disciplina científica, agrega Iggers, significaba para el trabajo profesional del historiador una rigurosa separación entre el discurso científico y el literario, entre los historiadores profesionales y los aficionados". La historia ha debido enfrentar desde siempre una competencia que no es desleal, ni mucho menos: el de la literatura. La materia plástica de la literatura, nos dice el autor de El otoño de la Edad Media Johan Huizinga, (1872-1945) ha sido y es en todos los tiempos un mundo de formas que es, el fondo, un mundo histórico. Lo que ocurre es que la literatura puede manejar esa materia sin someterse a los postulados de la ciencia", Vale decir, la odiosa cita a pie de página. En Venezuela tenemos a un célebre escritor de ficción y de historia enemigo declarado de las citas a pie de página: don Mariano Picón Salas,(1901Salas,( -1965)), a las cuales calificó de "ídolo universitario". Estas son sus palabras: "Se llega a escribir-y es un peligro de la Universidad moderna-para otros catedráticos o para llenar aquella hoja de figuración y merecimientos con que se asciende en la carrera profesoral. Hay por ello cierto idola Universitatis que no conoció Bacon, y hay estudios eruditos que de puro perfectos eliminaron la personalidad y sensibilidad del investigador. Por eso más que el ciego acarreo del dato me interesó su tipicidad, y a la página plagada de citas preferí, de acuerdo con mi temperamento, lo que revelaba no sólo un esfuerzo de transmitir noticias, sino lo que es humanamente más urgente: entenderlas." Y el caroreño Guillermo Morón, primer venezolano en conseguir hacerse Doctor en Historia (Madrid,1954) , ahora reconocido autor de ficciones dice: "La literatura es todo, solamente que yo diferencio la literatura historiográfica, donde se amarra la imaginación y hay que atenerse a los documentos y al estudio profundo de la Historia sin mucha imaginación (?) en cambio en la literatura de ficción, el cuento, la novela, la fábula, ahí hay que soltar la imaginación (?) en todo caso la literatura necesita soltar la imaginación (?)" Acá disentimos del autor de la novela El gallo de las espuelas de oro, pues afirmo que la historia científica también requiere de mucha imaginación, como todas las ciencias. Guillermo Morón cuando se refiere a la historia se hace eco de Ranke, cuando el llamado "príncipe de los historiadores alemanes" cuando descubrió por comparación la diferencia entre los retratos de Luis XI y de Carlos el Temerario y que hizo época en su vida; en su ancianidad dijo Ranke: "Descubrí por comparación que la verdad era más interesante y hermosa que la ficción. Me desvié de ésta (la ficción) y decidí evitar toda invención e imaginación en mis trabajos, y sujetarme a los hechos." Por ello es que he afirmado que el Dr. Morón (1926) es un destacado representante en Venezuela del "historicismo alemán" o también llamado "historicismo clásico" del siglo XIX, que considera la historia como una disciplina que estudia lo particular, si bien continúa convencido de que la exposición histórica debe seguir unos criterios literarios, concepción de la historia que tanta acogida y entusiasmo levantó en la España de la dictadura de Francisco Franco . Pero antes de irse de beca a España, el joven profesor de historia egresado del Instituto Pedagógico de Caracas había escrito y publicado cuentos, poemas, así como un relato de historia novelada Nuestra Señora de la Madre de Dios de Carora. El medievalista francés George Duby (1919Duby ( -1996)) La hermenéutica o interpretación de un texto del pasado requiere de mucha imaginación. El intérprete no puede entender el contenido semántico de un texto mientras no sea capaz de representarse las razones que el autor podría haber aducido en las circunstancias apropiadas, dice Jürgen Habermas. Pero puede ocurrir que entendemos un texto recibido merced a las expectativas de sentido que nacen de nuestro propio conocimiento previo de la cosa. Es acá cuando Hans Georg Gadamer (1900-2002), autor de Verdad y método (1960), utiliza la imagen de horizontes que se funden, es decir que en el proceso de comprensión, contrafácticamente superador del tiempo, el autor (ubicado en el pasado y que supiera cómo es nuestro proceso de interpretación acá, en el futuro) tendrá que liberarse de su propio horizonte contemporáneo, del mismo modo que nosotros ampliamos nuestro propio horizonte cuando como intérpretes nos introducimos en su época. Sin embargo, dice Habermas, Gadamer piensa que el saber encarnado en el texto es un principio superior al del intérprete, por lo que permanece prisionero de la experiencia del filólogo que se ocupa de textos clásicos. Para Gadamer, como para Paul Ricoeur (Tiempo y relato, 1983) ningún texto puede ser comprendido tal como fue pensado. Pero cuando se trata de testimonios, los documentos, aún los más claros en apariencia y los más complacientes no hablan sino cuando se sabe interrogarlos, dice Bloch tomándole la palabra a Droysen, historiador alemán del siglo XIX, y que nuestro Marc Bloch ha debido estudiar durante su pasantía en el país germano entre 1908 y 1909. No todas las preguntas se le pueden hacer a un texto del pasado, pues tienen que ser las apropiadas. Una vez un participante de posgrado me dijo que se interesaba en mi Línea de investigación, las mentalidades. Yo le pregunté sobre su tema-problema, a lo que respondió que se interesaba en las ideas y las formas de pensar de los negros esclavos del Valle del Río Turbio de Barquisimeto en el siglo XVIII. Medité antes de contestarle que aquello no era posible, porque los esclavos dejaban pocos o casi ningún testimonio escrito de sus inquietudes personales. En todo caso -y en esto me ayudó el Profesor M.Sc. Arnaldo Guédez-le dije al joven que los registros de los esclavos se remiten a las observaciones de cantidad, peso o estado de salud de la mano de obra esclava que anotaron los blancos criollos esclavistas o sus mayordomos de sus haciendas. En un documento de 1585, Constituciones y ordenanzas de la Cofradía del Santísimo Sacramento de Carora estudiada por quien escribe, encontré repetidamente las palabras orden y obligación, las cuales se repiten reiterativamente (y unidas) 14 veces en el texto. Aquello no lo pude entender hasta que repasé un libro del malogrado Angel Rama titulado La ciudad letrada, quien nos dice que eran palabras claves del discurso del siglo XVI. Se trata de la ciudad escritural, pues el imperio español era una gigantesca construcción en escritura basada en el orden y en la obligación. Pero los silencios también le dicen mucho al investigador. Así entré en cuenta que en las Constituciones faltaba una palabra religiosa clave para entender el siglo XVI, esto es, la palabra sin base bíblica Purgatorio (pues nació en el siglo XIII en la Isla de Francia) y que está ligada a la vida de ultratumba, un tercer lugar distinto al cielo y al infierno que modificó la geografía del más allá, dice Jacques Le Goff. ¿Todo este hacer interpretativo y de imaginación puede recibir un nombre distinto al de ciencia? Me resisto a creer que no. Pero, con todo, la ciencia debe saber expresarse con elegancia y belleza. Veamos un ejemplo notorio y paradigmático en los trabajos de Albert Einstein en 1905, que anuncian la llegada triunfal de la teoría de la relatividad: "su lenguaje es ahorrativo, cauto, claro y sin un ápice más de complicación que la necesaria. Su aire desinteresado, su circunspección y modestia son agradables", dice Sagan. Cada ciencia, escribe Bloch, tiene su propio lenguaje estético, quien más adelante agrega: "Los hechos humanos son esencialmente fenómenos muy delicados y muchos de ellos escapan a la medida matemática. Para traducirlos bien y, por lo tanto, para comprenderlos bien (¿acaso es posible comprender perfectamente lo que no se sabe decir?) se necesita gran finura del lenguaje, un color adecuado en el tono verbal. Allí donde es imposible calcular se impone sugerir". Georges Duby (l919-1996) dice que los escritos terminados de Bloch nos parecen hoy demasiado preciosos, demasiados monótonos en su preciosidad. En las grandes obras de Bloch, Febvre, Fernand Braudel, Georges Duby, Jacques Le Goff, Emmanuel Le Roy Ladurie, Robert Mandrou, Michel Vovelle, Francois Furet y otros, los historiadores de los Annales lograron algo que sus colegas alemanes y franceses por lo general no conseguían, a saber, el unir la cientificidad rigurosa con la buena literatura y ganarse la aceptación de un amplio público. # Hans Georg Gadamer # Global Lucien Febvre escribió su Martín Lutero. Un destino (1927) casi como una novela en torno a un personaje atormentado por la duda y el temor a la condenación eterna; en tanto que Los reyes taumaturgos (1924) de Bloch está como atravesado por una fina ironía y de un escepticismo que delata su origen étnico hebreo. Bloch solía decir que "estos productos (los documentos) de una labor desigual, hay que clasificarlos, ordenarlos, compararlos los unos con los otros", a lo que agrega Duby: "y luego construir con ese material las capillas sixtinas de la historia", una de las obras de arte supremas hechas por la humanidad en la que en los que los relatos o escenas individuales no están apiladas unas encima de otras hacia lo alto precisamente porque se encuentran en una esfera irreal en lo alto de una arquitectura ficticia. Esta magnifica estratagema (artimaña la llama Gombrich) de Miguel Angel en lo pictórico, sugiero yo, ha de constituirse en una búsqueda constante en la manera de presentar el discurso histórico, que es en el fondo una forma de literatura. Es el problema de la expresión. Recordemos con Paul Ricoeur (1913) que las descripciones y redescripciones del mundo y del yo dentro de los cuales habitamos son, de hecho, construcciones de tipo eminentemente "artístico". El carácter narrativo de la historia desde Tucídides hasta Ranke, desde César hasta Churchill, ha sido determinado por tres premisas, dice Georg Iggers. La primera: la exposición histórica describe a personas que existieron realmente y acciones que realmente tuvieron lugar, y debe corresponder a esa realidad, es decir, debe ser verídicas. Segundo: la exposición sigue estas acciones en su sucesión diacrónica, es decir, sólo conoce un tiempo unidimensional, en que los sucesos posteriores sigue a los anteriores y se hacen comprensibles gracias a éstos (véase el octavo pecado, el cronologismo). Tercero: presupone que las acciones humanas reflejan las intenciones de los que actúan (acción intencional). Son precisamente estas premisas las que, en los profundos trastornos del siglo XX, se han ido poniendo paulatinamente en tela de juicio. Destaquemos el llamado "giro lingüístico" tal como lo formuló Lawrence Stone, el fin de la creencia de que sea posible la explicación científica coherente de las transformaciones del pasado, según sostiene este representante de la llamada "derecha histórica" británica. Otro son las teorías posmodernas que van más allá de Stone, que defienden la opinión de que toda coherencia es sospechosa. La idea fundamental de la teoría historiográfica posmoderna consiste en negar que la historiografía haga referencia a la realidad. Así, Roland Barthes (1915Barthes ( -1980) ) y Hayden White subrayan que la historiografía no se diferencia de la poesía, sino que ella misma es poesía. White sostiene que las fuentes pueden establecer los hechos, pero toda concatenación de los mismos para obtener una visión global y coherente es determinada por apreciaciones estéticas y morales, no científicas. Las narraciones históricas manifiestamente son ficciones lingüísticas (verbal fictions), cuyo contenido resulta tanto de la invención como del hallazgo y cuyas formas presentan más puntos en común con sus equivalentes en la literatura que con los que puedan tener con la ciencia. ( Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX, 1990). Estas ideas tan polémicas y que han sido el preludio de un intenso debate en las últimas décadas que no se ha cerrado, tiene que ver con una preocupación por la significación de la Historia como forma del lenguaje literario escrito, escribe Aróstegui. La Historia, dicen los posmodernistas, no se distinguiría sustancialmente del relato literario de ficción. Es White quien la introduce y mantiene fundamentalmente esta manera de ver original del new criticism americano. Para sostener su tesis extrae elementos de la historiografía del siglo XIX y que va de Hegel a Croce, pasando por Michelet, Ranke, Tocqueville, Burckhardt, Marx y Nietzsche, reunidos todos bajo el apelativo de "la imaginación histórica en la Europa del siglo XIX". La elaboración historiográfica no se diferenciaría de la que prepara un relato de ficción, una novela en la que pueden contarse sucesos "reales" pero donde el criterio de "verdad" no juega absolutamente papel alguno. La escritura de la Historia es una forma más, por tanto, de la escritura de ficción. La escritura de la Historia es tanto una ficción como un "hallazgo", dirá # Global Journal of Human Social Science Volume XII Issue I Version I 2 96 Ocho Pecados Capitales Del Historiador White. Contar "una buena historia" y contarla bien, con buen estilo literario, tal es la clave. Más importante sería entonces la interpretación y no la realidad objetiva, todo lo cual tiene, digo yo, un claro sabor nietzschiano. El llamado deconstruccionismo sostiene que el texto es un discurso cerrado en sí mismo y, en consecuencia, no puede tener como referencia una realidad externa a él. Esta idea acaba, como puede verse, con el concepto de documento tal como fue cuidadosamente elaborado desde la aparición de la ciencia historiográfica en el siglo XIX. Estas posiciones posmodernistas -hay que advertirlo-han derivado en forma de filosofía de la historia y, en consecuencia, carecen de cualquier posibilidad de orientar una práctica investigadora y ni siquiera la práctica discursiva. Eric Hobsbawm dice que "Cuando una persona inocente es juzgada por asesinato y desea probar su inocencia, lo que requiere no son técnicas del teórico "posmoderno", sino del historiador de la vieja escuela". Cuarto pecado: Determinismo. "El materialismo histórico se calificaba habitualmente -a veces incluso por parte de los marxistasde "determinismo económico" Eric Hobsbawm, 1994. Fueron los positivistas los que empeñados en trasladar las leyes de la naturaleza a la sociedad los que crearon los determinismos de medio físico (Friderich Ratzel, Antropogeografía, 1882, y Carl Ritter, La geografía en relación con la naturaleza y el hombre, 1817-1859) y el determinismo de raza (Joseph Arthur Gobineau, Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, 1853). El autor de Vida de Jesús, Auguste Renan declara a menudo que los judíos representan la religión como los griegos el intelecto, una tradición que se trasmite como los caracteres genéticos en el mundo natural. El escritor e historiador positivista venezolano Laureano Vallenilla Lanz le toma la palabra a Gustave Le Bon para decir "Las pasadas generaciones han desconocido que "ese conjunto de sentimientos que se llama carácter y que son los verdaderos móviles de la conducta, el hombre los posee cuando viene al mundo; pues como están compuestos por la herencia de sus antepasados influyen en él con un peso del cual nadie es capaz de liberarlo, y desde el seno de la tumba todo un pueblo de muertos le dicta imperiosamente su conducta". La montaña es más religiosa que la tierra llana, sostenían estos determinismos. Quien escribe estas líneas ha descubierto que una ciudad "llanera" y del semiárido venezolano, como Carora (430 metros sobre el nivel del mar), es y fue tanto o más religiosa que Mérida o La Grita, localidades de los Andes de temperamento suave o templado conocidas y reconocidas por su acendrado y raigal catolicismo. Gracias al determinismo de raza ciertos autores han visto nuestra mezcla de distintas etnicidades, de españoles, indios y negros como una degeneración del tipo venezolano, un mestizo proclive a la pereza, la flojera, el alcoholismo, de temperamento proclive a la pendencia y al desorden. De allí bien podría interpretarse la expresión "merienda de negros". No menos grave como dañino para la comprensión de la historia, es el determinismo económico en el que militan los malos marxistas. Sostienen que la religión, el arte y los modos de pensar son meros "reflejos" de la base económica. Tal teoría del "reflejo" la tomó Federico Engels de la óptica del siglo XIX, debo aclarar. Carlos Marx no dijo nunca tal cosa, más bien lo que hizo fue incorporar lo económico a la explicación de los hechos y fenómenos históricos, pues el positivismo de la época se empeñaba y centraba su atención en los grandes jefes de estado y en las batallas y los acuerdos internacionales e ignoraba olímpicamente la economía. Lo económico explica muchas cosas, esto es cierto. Pero no todas. Edward Palmer Thompson (1924Thompson ( -1993) ) escribió con genialidad que: "Pero la entera sociedad abarca muchas actividades y relaciones (de poder, de consciencia, sexuales, culturales, normativas) que no son el objeto propio de la economía política, que han sido definidas fuera de la economía política y para los cuales esta disciplina no tiene términos con qué designarlas". Se trata este determinismo, pues, de una especie de "dualismo académico" que se expresa en y con la distinción entre base y superestructura ideológica, como dice el filósofo Alasdair Mac Intyre. Eric Hobsbawm (1917), el mayor historiador vivo en el presente, dice que "la Escuela de los Annales no necesitó que Marx le llamara la atención sobre las dimensiones económicas y sociales de la historia. Que hay países en Asia o en América Latina en los cuales la transformación, cuando no la creación de la historiografía moderna casi puede identificarse con la penetración del marxismo. De la influencia marxista, dice, se ha identificado con unas cuantas ideas relativamente sencillas, aunque dotadas de gran fuerza, pero que en absoluto son necesariamente marxistas, que no son representativas del pensamiento maduro de Marx. Llamaremos a este tipo de influencia "marxista vulgar" y el problema consiste en separar los componentes marxista vulgar y marxista en el análisis histórico. El marxismo vulgar según este historiador marxista británico, comprendía principalmente los siguientes elementos: Edward Palmer T. # Global Journal of Human Social Science Volume XII Issue I Version I 97 Ocho Pecados Capitales Del Historiador 1º La "interpretación económica de la historia", esto es, la creencia de que "el factor económico es el factor fundamental del cual dependen los demás"; y, de modo más específico, del cual dependían fenómenos que hasta ahora no se consideraban muy relacionados con asuntos económicos. 2º El modelo "base y superestructura" (que se usa de la forma más generalizada para explicar la historia de las ideas). A pesar de las propias advertencias de Marx y Engels, este modelo solía interpretarse como una simple relación de dominio y dependencia entre la "base económica" y la "superestructura", medida a lo sumo por 3º "El interés de clase y la lucha de clases". Uno tiene la impresión de que varios historiadores marxistas vulgares no leyeron mucho más allá de la primera página del Manifiesto comunista, y la frase la historia (escrita) de todas las sociedades que han existido hasta ahora es la historia de las luchas de clases". 4º "Las leyes históricas y la inevitabilidad histórica", de la cual se excluía lo contingente, en todo caso en el nivel de la generalización sobre los movimientos a largo plazo. De ahí la constante preocupación de los primeros escritores sobre historia marxista por problemas como el papel del individuo o de la casualidad en la historia. 5º Temas específicos de la investigación histórica que se derivaban de los intereses del propio Marx: por ejemplo, el interés por la historia del desarrollo capitalista y la industrialización, pero, a veces, también de comentarios fortuitos. 6º Temas específicos de la investigación que se derivaban no tanto de Marx como del interés de los movimientos asociados a su teoría: por ejemplo, el interés por la agitación de las clases oprimidas (campesinos, obreros), o por las revoluciones. 7º Varias observaciones sobre la naturaleza y los límites de la historiografía, que se derivan principalmente del número 2 y servían para explicar los motivos y los métodos de los historiadores que afirmaban no ser nada más que buscadores de la verdad y se enorgullecían de determinar sencillamente wie es eigentlich gewesen ("mostrar lo que de hecho ocurrió", como escribió Ranke en 1824 en su obra primeriza Historia de los pueblos románicos y germánicos) Debemos aclarar que Hobsbawm no repudia la etiqueta de marxista, aunque es imprecisa, aclara. "Sin Marx, dice, no se hubiera despertado en mí ningún interés especial por la historia. Marx y los campos de actividad de los jóvenes radicales marxistas me proporcionaron mis temas de investigación e inspiraron mi manera de escribir sobre ellos". Este gran historiador sufrió la pena de constatar que no había ánimos para publicar sus libros en la difunta URSS, a pesar de que era miembro del Partido Comunista y de que fue el encargado de publicar las obras completas de Marx y Engels en el Reino Unido, así como tampoco encontró quien editara su Historia del siglo XX al francés. Dice además este investigador que tampoco el trabajo de los marxistas, o el de otros, debería juzgarse según las etiquetas políticas que, ellos u otros, pongan en su solapa. Este ha sido el caso de mi tesis de maestría sobre la educación secundaria en Carora en el siglo XIX: Del Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora, 1890-1937 (1997) En nuestros medios académicos se conceptúa casi como un pecado no ser marxista, o en todo caso, serlo. Sucedió que los marxistas vulgares dijeron que mi trabajo carecía de lucha de clases, aunque yo descubrí que era una educación minoritaria, sólo y casi exclusivamente para una clase social. ¿No es esto, acaso, una manifestación de un clasismo excluyente que le negaba el acceso a la educación al grueso de la población de la ciudad? Había en los días de la fundación del Colegio La Esperanza 8.000 habitantes, de los cuales sólo 22 entraron a la institución, ¡ninguno era mujer! Otros marxistas vulgares, cegados por el odio de clases, exclamaron que yo era demasiado indulgente con la "godarria de Carora", y que ella no se merecía los elogios que les di: haber llevado la imprenta en 1875, fundado un colegio de secundaria en 1890, un club recreativo (excluyente) en 1898, un diario (que aún circula) en 1904, un liceo para señoritas en 1915, la raza de ganado tipo Carora en la década del 30, un antecedente de la Teología de la Liberación a principios del siglo XX, una planta eléctrica sin ayuda del gobierno, una élite intelectual que comenzó a formarse en ese viejo Colegio, aunque remarqué el carácter elitesco de su vida, su endogamia enfermiza, así como su terrofagia sin límites, su sumisión a las dictaduras de Juan Vicente Gómez (1908-1935) y Pérez Jiménez (1952)(1953)(1954)(1955)(1956)(1957)(1958), así como la violenta pérdida de su hegemonía en los últimos decenios. Los no marxistas, por el contrario, adujeron que los fundadores del Colegio no eran ricos, a lo que yo respondí que no lo eran para los estándares de comienzos del siglo XXI, que hasta el financista de aquel instituto particular llegó a ser calificado "primera riqueza del Distrito" por aquél entonces. Creo que existe en esos sectores una cierta vergüenza que les impide declararse gente de fortuna, como decía Pierre Vilar. Otros me calificaron de funcionalista porque, según dijeron, el colegio "funcionaba" para los godos de Carora. Por la televisión, un comentarista dijo "el autor, a pesar de ser marxista, no es mezquino con el magisterio del doctor Ramón Pompilio Oropeza", el fundador de la institución. Allí se deja entrever la percepción que tienen de este pensamiento estos sectores: la misión del marxismo y de los marxistas es la de demoler lo que han construido secularmente las clases dominantes. No han podido entender los críticos # Global Journal of Human Social Science Volume XII Issue I Version I 2 98 Ocho Pecados Capitales Del Historiador venidos de ambas posiciones que mejor elogio a la burguesía lo escribieron Carlos Marx y Federico Engels en el Manifiesto Comunista de 1848. Quien escribe estas líneas se dio cuenta que la endogamia es un fenómeno que participa en el resguardo y evita la dispersión de las fortunas y los linajes, pero que quien la logra establecer es la Iglesia católica a través de las dispensas matrimoniales. Las creencias religiosas regulan la vida de la sociedad, la moral, la alimentación, el sexo y en el caso que nos ocupa, la propiedad de la tierra en Carora del siglo XVIII. El matrimonio actúa como una suerte de junción Georges Duby de lo material y lo espiritual, pues sostiene la "infraestructuras", dice Duby. Esta incomprensión se debe a que los malos marxistas son incapaces o no se atreven a leer a Max Weber o al historiador marxista de las mentalidades Michel Vovelle o a los británicos Eric Hobsbawm, Edward Thompson, renovadores del marxismo desde una perspectiva culturalista, cercana, paralela a la de los Anales. Yo evité a toda costa evitar todo determinismo cuando escribí Llave del Reino de los Cielos. Iglesia católica, cofradías y mentalidad religiosa en Carora, siglos XVI al XIX. (2002), mi Tesis Doctoral. La investigación me condujo a pensar que estaba en presencia de una sociedad de creyentes, en donde la religión instituida jugaba un papel central, determinante. El grueso de la población estaba inscrito o pertenecía a una hermandad o cofradía a finales del siglo XIX, y que después de dos siglos de Enciclopedismo y de positivismo, un obispo en visita pastoral en 1898 administró 2.300 confirmaciones en una ciudad como Carora que no tenía más de 8.000 almas. De tal modo pues, que el marxismo determinista no tenía nada que hacer allí, pues lo económico era reglado firmemente por la Iglesia católica, desde el matrimonio hasta la propiedad de la tierra, hasta la dieta, el trabajo, el descanso, la medida del tiempo y las fiestas. A tal punto me llevó la investigación archivística y la reflexión, que al final pude afirmar que el producto mejor elaborado por la Iglesia en estos lares ha sido la "godarria caroreña". De modo que la superestructura religiosa era tan ¡o más determinante que la base económica de la sociedad!. Vivimos bajo los efectos del Concilio de Trento. Los determinismos en historia devienen también de los determinismos de la lectura. Cierta vez una participante de postgrado en historia me espetó duramente porque sugerí emplear las categorías de análisis del funcionalismo norteamericano, tales como las llamadas Redes sociales. No comprendía aquella dama que la sociedad tiene sus mecanismos para permanecer estable y que el cambio revolucionario es atenuado o postergado por estos mecanismos. De otra forma no se podría entender la extremada estabilidad del régimen colonial en la América hispana que se extendió por 300 años. Nueva España, dice el mexicano Octavio Paz, era una sociedad para durar, no para cambiar. En estas sociedades existieron unas verdaderas redes de sociabilidad como las cofradías que satisfacían las necesidades mundanas y extramundanas de los creyentes a ellas afiliados. Ellas explican, en cierto modo esta tremenda estabilidad de tales sociedades, a lo que habría que agregar que tales hermandades sobrevivieron a los hechos iniciados en 1810 y nos llegan hoy hasta alcanzarnos. Pero existe un curioso determinismo que yo llamo de signo inverso, y no es otro que el que ha sufrido el autor de Economía y sociedad (1922), el sociólogo alemán Max Weber (1864-1920), la creencia vulgar que le atribuye la "teoría" de que el protestantismo es la causa del capitalismo. Es una deformación que se remonta a fuentes secundarias que surgieron con un pecado de parcialidad, nos dice José Medina Echavarría, prologuista de la edición del Fondo de Cultura Económica en 1944. Creo que ello se debe, digo yo, al título de su obra más polémica, La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1904)(1905), trabajo que al igual que el Manifiesto comunista de Marx y Engels, apenas se le leen sus portadas y acaso sus primeras páginas de forma apresurada y acrítica, nunca su texto íntegro. En otras ocasiones no se leen los originales, sino que se conoce a los autores por referencias que hacen de ellos terceras personas. Existe otro tipo de determinismo, digo yo, y no es otro que el determinismo de las fuentes. Los positivistas del siglo XIX, y sus seguidores hasta el presente, consideran un único tipo de fuentes: las escritas, su majestad el documento (en latín docere, enseñar). Raramente indicaban que estos documentos y los procedimientos, (los criterios empíricos para valorarlos), sólo eran aplicables, dice Hobsbawm, a una serie limitada de fenómenos históricos, toda vez que aceptaban sin espíritu crítico que ciertos fenómenos eran merecedores de estudio especial mientras que otros no lo eran. Una metodología que se prestaba mucho a la narración cronológica. Fue la escuela de Anales quien rompió esta tradición decimonónica al considerar a cualquier rastro o manifestación dejado por la humanidad como un documento: el arte, las # Max Weber # Global # Journal of Human Social Science Volume XII Issue I Version I 99 Ocho Pecados Capitales Del Historiador herramientas, las costumbres. En mi tesis doctoral sobre la mentalidad religiosa en Carora desde el siglo XVI al XIX, hube de revisar decenas de placas mortuorias colocadas en las paredes, así como los muy odiados y polémicos muebles de la iglesia de San Juan Bautista del Portillo de Carora, los cuales tenían colocados los nombres de sus propietarios para que otras personas distintas a los de la godarria no pudiesen sentarse en ellos. Fueron retirados estos polémicos muebles?¡en 1969!. Otro tanto sucedió con la iconografía religiosa, pues hube de establecer por medio del método comparativo las semejanzas y las diferencias entre la virgen del Rosario de la Chiquinquirá de Aregue (localidad cercana a Carora, estado Lara) y la misma virgen en sus variantes en Lobatera (estado Táchira), Barinas (en el estado del mismo nombre), Maracaibo (estado Zulia), y por supuesto la Chiquinquirá del Nuevo Reino de Santa Fe (Boyacá), devoción mariana de las más antiguas de América y que data del siglo XVI. Fue este determinismo de las fuentes el que hizo a los historiadores del siglo XIX expertos insuperados en documentos escritos, pero los hacía desconocedores de la economía, la antropología o la sociología, ciencias que por aquellos años daban sus primeros pasos. Fue el filósofo Henry Berr quien propugnó en 1900 una historia que recogiese todos los sectores de la actividad social, idea que se materializó cuando Bloch y Febvre fundaron la escuela analista en 1929. Quinto pecado: Provincianismo. "La historia de la identidad no es suficiente". Eric Hobsbawm, 1994. Es el pecado de suponer que nuestra localidad de nacimiento o de residencia y que nuestra propia formación académica son el centro o el ombligo del mundo, que fuera de ellas nada vale la pena o puede despertar nuestro interés. El principal peligro no es la tentación de mentir sino la tentación de aislar la historia de una parte de la humanidad-la del propio historiador, por haber nacido en ella o haberla elegido-del contexto más amplio, nos dice Hobsbawm. No entienden estos pecadores que nuestra religión católica es un credo universal o Katolicus, y que nuestra lengua la hablan más de 400 millones de personas en nada más y nada menos que 23 países, incluidos los EEUU. Hace unos años quien escribe estas reflexiones investigó los inicios de un colegio particular de enseñanza secundaria en Carora del siglo XIX. En ese humilde y "provinciano" instituto llamado La Esperanza, el plan de estudios contemplaba la enseñanza de lenguas universales: el latín como una lengua sagrada, lengua que fue universal hasta el siglo XVII , vínculo en la actualidad entre los 1.200 millones de personas que profesan esta fe milenaria en Cristo, aunque no lo hablen, como sostiene Benedict Andersen. La otra lengua que se enseñaba en aquél colegio decimonónico no es menos universal que la del Lacio, nos referimos al griego, vehículo en el cual se construyó la civilización occidental. Palabras tan actuales como cibernética y clonación derivan de la lengua de Aristófanes. ¿Y qué decir de la Física? El bueno del Doctor en Medicina, egresado de la Universidad Central de Venezuela en 1891, Lucio Antonio Zubillaga, vicerrector del colegio arrastraba como el resto de la comunidad científica del orbe, la creencia en la hoy insostenible existencia del éter que rodeaba todos los fenómenos y que dio lugar a la llamada "Física del éter", hoy parte del museo del pensamiento, como el positivismo. Provincianismo es también cerrarse a la lingüística, pues muchos cultores de Clío desconocen el celebérrimo y controversial "giro lingüístico" que se ha producido en la comprensión de la historia desde que Lawrence Stone lo propuso en 1979 en la revista británica Past and Present; cerrarse a la semiología , a la paleontología o a la física cuántica. Creo que desde que el físico alemán Heinsenberg creó el principio de incertidumbre hace ya exactamente 80 años, la ciencia de la historia ya no es ni podrá ser la misma. Y lo mismo podemos decir de la Teoría de la Relatividad de Einstein que después de 1905 acabó con la idea del tiempo en que navegaban Kant, Comte, Spencer y el mismísimo Carlos Marx. En todo caso estamos encaminados hacia la teoría de la complejidad, propuesta entre otros por Ilya Prigogine, premio Nobel de química en 1977, quien propone que el conocimiento humano se dirige a una gran síntesis de las ciencias naturales y la humanas. Una Nueva Alianza entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias del espíritu. La complejidad pide una nueva integración entre cultura científica y cultura humanística. Dice Edgar Morin que esta dicotomía "cartesiana" puede y debe morir. Ya lo advertía don Miguel de Unamuno a fines del siglo XIX y comienzos del XX: "Una de las disociaciones más hondas y fatales es la que aquí (en España) existe entre la ciencia y el arte y los que respectivamente los cultivan. Carecen de arte, de amenidad y de gracia los hombres de ciencia, solemnes, lateros, graves como un corcho y tomándolo todo en grave, y los literatos viven ayunos de cultura científica seria, cuando no desembuchan, y es lo peor, montón de conceptos de ciencia mal digerida". Ciencia mal digerida o pseudociencia como la ha llamado Carl Sagan, que en la actualidad goza de un enorme prestigio. "El escepticismo no vende", concluye el astrónomo y divulgador de la ciencia norteamericano, muerto en mala hora en 1996. Provincianismo es también la tendencia muy del mundo hispánico a laborar individualmente. Le tememos a las comunidades de discurso. José Pascual Mora García, docente e investigador de la Universidad de Los Andes, Táchira, Venezuela, estudioso investigador de la historia de la educación dice que se ha hecho demasiada historia de la educación y de la # Global Journal of Human Social Science Volume XII Issue I Version I 2 100 Ocho Pecados Capitales Del Historiador Pascual Mora pedagogía en el país bajo este pernicioso criterio. "La insociabilidad es uno de nuestros rasgos característicos. Apena el ánimo la contemplación de los estragos de nuestra insociabilidad, de nuestro salvajismo enmascarado", escribe don Miguel de Unamuno. Y agrega el autor de La agonía del cristianismo: "Asombra a los que vivimos sumergidos en este pantano el remolino de escuelas, sectas y de agrupaciones que se hacen y deshacen en otros países, en donde pululan conventículos, grupos, revistas, y donde entre fárrago de excentricidades , borbota una vida potente. Aquí las gentes no se asocian sino oficialmente, para dar dictámenes o informes, publicar latas y cobrar dietas". Dos escritores venezolanos, Pedro Grases y José Manuel Briceño Guerrero han adelantado algunas ideas sobre esa dificultad de convivir tan hispanoamericana. Grases sostiene que existen en nuestro vocabulario casi un centenar de palabras para expresar desorden, tales como relajo, barullo, alboroto, tumulto, pendencia, bochinche, jolgorio, parapampám, jaleo, coje-culo, entre otros. Por su parte, el filósofo Briceño Guerrero en su libro El laberinto de los tres minotauros (1993) expresa que tres discursos dirigen nuestro pensamiento. 1º) el europeo segundo (la Ilustración del siglo XVIII), 2º) el discurso cristiano hispánico (mantuano), y 3º) el discurso salvaje, no occidental, aborigen -africano. "Estos tres discursosdice el pensador de Mérida -en todo americano se expresan de manera distinta, a distintos niveles y a diversos grados de identidad de acuerdo a los estratos sociales, los lugares, los niveles de psiquismo, las edades y los momentos del día. Son tres discursos que se obstaculizan el uno del otro, en pugna estéril que no llega aun resultado definitorio, sin lograr victoria clara por parte de ninguno de los tres de manera definitiva. Consecuencias: ninguno de los tres discursos logra gobernar la vida pública hasta el punto de poder dirigirla hacia formas coherentes y exitosas de organización, pero cada una es suficientemente para frustrar a los otros dos, y los tres son mutuamente inconciliables e irreconciliables. La otra consecuencia es de orden teórico: no se logra formar centros permanentes de pensamiento, de conocimiento y de reflexión". Tal es así que ha producido asombro que en Barquisimeto, caso notable por su singularidad, se ha conformado una "comunidad de discurso" en la investigación sobre la historia de la educación y de la pedagogía, en la que un grupo de investigadores comparten unos criterios teóricos y metodológicos, que no son otros que los de la Escuela de los Anales. Bajo tales premisas, Historia social e institucional de la educación en la Región Centro Occidental de Venezuela, y bajo el liderazgo de los doctores Federico Brito Figueroa (+2000) y Reinaldo Rojas (1954) han sido presentadas, defendidas y aprobadas más de medio centenar de tesis de maestría y unas cinco de doctorado desde que se inició el programa en 1992 en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador-Instituto Pedagógico Barquisimeto "Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa". Esta extraordinaria experiencia en el interior de Venezuela no ha estado libre de riesgos y acechanzas: la dispersión, la reiteración de enfoques y temas, la incomprensión, y hasta la envidia, la pasión que corroe los pueblos hispánicos, se ha hecho presente. No podía faltar en esta quinta trasgresión una referencia a la llamada "historia local". En cierta ocasión un participante de postgrado animado en la idea de esta "historia de campanario" me refirió que estaba haciendo una investigación sobre un hecho fugaz acontecido en su localidad de nacimiento y de residencia, un ataque guerrillero de las FALN, Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, ocurrido en 1962. Le dije que averiguara qué otros acontecimientos ocurrieron en esos mismos días en el resto del país. Asombrado aquél joven me dijo que el ataque a Curarigua aquel 2 de mayo de 1962 había ocurrido el mismo día en que aconteció el famosísimo "Carupanazo", estado Sucre, al otro extremo del país, evento en el cual un sector de la Marina afecto al Partido Comunista de Venezuela (PCV) se alzó contra el gobierno democrático del señor Rómulo Betancourt. ¡Qué coincidencia!, me dijo, a lo cual yo le repliqué de seguido que no era aquello casual, que aquél era un asalto que obedecía a una estrategia insurreccional a escala nacional con ramificaciones en el exterior. De modo que aquél suceso no era sino una manifestación en Curarigua de Leal, estado Lara, Venezuela de un enfrentamiento global, la llamada Guerra Fría. De modo, pues que la "historia local" no existe, le dije. Todo está conectado. Como reitera Eric Hobsbawm constantemente en sus numerosos trabajos: "La historia será universal, de toda la humanidad, o no lo será". La historia requiere, agrega, movilidad y la capacidad de investigar y explorar un vasto territorio, esto es, la capacidad de saberse mover más allá de nuestras propias raíces. Por eso no podemos ser plantas, unos seres incapaces de abandonar su territorio y su hábitat de nacimiento, porque ni un solo hábitat o nicho ambiental puede agotar nuestro tema de estudio. Nuestro ideal no puede ser el roble o la secuoya-por majestuosos que sean-, sino el ave migratoria-que se sienten en su casa tanto Tal cual sucedió con quien escribe estas reflexiones durante sus investigaciones que nos condujeron al Título de Doctor en Historia (Universidad Santa María, Caracas, 2003) sobre la Iglesia católica en Carora y con la estimulante tutoría del Dr. Reinaldo Rojas. Ciudad de numerosas vocaciones sacerdotales y múltiples cofradías y la mentalidad religiosa dominante que le ha caracterizado, por lo que se le ha llamado "ciudad levítica". Siempre se ha hablado y ha quedado como establecido que nuestro siglo XVII fue una centuria de silencio y de aislamiento entre regiones de la inmensa Provincia de Venezuela, como han sostenido Laureano Vallenilla Lanz y Arturo Uslar Pietri (quien lo llama siglo silencioso). Mayúscula sorpresa al internarnos en los numerosos y gruesos Libros de cofradías, sobre todo la del Santísimo Sacramento, fundada en 1585, pues allí encontramos, como desmintiendo al autor de Cesarismo democrático, y de Disgregración e integración que a tal hermandad "entraron" 16 hermanos de El Tocuyo, 8 de Barquisimeto, ambas localidades del actual estado Lara ,7 de Trujillo, ciudad andina, otros 7 de Coro, en la costa del mar Caribe, 5 de Caracas, en el centro del actual país, 5 españoles (de la Península), 2 de Tunja, Reino de Santa Fe (Colombia), 2 de la andina Mérida, 2 de Maracaibo, ciudad del Lago homónimo, 01 canario, 4 de Nirgua, actual estado Yaracuy, 68 de Carora, sede de la cofradía, y 2 forasteros. Y como hallazgo curiosísimo encontramos que al hacer el análisis temporal-comparativo interno dentro de la cofradía del Sacramentado, que el número, procedencia y variedad de apellidos encontrados allí en el siglo XVII es mayor en cantidad, variedad de apellidos y lugares que los encontrados en la hermandad dos siglos después y bajo el régimen republicano. Quiere decir, en consecuencia, que la Provincia de Venezuela y su Iglesia católica estaban mejor conectadas con buena parte mundo católico e hispanohablante en el siglo XVII y XVIII que en el republicano y liberal siglo XIX, centuria esta última del ferrocarril y del telégrafo. Vaya, qué paradoja. # Global Y cuando uno de los dos tunjanos, el cófrade Gerardo de Robles, murió allá en 1682, no pasaron muchos días cuando la noticia se supo en Carora y la hermandad cumplió con hacerle las misas con que se había comprometido al permitirle su "entrada", tal y como el Santo Concilio de Trento estableció entre 1545 y 1563. Era, como le dije, al historiador francés experto en el Perú virreinal, Dr. Bernard Lavallé, una especie de "Internet barroco y colonial." (sin electricidad, pero eficientísimo). Y no nos hemos referido al siglo XVIII, centuria de esplendor de las cofradías en Hispanoamérica, cuando hubo "entradas" de hermanos a las cofradías caroreñas procedentes del Reino de Irlanda, del Reino de Francia, de los reinos de España, las Islas Canarias, Cuba, Puerto Rico, Reino de Santa Fe, y de buena parte del Occidente venezolano. Hasta el padre del Libertador, Don Juan Vicente Bolívar entró como hermano en 1772 en varias cofradías de Carora, así como una buena muestra del "mantuanaje" caraqueño. En consecuencia, cada día es más difícil hacer "historia local". Estas reflexiones las estamos haciendo en momentos en que esta forma liliputiense de hacer historia se le han abierto un inmensos escenarios en razón de que los Consejos Comunales creados por la Revolución Bolivariana liderada por el presidente Hugo Chávez Frías exigen que cada uno de ellos cuente con la historia (escrita) de su localidad u ámbito territorial. ¿A dónde nos conducirá semejante dispersión, nos preguntamos con angustia, cuando se cuentan en millares en Venezuela en el año en curso (2007) tales Consejos Comunales? Es la misma angustia que expresó el doctor Arturo Uslar Pietri (1906-2001) cuando en una ocasión el Ministerio de Educación le dio prioridad en la enseñanza Primaria y Media de Venezuela a la historia local o regional sobre la historia de la Nación. "Los historiadores, dice Hobsbawm, por microscópicos que sean, deben estar a favor del universalismo (?) porque es la condición necesaria para comprender la historia de la humanidad, incluida cualquier sección especial de la humanidad. Porque todas las colectividades humanas son y han sido necesariamente parte de un mundo más amplio y más complejo. Una historia que esté concebida sólo para los judíos (o los afroamericanos, o los griegos, o las mujeres, o los proletarios, o los homosexuales) no puede ser historia buena, aunque puede ser reconfortante para quienes la cultivan". "Es esencial que los historiadores defiendan el fundamento de su disciplina: la supremacía de los datos". Eric Hobsbawm, 1994. Muchos historiadores creen que la teoría por sí misma lo explica todo. Pobre de los hechos empíricos que no cuadren con la teoría: los desechan o los modifican para que cuadren con la teoría. Creo que allí se esconde una curiosa forma de pereza mental y pereza de trasero. Esos teóricos no entienden que el oficio del historiador es una disciplina más o menos empírica, y no exactamente filosófica-especulativa, que requiere de largas y fatigosas jornadas en los archivos. "Teóricos de toda clase, dice Hobsbawm, dan vueltas alrededor de los mansos rebaños de historiadores que pacen en los ricos pastos de las fuentes primarias o rumian las publicaciones de sus colegas". Conozco una chica atacada por el teoricismo, participante en una maestría en historia que sostenía # Global Journal of Human Social Science Volume XII Issue I Version I 2 102 Ocho Pecados Capitales Del Historiador # Sexto : Teoricismo (documentalismo). pecado empirismo y que había un antagonismo social acusado entre el club de los oligarcas y el club de las clases populares en Carora. "La historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases", repetía. La investigación mostró (no demostró) que algunos oligarcas actuaron como personajes de relieve y promovieron la fundación del club popular llamado Centro Lara. Y que fue un oligarca "renegado" que movió la idea de crearlo en 1938 para la sociabilidad de las clases medias emergentes y el populacho. Me refiero a don Cecilio Zubillaga Perera, un auténtico intermediario cultural en la expresión del historiador marxista francés Michel Vovelle. Pero en todo caso es preferible el teoricismo al simple empirismo, como ha dicho el postulador de la "historia total", el profesor Pierre Vilar (1906Vilar ( -2003)). Los perceptores sin conceptos, como vino a decir Kant, están ciegos. Dejemos que sea el propio autor de Cataluña en la España moderna (1962) quien lo diga: "no me gusta, tampoco, lo que yo llamaría el "vértigo teórico", las largas páginas únicamente dedicadas a consideraciones abstractas o verbales, o a justificaciones por los textos, no por los hechos. A pesar de que sigo fiel a lo que dije hace ya tiempo frente a los investigadores empíricos y positivistas: el exceso de inquietud teórica es de todos modos preferible la ausencia de inquietud". Sé de personas que en el afán de lo empírico han retrocedido o en todo caso se han quedado estancados en los paradigmas investigativos ya superados del positivismo decimonónico, y siguen creyendo que el conocimiento histórico está indefectiblemente en el documento escrito, pues sólo éste tipo de fuentes y no otro conocen. He conocido de participantes de maestrías en historia que ha habido que ir a "rescatarlos" a los archivos y repositorios, pues prácticamente se han enterrado en ellos sin remedio. Andan, pues, buscando el último documento. El historiador británico Edward Hallet Carr dice al referirse a los datos empíricos en sí mismos: "los ladrillos son importantes, pero un montón de ladrillos no constituyen una casa". Pero es absolutamente necesario recordar que toda ciencia -y la historia sin duda lo es-trabaja con conceptos y categorías. Reinaldo Rojas ganó en México en 1995 un premio continental de historia colonial adornado con el nombre de Don Silvio Zavala con una obra titulada Historia social de la Región Barquisimeto en el tiempo histórico colonial, 1525-1810 (1995). Nos dice Rojas que ninguno de los componentes del jurado calificador ha estado jamás en Venezuela y que, en todo caso tal jurado premió el esfuerzo teóricometodológico, la perspectiva interdisciplinar y de síntesis allí contenida. En todo caso, como en todas las ciencias, recordamos mucho más fácilmente la teoría y no los datos. Los historiadores Cardoso y Pérez Brignoli nos han advertido que en América Latina, sin embargo, la teoría brilla por su ausencia. Es una rara avis. Obras de gran aliento histórico y antropológico y de cobertura continental como Casa-grande y senzala, (1933) del brasileño Gilberto Freire carece por completo de conceptos. Darcy Ribeiro sostiene que ello se debe al temor de pasar por marxista, pues este autor cursó estudios con el antropólogo hebreo Franz Boas en los EEUU en la década de los 20 del siglo pasado. A pesar de ser esa obra una descripción sistemática, criteriosa, exhaustiva, cuidadosísima de los modelos culturales, pero desinteresada respecto a cualquier generalización teórica, Gilberto Freyre escribe: "Por poco inclinados que estemos al materialismo histórico, en tantas cosas exagerado en sus generalizaciones , principalmente en obras de sectarios y fanáticos, hemos de admitir la influencia considerable, aunque no siempre preponderante, de la técnica de la producción económica sobre la estructura de las sociedades en la caracterización de su fisonomía moral. Es una influencia sujeta a al reacción de otras, y sin embargo, poderosa como ninguna en la capacidad de aristocratizar o democratizar a las sociedades, de desarrollar tendencias hacia la poligamia o la monogamia. A mucho de lo que se supone el resultado de rasgos o taras hereditarias preponderando sobre otras influencias, en los estudios aún fluctuantes de eugenia y de cacogenia, se le debe más bien asociar a la persistencia, al través de generaciones, de condiciones económicas y sociales favorables o desfavorables al desarrollo humano". Dice el antropólogo brasileño Darcy Ribeiro que no sería justo olvidar que ninguna de las obras clásicas de las ciencias sociales es explicable por sus virtudes metodológicas. Al contrario. Todo lo que se produjo con extremado rigor metodológico, haciendo corresponder cada afirmación con la base empírica en la cual se asienta, y calculando y comprobando estadísticamente todo, resulta mediocre y de breve duración. El hombre de ciencia, sólo necesita aprender métodos y estudiar metodologías para olvidarlos después. Olvidarlos tanto en la operación de observación como en esa misteriosa e inexplicable operación de inducción de las conclusiones. Olvidarlas, sobre todo, en la construcción artística de la obra en que deberá comunicar a sus lectores, tan persuasivamente como sea posible, lo que él sabe." Ahora entiendo los gruñidos del doctor Federico Brito Figueroa en las aulas de clases del Pedagógico Luis Beltrán Prieto Figueroa de Barquisimeto cuando decía enfática y repetitivamente: "no soy me-to-dó-lo-go". El método es muchas veces y casi siempre una camisa de fuerza que mata la imaginación. Pero hay otro tipo de científicos que opinan diferente. Tal es el caso del doctor Carl Sagan (1934Sagan ( -1996)), profesor de Astronomía y Ciencias Espaciales de la Universidad de Cornell (EEUU), quien nos dice que para el divulgador de la ciencia es un desafío supremo la historia actual y tortuosa de sus grandes # Global Journal of Human Social Science Volume XII Issue I Version I 103 Ocho Pecados Capitales Del Historiador descubrimientos y equivocaciones, y la testarudez ocasional de sus practicantes en su negativa a cambiar el camino. Muchos, quizá la mayoría de los libros de texto de ciencias para científicos en ciernes, lo abordan con ligereza. Es mucho más fácil presentar de modo atractivo la sabiduría destilada durante siglos de interrogación paciente y colectiva sobre la naturaleza que detallar el complicado aparato de destilación. El método, aunque sea indigesto y espeso, es mucho más importante que los descubrimientos de la ciencia, dice Sagan. La mayoría de los estudios de cuarto y quinto nivel en historia (Maestría y Doctorado) en Venezuela muestran una tendencia marcada al teoricismo en desmedro de los métodos de investigación. Los cuatro o seis semestres de la escolaridad se agotan en discusiones meramente teóricas, dejando de lado el problema concreto, real e inquietante del archivo. Esta experiencia tan rica en sus particularismos (la lógica informal de la vida) se deja para el final de la escolaridad, y es allí cuando el participante se encuentra como inerme e impotente ante el fárrago de información contenido en cualquier repositorio. Una sentencia del maestro Bloch como la que dice: "nadie sabe lo que encuentra si no sabe lo que busca" le evitaría el famoso síndrome TMT (todo menos tesis). TMT que ha frustrado a más de un participante que por lo general es buen lector, que ha cultivado una buena cultura y posee una oratoria impresionante, pero que se desinfla y se desanima con asignaturas prácticas que no se aprenden con la sola teoría, como es el caso de la paleografía o con la cartografía geohistórica. Leer y transcribir un documento del siglo del siglo XVII o construir con sus manos o con ayuda de la computadora u ordenador una carta temática de los flujos de una firma comercial del siglo XIX, por ejemplo, los desanima de tal manera que terminan quedándose con la sola aprobación de la escolaridad, y dejando la posibilidad de concluir la Tesis de Grado para un futuro remotísimo. Y eso que no nos hemos referido a la Estadística, ni a los problemas que casi siempre se presentan en la relación tutor-participante. Lo que quiere decir que el oficio de Clío es una curiosa ciencia que mezcla la empíria y la teoría de manera muy específica y particular. El Franco-Condado (1912) de Febvre es un modelo de un cuidadoso examen empírico, allí como en su obra posterior nos enseña que un montón de piezas de archivo no da respuesta al historiador si éste sabe interrogarlo. Ya lo dijo Karl Marx: "En la ciencia no hay calzadas reales, y quien aspire a remontar sus luminosas cumbres tiene que estar dispuesto a escalar la montaña por senderos escabrosos". El insigne historiador británico Edward Hallet Carr (1892-1982) autor de la monumental Historia de la Rusia soviética, dice que: "La relación entre pensamiento y acción, entre teoría y práctica, entre reflexión y observación, entre lo abstracto y lo concreto, entre lo general y lo particular, constituye el problema fundamental de toda la sociología, economía, política e historia. La inmensa fuerza del pensamiento de Karl Marx reside en la plena conciencia de este problema y en la respuesta que le dio". "En el peor de los casos, dice Carr, la historia se convierte en una sucesión de acontecimientos cuyas conexiones causales no estamos, en principio, preparados para descubrir. Todo esto hubiese provocado el anatema de Marx. Marx no era empirista. Estudiar la parte sin hacer referencia al todo, el hecho sin considerar su significación, el acontecimiento sin referirnos a su causa o consecuencia, la crisis concreta sin entroncarla a la situación global, todo ello hubiese parecido a Marx un ejercicio estéril". Es de destacar que este historiador y diplomático de carrera abogó en su obra ¿Qué es la historia? (1961) por la superación del positivismo historicista predominante en el siglo XIX, insistiendo en la continua interacción del historiador y los datos. Dejemos que sea el historiador marxista británico Edward Palmer Thompson (1924Thompson ( -1993)): La lógica de la historia. Miseria de la teoría, quien nos aclare, finalmente, la relación teoría y dato: "El discurso de la demostración de la disciplina histórica consiste en un diálogo entre concepto y dato empírico, diálogo conducido por hipótesis sucesivas, por un lado, e investigación empírica por el otro. El interrogador es la lógica histórica; el instrumento interrogativo una hipótesis (por ejemplo la manera en que diversos fenómenos hayan podido actuar unos sobre otros); el que contesta es el dato empírico, con sus propiedades concretas.(?) Adviértase bien, no los "datos empíricos" por sí mismos, sino los datos empíricos interrogados de este modo". De lo contrario seremos presa fácil de la Bestia empirista, dice Thompson. Séptimo pecado: Acriticismo. La deconstrucción de mitos políticos o sociales disfrazados de historia forma parte desde hace tiempo de las obligaciones profesionales del historiador, con independencia de sus simpatías. Eric Hobsbawm, 1994. Que quiere decir que hay investigadores que creen a ciegas en todo lo que leen u oyen. Dice Bloch en su Apología de la historia o el oficio del historiador: "El verdadero progreso surgió el día en que la duda se hizo "examinadora"; cuando las reglas objetivas, para decirlo en otros términos, elaboraron poco a poco la manera de escoger entre la mentira y la verdad". Es importantísimo el estudio crítico de los errores y deformaciones que acontecen durante la transmisión de los recuerdos. El historiador debe estudiar ante todo cómo se forman los testimonios y las tradiciones. "Una de las razones del éxito de la ciencia (natural) es que tiene un mecanismo incorporado que corrige los errores en su propio seno. Quizá algunos consideran esta característica demasiado amplia, pero, para mi, dice el profesor del Instituto Tecnológico de California Carl Sagan, cada vez que ejercemos la autocrítica, cada vez que comprobamos nuestras ideas a la luz del mundo exterior, estamos haciendo ciencia. Cuando somos autoindulgentes y acríticos, cuando confundimos las esperanzas con los hechos, caemos en la pseudociencia y la superstición". No debemos olvidar bajo ninguna circunstancia que nosotros los historiadores profesionales, dice Hobsbawm, somos los principales productores de la materia prima que se transforma en propaganda y en mitología. El ya mencionado Diccionario de historia de Venezuela, de la Fundación Polar (1997) sostiene que los restos mortales del prócer de la Independencia suramericana, General de División Pedro León Torres se encuentran en el Panteón Nacional desde 1896, cuando quien escribe estas líneas prepara un viaje a Yacuanker, Colombia, a repatriarlos en breve a Venezuela. En otro lugar aparece que el filósofo Rafael Villavicencio era natural del estado Lara. Y se supone que este útil Diccionario está hecho por especialistas investigadores. En otro caso conseguí en el Archivo de la Diócesis de Carora un "Acta de la fundación de la Cofradía del Santísimo Sacramento", fechada en 1585. Una mano piadosa, sin embargo, cambió el nombre del documento con fines didácticos, acaso, el cual se llamaba desde el siglo XVI: "Constituciones y ordenanzas de la cofradía del Santísimo Sacramento". Y el error prosperó y se propaló de tal forma desde 1924, fecha en que se produjo el cambio tan importante en la trascripción del documento. El espíritu de la duda cartesiana parece que no ha llegado hasta nosotros los hispanoamericanos. No en balde ha dicho el Nobel de Literatura Octavio Paz: "no tuvimos Ilustración". Otros creen a pie juntillas que el iniciador de la historia de las mentalidades en el país es un prominente miembro de nuestra Academia Nacional de la Historia, el doctor Elías Pino Iturrieta, cuando en realidad ese caballero, egresado del Colegio de México, sólo es un historiador de las ideas o un historiador de intelecto, concepciones que parten de la idea de que las personas tienen ideas claras y que son capaces de transmitirlas. Los textos son una expresión de los autores y como tales deben tomarse en serio. El concepto de mentallité, en cambio, designa posturas que son mucho más difusas que las ideas y que, a diferencia de éstas, son propiedad de un grupo colectivo, no el resultado del pensamiento de determinados individuos. Por ello se le asocia a la historia serial, que trabaja con largas secuencias de datos (los grandes números) que son procesados electrónicamente para estudiar procesos como la idea de la muerte contenida en cientos de testamentos, o el grado del entusiasmo religioso medido por la "entrada" de miles de creyentes a una hermandad o cofradía en un período de tres y más siglos. "Y (de tal manera) el historiador fue traído de nuevo a su banco de artesano", como dice Bloch. Queremos decir que el estudio de las mentalidades religiosas y colectivas requiere largas y extenuantes jornadas de investigación en los archivos parroquiales, revisar cientos y miles de folios que contienen miles de nombres de piadosos seres humanos, vivos y muertos. Luego habrá que ordenar y tabular toda o parte de esa inmensa información allí contenida: por sexo, profesión, procedencia, edad, año de entrada a la cofradía, fecha de su muerte, cantidad de misas que mandó a hacer luego de su deceso, cantidad de dinero que dispuso para tal fin, el santo de su devoción, tipo de misa que pidió, no se le hizo misa al morir,etc. Luego se requiere hacer cuadros estadísticos, cuadros de barras, pasteles de distribución, gráficos de curvas, y otras formas de representación. Al final se requiere interpretar esas largas cadenas de datos, para establecer, por ejemplo, los años o décadas de mayor devoción, el auge y declive de una cofradía, el momento de aceptación de los dogmas de la Iglesia católica por los esclavos negros o por los aborígenes. Creemos que esta esentre otras-una de de las razones por las cuales tal tipo de historia se halla en estado gestación en nuestro país. En consecuencia, podemos afirmar que hacer estudios de las ideas o del intelecto es mucho más cómodo que hacer historia de las mentalidades. Las ideas están contenidas en libros, en periódicos, en manuscritos que han sido redactados para comunicarlas en forma más o menos explícita. En cambio en las mentalidades hay que establecer lo que quiere decir toda o parte de millares de unidades de información o "bits" contenidas en miles de folios de los siglos XVII, XVIII y XIX, como fue en el caso de mi investigación titulada Llave del Reino de los Cielos. Iglesia católica, cofradías y mentalidad religiosa en Carora, siglos XVI al XIX (2002). Es recomendable, pues, al enfrentar este tipo de investigaciones tener los conocimientos básicos y esenciales para manejar las computadoras u ordenadores. Aunque, debo aclarar, yo me remití a la estadística descriptiva, dejando para otra ocasión la utilización de fórmulas para establecer varianzas o desviaciones estándar, o correlaciones entre dos variables, entre otras. Ello se debió a dos situaciones. La primera tiene que ver en que me dejé influenciar por el físico teórico británico Stephen Hawking (1942) cuando dijo que agregar una sola fórmula a su libro Historia del tiempo, le iba a restar # Global Journal of Human Social Science Volume XII Issue I Version I 105 Ocho Pecados Capitales Del Historiador miles de lectores. La otra fue la urgencia académica que me impedía retrasar la investigación. En otro lugar nos dice el fundador de la historia de las mentalidades: "Un historiador, si emplea un documento, debe indicar, lo más brevemente posible, su procedencia, es decir, el medio de dar con él, lo que equivale a someterse a una regla universal de probidad. Nuestra opinión, emponzoñada de dogmas y de mitos-aún la más amiga de las luces-, ha perdido hasta el gusto de la comprobación". En la crítica de los testimonios casi todos los dados tienen trampa, agrega Bloch. Y como refiriéndose a Venezuela de hoy, víctima de la polarización y la manipulación mediática, dice: "los periódicos no han dado aún con su Mabillón". Este humilde monje benedictino francés del siglo XVII es un protagonista en el desarrollo de la moderna historiografía tan importante como Voltaire, lo que es justo recordar. Nuestro historiador Eduardo Arcila Farías afirma que don José Oviedo y Baños, el abuelo de los escritores venezolanos y autor de Historia de la conquista y población de Venezuela (1723) que el espíritu de Mabillón se puede encontrar en sus escritos. El método crítico, escribe Bloch fue practicado por eruditos, exegetas, curiosos, pero no por los escritores de historia. A pesar del enorme avance logrado por la crítica en el siglo XX nos sorprende que sobre la vida de Bloch y de Febvre esté rodeada de Eduardo Arcila Farías equívocos y medias verdades. Joseph Fontana, por ejemplo, afirma que los Anales recibió financiamiento de los EEUU, otros han querido ver en el deseo de Febvre de seguir publicando la revista de la Escuela bajo la ocupación nazi como signo de su colaboracionismo. Etienne, hijo de Marc Bloch, nos ha aclarado que su padre no fue fusilado, como solemos repetir, sino que fue simplemente asesinado, ello porque no fue llevado a juicio como se procede con los que van a ser enviados al paredón. El manuscrito interrumpido de Marc Bloch, Apología de la historia también ha ocasionado más de un quebradero de cabeza. En cierta ocasión Febvre dijo que la palabra evolución no aparece en todo el libro, lo cual no es cierto, como él mismo reconoció luego. En otro momento, durante la composición tipográfica, o la corrección de pruebas, vuelve a faltar otra hoja, y Febvre crea otro enlace con las páginas restantes. Enlace en el cual poquísima gente ha reparado. Massimo Mastrogregori, historiador italiano, dice que vio por casualidad en las notas blochianas en los Archivos de Francia, que en el reverso de las fichas de lectura estaba escrito de manera apretada; y que acercando uno al otro aquellos fragmentos de hoja se podían obtener, como en un rompecabezas, páginas enteras. Con sorpresa, dice, que se dio cuenta que se trataba de apuntes para la Apología de la historia. De modo que la propia vida de Bloch es un verdadero jeroglífico al cual le han sido seccionadas partes importantes de su estructura: su familia judía, su niñez, sus estudios primarios y secundarios, su militancia política (su hijo Etienne dice que era socialista), su distanciamiento intelectual de Febvre, el proyecto de este último de proyectar simultánea y paralelamente a los Anales otra revista, su coqueteo y posterior abandono del marxismo, su deseo de emigrar a los EEUU y emplearse allí como maestro, la renuncia a esta idea. ¿Qué es lo verdadero, lo falso y lo verosímil en lo que acabamos de decir? Use usted, amigo lector, la crítica. A ello los invitamos. El historiador vivo más importante del presente, Eric Hobsbawm, nos advierte que el nacionalismo es una cultura de la identidad que está anclada en el pasado por medio de mitos disfrazados de historia. "Sobre esto dijo Renan lo siguiente hace más de cien años: "Olvidar, incluso interpretar mal la historia, es un factor esencial en la formación de una nación, motivo por el cual el progreso de los estudios históricos es a menudo un peligro para la nacionalidad". La versión nacionalista de su historia consiste en anacronismos, omisiones, descontextualizaciones y, en casos extremos, mentiras". Menciona el autor de La invención de la tradición (2002) la falsificación de manuscritos en Bohemia, la escritura de una epopeya nacional escocesa antigua y apropiadamente gloriosa (como "Ossian" de James Macpherson) o la producción de una obra de teatro público totalmente inventada (?) como en Gales (? )el gran medievalista inglés J. Horace Round forjó su reputación con una serie de disecciones sin piedad de los árboles genealógicos de familia de la nobleza británica que afirmaban descender de los invasores normandos. Round demostró que tales pretensiones eran falsas. El "sudario de Turín" (?) reliquia sagrada del cual amasaron su fortuna los centros de peregrinaje medieval, no pudo resistir la prueba de la datación por el radiocarbono B a la que fue necesario someterlo". El finado científico estadounidense Carl Sagan, defensor a ultranza de lo que llamó "maestro despiadado", el método científico, y un escéptico notable, así como un gran acusador de la cultura del secreto, a la que tildó de incompatible con la democracia y con la ciencia, quien además dijo una de sus más célebres sentencias cuando afirmó que "la metafísica no tiene laboratorio", se lamentaba amargamente que el escepticismo (duda de lo que es aceptado como realidad), sus herramientas no suelen estar al alcance de los ciudadanos de nuestra sociedad. Casi nunca se menciona en las escuelas, ni siquiera en la presentación de la ciencia, su más ferviente practicante, aunque también el escepticismo Global Journal of Human Social Science Volume XII Issue I Version I # 106 Ocho Pecados Capitales Del Historiador surge espontáneamente de las decepciones de la vida cotidiana. Nuestra política, economía, publicidad y religiones (nuevas y viejas) están inundadas de credulidad. Los que tienen algo que vender, los que desean influir en la opinión pública, los que mandan, podría sugerir un escéptico, tienen un interés personal en no fomentar el escepticismo. No se trata de un nuevo pirronismo cuando hablamos del escepticismo moderno, actitud del pensamiento que tiene sus iniciadores en Montaigne (1533-1592) y David Hume (1711-1776), una tradición que no tuvo arraigo profundo en la América colonial de habla española. El escepticismo ha influido de manera decisiva en la filosofía pragmatista norteamericana y en la filosofía analítica anglosajona. El escepticismo nos ayuda a reconocer las falacias más comunes y peligrosas de la lógica y la retórica. Se pueden encontrar muchos buenos ejemplos en religión y política, porque sus practicantes a menudo se ven obligados a justificar dos proposiciones contradictorias. Veamos de qué manera Carl Sagan dice que se encuentran las falacias: Falacias ad hominen (o contra el hombre): atacar al que discute y no su argumentación. P. ej. "El doctor Federico Brito Figueroa tenía mal carácter, no era un historiador que debe ser tomado en serio". O esta otra : "Laureano Vallenilla Lanz era defensor de la tiranía gomecista, por lo que sus tesis históricas deben ser desechadas por falaces". Falacia de argumento de autoridad: P. ej.: "El papa Benedicto XVI ha de ser un magnífico historiador de las religiones". Lo que en efecto no es; sus apreciaciones sobre el Islam han tenido efectos catastróficos mientras escribo estas reflexiones. Falacia de argumento de consecuencias adversas: "Dios existe porque la justicia humana es insuficiente y la sociedad se haría ingobernable sin El".O bien: "El gobierno del Presidente Chávez nos conduce al totalitarismo de signo stalinista". Falacia de la llamada a la ignorancia: La declaración de que todo lo que no ha sido demostrado debe ser cierto, y viceversa. P. ej.: "No tendremos jamás un cerebro del hombre de Neanderthal, por lo que no podremos negar su capacidad telepática". Falacia por un argumento especial. A menudo para salvar una proposición en un problema retórico profundo. Por ejemplo: "Cómo puede haber seguidores del cristianismo que perpetraran tanta crueldad? Argumento especial: no entiendes el libre albedrío. Falacia de pedir la pregunta, llamado también asumir la respuesta. Por ejemplo: Debemos implantar la pena de muerte para desalentar el crimen. Falacia de la selección de la observación, llamada también enumeración de circunstancias favorables o, como lo describió Francis Bacon, contar los aciertos y olvidar los fallos. Por ejemplo: "Un estado se jacta de los presidentes que ha tenido, pero no dice nada de los asesinos en serie". Falacia de la inconsistencia: por ejemplo: atribuir el descenso de la esperanza de vida en la URSS a los defectos del comunismo; pero no atribuir nunca la alta tasa de mortalidad infantil de los EEUU, una de las más altas de un país industrializado, a los defectos del capitalismo. Falacia non sequitur "no sigue", en latín. Por ejemplo: Estados Unidos prevalece porque Dios es grande. Los que caen en esta falacia es simplemente que no han reconocido posibilidades alternativas. Falacia post hoc, ergo propter hoc: en latín, "después de esto, luego a consecuencia de esto". Por ejemplo: "Conozco a una mujer de 26 años que parece tener 60 porque toma píldoras anticonceptivas". Falacia de la exclusión del medio o falsa dicotomía: considerar sólo los dos extremos en un continuo de posibilidades intermedias. P. ej.: "El que no quiere a Venezuela la odia". Falacia de la pregunta sin sentido: Por ejemplo: "Qué ocurre cuando una fuerza irresistible choca con un objeto inamovible? Pero si existe algo así como una fuerza irresistible no puede haber objetos inamovibles, y viceversa. Falacia del corto plazo: P. ej.: "Antes que atacar la inflación con la reforma monetaria, el gobierno Bolivariano de Venezuela debe agotar sus esfuerzos en la lucha contra el crimen". Falacia del terreno resbaladizo: Relacionado con las dos falacias anteriores por la exclusión del medio. P. ej. : "El aborto en las primeras semanas de embarazo, hará imposible impedir la muerte de un bebé formado". Falacia de confusión de correlación y causa. P. ej.: "Desde que los venezolanos comenzamos a consumir harina precocida de maíz se dispararon los índices de criminalidad". Falacia del hombre de paja: Caricaturizar una postura para facilitar el ataque. P. ej.: "Los trenes de la Alemania comunista no llegaban a la hora, por lo que el marxismo es una doctrina falsa". Falacia de la prueba suprimida, o media verdad. P. ej.: "El Presidente de Venezuela ha renunciado", decía la oposición en abril del 2002. Nunca apareció la carta de renuncia firmada por Hugo Chávez. Falacias de las palabras equívocas: En el oficio de Clío se puede confundir la historia realidad con la historia conocimiento, tal como mostró Pierre Vilar; es decir que el término "historia" tiene diversos contenidos. Una cosa es decir "la historia de Venezuela", otra es decir "la historia nos enseña", o esta otra dicha por Fidel Castro "la historia me absolverá". El idioma alemán actual hace una clara distinción entre "Historie" como realidad y "Geschichte" como conocimiento de ella. Y como si fuera poco, añade luego la palabra Global Journal of Human Social Science Volume XII Issue I Version I 107 Ocho Pecados Capitales Del Historiador "Historik" como tratamiento de los problemas metodológicos. Este es el sentido que le da Droysen en su clásica obra Histórica. Lecciones sobre la Enciclopedia y metodología de la historia. Pero en la lengua de Cervantes estamos condenados a usar la vieja palabra historia de distintas maneras y, en consecuencia, aclarar la forma en que va a ser usada en cada oportunidad. Conocer la existencia de esas falacias retóricas y lógicas completa nuestra caja de herramientas, dice Sagan, quien de seguido agrega: "Como todas las herramientas, el equipo de detección de camelos (engaños, noticias falsas) puede usarse mal, aplicarse fuera de contexto o incluso aplicarse rutinariamente como alternativa al pensamiento. Pero si se aplica con juicio, puede marcar toda la diferencia del mundo, y nos ayuda a evaluar nuestros propios argumentos antes de presentarlos a otros". No resulta gratuito, pues, que la obra que hemos consultado de este autor El mundo y sus demonios, se subtitule: La ciencia como una luz en la oscuridad. Fue la Escuela de Frankfurt (1923) la que creó la llamada "teoría crítica", la que se debe entender como la negación de lo que parece evidente, el no satisfacerse con lo que está dado. Fue una de las lecturas en mis años mozos que me cautivó durante mis estudios de pregrado en la serrana universidad emeritense. Estos filósofos aún vivían y recuerdo que nos apasionaba sobre todo el alemán Herbert Marcuse (1898-1979) y sus trabajos como El marxismo soviético (1958), Eros y civilización (1955), El hombre unidimensional (1964), Razón y revolución. Hegel y el surgimiento de la teoría social (1941), entre otros. Se le consideraba el padre espiritual de los sucesos de 1968 que estremecieron a Francia, Alemania, Italia, España y México. Entre las tareas del pensamiento crítico se encuentra la de hacer emerger las contradicciones que recorren de hecho la sociedad y la cultura, conducirlas a su evidencia. Se trata de un recorrido nada fácil porque nunca se es lo suficientemente astuto como para huir de los mecanismos de manipulación y control ni nos encontramos lo suficientemente al margen de traducir la crítica en positividad y sistema. Pero ésta es la "fatiga del concepto" de la cual hablaba Hegel y en la cual consiste el trabajo del pensamiento, nos dice Franca D´Agostini. Estos pensadores, a la cabeza de los cuales se hallaba Max Horkheimer, acompañado de Teodor Adorno, Herbert Marcuse y más recientemente Jürgen Habermas, se han constituido en una de las herramientas del pensamiento más eficaces y constructivas para desmontar la mentira en la sociedad contemporánea, sociedad que ha sufrido unos cambios tan radicales e inesperados que Carlos Marx nunca pudo avizorar a pesar de su genio. En este sentido habrá de entenderse el empeño de la Escuela de Frankfurt como una actualización adecuada del marxismo. OCTAVO PECADO: CRONOLOGISMO. "La historia de la sociedad es historia; es decir, tiene el tiempo cronológico real como una de sus dimensiones". Eric Hobsbawm, 1972. Decía el recientemente fallecido profesor Pierre Vilar que no hay cosa que me mortifique que adivinar, en un auditorio joven, la expectativa siguiente: "he aquí el profesor de historia; nos va a enseñar que Francisco I ganó la batalla de Marignano en 1515 y perdió la de Pavía en 1525". Hace mucho tiempo que me sublevé públicamente, por vez primera, contra esta imagen". Estas palabras de Vilar fueron dichas en 1937, en plena guerra civil de España, pero aún parece que el cronologismo goza de muy buena salud. En el reciente III Congreso Suramericano de Historia, Universidad de Los Andes, julio de 2007, Mérida, Venezuela, en una mesa sobre historia de la educación universitaria el doctor Reinaldo Rojas se refería a la existencia de dos universidades coloniales en Venezuela, la de Caracas (1725) y la de Mérida (1808-1810). Con cierta malicia preguntó el conferencista a los allí reunidos:¿ y cuál fue la primera universidad republicana? A lo que de inmediato respondieron los zulianos: "la del Zulia, fundada en 1891". A lo cual replicó Rojas: "no, la primera universidad republicana no fue la del Zulia, pues la primera que se reformó en este sentido fue la Universidad de Caracas en 1827, de las manos del Libertador Simón Bolívar y el doctor José María Vargas. Este pecado es de vieja data y fueron los positivistas los que lo llevaron a sus últimas consecuencias. Pensaban que ordenar los hechos históricos en una rigurosa cronología daba explicación por sí misma a tales hechos históricos. Son las famosas cadenas de causa y efecto. Así 1810 en la historia de Venezuela explica a 18l1; 1811 a 1821; 1821 a 1830; 1830 a 1859 y así sucesivamente?Consciente de los problemas que acarrea el cronologismo, quien escribe estas líneas se enfrentó un problema de clasificación de las temporalidades en la historia de la Iglesia católica en Carora, Venezuela, desde el siglo XVI hasta el XIX. Hubiera sido muy sencillo clasificar en dos la historia de la Iglesia: la colonial por un lado y la republicana por el otro. Pero la historia de la Iglesia responde a otras temporalidades, distintas en lapsos y en acontecimientos a los de la vida laica y seglar. En este sentido dividí la historia de la Iglesia así: a. Ocho Pecados Capitales Del Historiador Es ineludible, en consecuencia, dejar atrás la historia-crónica y ponernos en marcha hacia una historia-investigación dotada de espíritu analítico, una explicación del pasado y no su simple descripción. De tal manera pues que los cronologistas no podrán comprender las afirmaciones como la del tono que hizo nuestro Mariano Picón Salas cuando dijo que Venezuela entró al siglo XX en 1935, o esta otra del historiador francés Jacques Le Goff en el sentido que la Edad Media no se canceló en el siglo XVI sino que se prolongó hasta el siglo de la Luces, el siglo XVIII. Y qué decir del "siglo corto" de Eric Hobsbawm, tal como llama este historiador británico nacido en 1917 al siglo XX, pues, según sostiene la pasada centuria se inició con la Revolución Bolchevique rusa en 1917 y se canceló con el desmoronamiento de la Unión Soviética en 1991. ¡Un siglo de apenas 74 años! Veamos un ejemplo de los más emblemáticos de esta sujeción canóniga a las fechas y a los calendarios. Quien escribe estas líneas realizó un trabajo para una profesora que nos dictaba una asignatura en la Maestría en Historia en la Universidad José María Vargas, de Caracas. Le pareció un buen trabajo, pero me hizo una observación: "profesor, he notado que en cada página usted coloca las fechas sin orden, es decir coloca el año 1890 al final de la hoja y al comenzarla coloca el año 1911. Eso no se debe hacer", me dijo. Guardé silencio, pero para mis adentros reflexioné que aquella bien intencionada docente no había superado el paradigma newtoniano del tiempo y la visión positivista del universo como si fuera un sistema mecánico que se rige por la Jacques Le Goff 1924 matemática. El tiempo, enseña Einstein no es un absoluto sino que depende del observador. Aquella profesora me estaba exigiendo una mera descripción de secuencias cronológicas. Para los historiadores cronologistas habrá de resultar incomprensible la división tripartita de los tiempos que planteó Fernand Braudel (1902Braudel ( -1985) ) en un artículo denominado La larga duración (La longue durée) revista "Annales. Economía, Sociedades, Civilizaciones". 13, nº 4 octubre-diciembre de 1958. En su obra más emblemática (y menos leída) sobre el Mediterráneo: El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II (1949) distingue entre el tiempo casi estacionario del mar Mediterráneo como espacio geográfico (la longue durée), el tiempo lento de las estructuras sociales y económicas (conjonctures) y el tiempo rápido de los acontecimientos políticos (évènements). Es que para los historiadores analistas no existe ya un solo tiempo, sino tiempos muy diversos. Braudel nos dice: "la dificultad estriba en que no hay sólo dos o tres temporalidades, sino más bien varias decenas: y cada una de ellas implica una historia particular. Sólo la suma de estas temporalidades, de estas medidas del tiempo, operadas por las ciencias del hombre puede devolvernos esa historia total cuya imagen tan dificil resulta de reconstituir en su rica entidad". Así, en este sentido, el clásico ensayo de Le Goff El tiempo de la Iglesia y el tiempo del comerciante en la Edad Media nos dará una idea de lo que vinimos diciendo. Pero ya Fustel de Coulanges (1830-1889) en su obra La ciudad antigua (Libro III. La ciudad) había dicho ya en 1868: "Hasta aquí no hemos ofrecido, ni todavía podemos ofrecer, ninguna fecha. En la historia de estas sociedades antiguas (Grecia y Roma), las épocas se determinan más fácilmente por la sucesión de las ideas y de las instituciones, que por la de los años". En un prólogo que escribió el español José Ortega y Gasset (1883-1955) a una obra del filósofo antipositivista alemán Wilhelm Dilthey (1833-1911) llamada Introducción a las ciencias del espíritu dijo una serie de apreciaciones sobre la cronología que puede ser muy útil para ciertas clarificaciones: "En historia la cronología no es como suele creerse, una denominatio extrinseca sino, por el contrario la más sustantiva. La fecha de una realidad humana, sea la que sea, es su atributo más constitutivo. Eso trae consigo que la cifra con la que se designa la fecha pasa a tener un significado puramente aritmético, cuando más, astronómico, a convertirse en un nombre o una noción de una realidad histórica. Cuando este modo de pensar sea común entre los historiadores, podrá hablarse en serio de que hay una ciencia histórica". En una palabra, dice Aróstegui, la cronología es únicamente el tiempo físico, pero éste y el tiempo histórico no se oponen. ¿Por qué este octavo pecado ha tenido tan larga vida entre los historiadores? Simplemente porque la cronología ha sido desde los inicios de la civilización y quizá antes, el primer instrumento comparativo y jerarquizador de lo sucedido. Es por ello, dice Georg Iggers (1926), que un aspecto en común tiene la ciencia histórica desde Leopold Von Ranke y la ciencia histórica desde Tucídides ((460-460 a. C.) hasta Edward Gibbon (1737-1794): la exposición histórica sigue las acciones que realmente tuvieron lugar en su sucesión diacrónica, es decir, sólo conoce un tiempo unidimensional, en el que los sucesos posteriores siguen a los anteriores y se hacen comprensibles gracias a éstos. Vivimos aún en una sociedad de dos culturas, nos dice Ilya Prigogine: la de las ciencias naturales y la de las ciencias humanas. La comunicación entre los miembros de estas dos culturas es difícil ¿Cuál es la razón de esta dicotomía? Esta dicotomía tiene una razón profunda, se debe a la manera en que es incorporada la noción de tiempo en cada una de las dos culturas. Lo que distingue a ambas culturas es describir el paso del tiempo. También se podrían tratar de distinguir por la complejidad de su objeto. La física se ocuparía de los fenómenos llamados simples, y las ciencias humanas de los complejos. Pero hoy el abismo entre los llamados fenómenos simples y los complejos se está reduciendo. Sabemos que las partículas elementales y los problemas de la cosmología corresponden a fenómenos sumamente complejos, que han dejado muy atrás las ideas que se tenían al respecto hace tan sólo unas décadas. En cambio, se han postulados modelos simples para describir (de forma esquemática, pero muy interesante) unos problemas que tradicionalmente se habían considerado complejos, como el funcionamiento del cerebro o el comportamiento de las sociedades de insectos. Más adelante dice este Premio Nobel de química que en todos los fenómenos que percibimos a nuestro alrededor, ya sea física macroscópica, en química, en biología o en las ciencias humanas, el futuro y el pasado tienen distintos papeles. Encontramos por doquier una "flecha del tiempo". Se plantea, pues, la pregunta de cómo puede surgir del no Ilya Prigogine tiempo la flecha del tiempo. ¿Es una ilusión el tiempo que percibimos? La cuestión nos lleva a la "paradoja" del tiempo que es el eje de esta obra, (Las leyes del caos. 1997). # Global ¿Cuál es la razón de nuestro ser?, se pregunta Prigogine. Y responde señalando que los desarrollos recientes van precisamente en esta dirección. Ponen de manifiesto la extensión de la ciencia a un conjunto de fenómenos que la ciencia había relegado a la "fenomenología" (Husserl, Heidegger), y que sin embargo para nosotros son parte esencial de la naturaleza. Según Einstein para llegar a la armonía de lo eterno había que ir más allá del mundo sensible con sus tormentos y añagazas. El triunfo de la ciencia estaría relacionado con la demostración de que nuestra vida -inseparable del tiempo-sólo es una ilusión. Es un concepto grandioso, sin duda, pero también profundamente pesimista. La eternidad no conoce sucesos, pero ¿cómo disociamos la eternidad de la muerte? En cambio, el mensaje de esta obra (Las leyes del caos) es optimista. La ciencia es capaz de describir la creatividad de la naturaleza, y hoy el tiempo ya no habla de soledad, sino de alianza entre el hombre y la naturaleza descrita por él. Hemos querido colocar estas reflexiones de Prigogine, quien fue profesor de la Universidad Libre de Bruselas, porque ponen de manifiesto la enorme y extraordinaria complejidad de la noción del tiempo y la importancia tan crucial que ha tomado a fines del siglo XX y a comienzos del XXI. Nosotros los historiadores que tenemos al tiempo y a la duración (Vilar) como nuestra materia prima no debemos estar al margen de esta alucinante, fantástica y asombrosa discusión. Recordemos con Bloch que la historia es ciencia de los hombres en el tiempo. "Oh, Tiempo, sólo tú eres eterno", solía decir nuestro Federico Brito Figueroa. # CONSIDERACIONES FINALES Cuando el presente tiene poco que celebrar, el pasado proporciona un trasfondo más glorioso. Eric Hobsbawm, 1993. Como corolario de todos estos pecados acá comentados, examinados y haciendo un llamado a su superación, no nos queda más que denunciar la precariedad de la formación de nuestros historiadores venezolanos, expertos a lo sumo en el arte de manipular papeles viejos? y nada más. Atosigados los más con una enorme carga docente de aula, sin tener lugar ni disposición física ni mental para la lectura ni mucho menos para la meditación. Este mal no sólo es de nuestro país, pues el historiador británico Eric Hobsbawm escribió: "Lo que deseo recordarles es algo que me dijeron a mí cuando empecé a enseñar en la universidad. "Aquellos por los que estás aquí -me dijo mi propio profesor -no son estudiantes tan brillantes como tú. Son estudiantes mediocres con mentes faltas de imaginación que se licencian sin pena ni gloria con un aprobado justito y cuyos exámenes dicen todos las mismas cosas. Los que son realmente buenos pueden cuidar de sí mismos, aunque disfrutarás enseñándoles. Pero son los otros los que de verdad te necesitan". El oficio del historiador es un oficio hermoso, pero es un oficio difícil y cuya preparación esta, en mi opinión, dice Bloch, muy mal organizada. Los que adelantan alguna que otra investigación, lo hacen casi en solitario, sin apoyo de ningún organismo privado o estatal. Domina entre nosotros lo que se puede llamar una pasión por el secreto, mal que necesariamente habrá de trocarse en un gusto por la información, por el intercambio de información. Mucho menos han de pertenecer nuestros historiadores venezolanos a una comunidad de discurso, por lo que a la desaparición física o intelectual del investigador habrá que, cual Sísifo, comenzar de nuevo. No hay, pues, continuidad de propósitos en las investigaciones. Por ello desde Barquisimeto, Venezuela, estamos enviando un mensaje de aliento y esperanza en el sentido de que los historiadores podemos romper la regla y la tradición, y # Global Journal of Human Social Science Volume XII Issue I Version I 2 110 Ocho Pecados Capitales Del Historiador que sí es posible trabajar en equipo y formar una comunidad de discurso. Eso sí, reconociendo el liderazgo intelectual de los maestros, regla de bronce para constituir comunidades de discurso, y que en nuestro caso se trata de los doctores Federico Brito Figueroa (+2000) y Reinaldo Rojas (1954). Dos hombres que en una genética del intelecto están conectados y nos unen a los fundadores de la Escuela de los Anales y de sus fundadores: Marc Bloch y Lucien Febvre. Ignoran, pues, nuestros historiadores venezolanos los enormes avances epistemológicos, que según Martínez Miguélez , "han ido logrando una serie de metas que pueden formar ya un conjunto de postulados irrenunciables, como los siguientes: Toda observación es relativa al punto de vista del observador (Einstein); toda observación se hace desde una teoría (Hanson); toda observación afecta al fenómeno observado (Heinserberg); no existen hechos, sólo interpretaciones (Nietzsche); estamos condenados al significado (Merleau-Ponty); ningún lenguaje consistente puede contener los medios necesarios para definir su propia semántica (Tarski); ninguna ciencia está capacitada para demostrar científicamente su propia base (Descartes); ningún sistema matemático puede probar los axiomas en que se basa (Gödel); la pregunta ¿qué es la ciencia? no tiene una respuesta científica (Morin). Estas ideas matrices conforman una plataforma y una base lógica conceptual para asentar todo proceso racional con pretensión científica, pero coliden con los parámetros de la racionalidad científica clásica tradicional". En historia, más que en cualquier disciplina, estamos atados a la tradición de manera muy fuerte, ello quizá se deba a la distorsionada idea de que los historiadores sólo nos ocupamos de lo que ya pasó, un frío, yermo e inerte pasado. A Paúl Valèry le parecía la historia una vieja geometría inapropiada ya para un nuevo universo. Se presentaba a los historiadores como el ejemplo extremo de una sensibilidad reprimida, según escribió Hayden White, o mentes cargadas de material inédito, murciélagos de erudición, ignorándose que somos una ciencia de los hombres en el tiempo, según dijo Bloch. Todos estos ataques a la historia se deben al hecho de que como construcción científica somos muy recientes. Somos hijos del pacato y mojigato siglo XIX. Europa en esta centuria era una sociedad mecanicista. El modelo mecánico nos marcó cuando la historia se convirtió en algo parecido a una disciplina reconocida. La ciencia es difícil porque es nueva, dice Sagan, quien agrega: "Nosotros, una especie que tiene unos cientos de miles de años de antigüedad, descubrimos el método científico hace sólo unos siglos. Como la escritura, que tiene sólo unos milenios de antigüedad, todavía no le hemos cogido el truco?o al menos no sin un estudio muy serio y atento". ¿Y qué podemos esperar de la historia como ciencia cuando podemos fechar su nacimiento vacilante a mediados del siglo XIX? La historia es, pues, una ciencia en construcción, como afirmó Vilar. No olvidemos que somos unos artesanos de la cultura que debemos superar los obstáculos de la especialización, y que estamos obligados a demostrar la legitimidad del conocimiento histórico, frente a las opiniones posmodernas que niegan tal posibilidad. Remarquemos con el profesor Pierre Vilar que "el conocimiento histórico es condición de todos los demás, ya que toda sociedad está situada en el tiempo", además que "la historia mala no es historia inofensiva. Es peligrosa", dice Hobsbawm. "Las frases que se escriben en teclados aparentemente inocuos pueden ser sentencias de muerte". Para finalizar he colocado unas interesantísimas reflexiones de Hobsbawm que bien pueden ayudarnos a entendernos como historiadores: "La historia, después de todo, existe como disciplina independiente y distinta de otras ciencias sociales con mentalidad histórica porque en ella las cosas nunca son iguales. Cabría definirla como el estudio que debe investigar la relación de las cosas que no son iguales con las que lo son". Hemos dedicado el presente trabajo de reflexión y de síntesis a Eric Hobsbawm, el maestro, el historiador vivo más relevante del presente, en palabras de Orlando Figes "el historiador vivo más conocido del mundo", nacido en Alejandría, Egipto, en 1917, pasó su niñez en Viena, su adolescencia en Berlín, donde fue testitgo dela llegada al poder de Adolf Hitler, y su juventud en Londres y en Cambridge, en vísperas de la guerra civil española. Ha sido profesor de la universidad de Londres hasta su jubilación, y posteriormente de la New School Research de Nueva York, políglota, cosmopolita y erudito, historiador riguroso pero dotado de una gran fuerza imaginativa, sentido del humor y talento literario, quien pertenece a una escuela que después de la segunda guerra mundial aparece en Gran Bretaña como una generación extraordinaria de historiadores que estaban inicialmente ligados al partido comunista británico. Bajo la inspiración y el magisterio de Maurice Dobb (Estudios del desarrollo del capitalismo) y más lejanamente de R. H. Tawney, se creó una de las "escuelas" marxistas que más entidad, cohesión y aportaciones ha procurado a la historia social utilizando una metodología marxista que, en cualquier caso, lo fue con una extraordinaria flexibilidad y capacidad de renovación. Sus más conocidos representantes han sido, además de Maurice Dobb, Rodney Hilton (La transición del feudalismo al capitalismo), Christofer Hill, Eric Hobsbawm (Rebeldes primitivos. Estudios sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales de los siglos XIX y XX, Historia del siglo XX, La invención de la tradición (con Terence Ranger), La era de la revolución, 1789-1848, La era del capital, 1848-1875, La era del imperio, 1875-1914, Trabajadores. Estudios de historia # Global Journal of Human Social Science Volume XII Issue I Version I 111 Ocho Pecados Capitales Del Historiador de la clase obrera, El mundo del trabajo. Estudios históricos sobre la formación y evolución de la clase obrera, Gente poco corriente, Los ecos de la Marsellesa, Política para una izquierda racional, Industria e imperio. Historia de Gran Bretaña desde 1750 hasta nuestros días, Sobre la historia, A la zaga. Decadencia y fracaso de las vanguardias del siglo XX, Bandidos, Entrevista del siglo XX, Revolucionarios.), Edward Palmer Thompson (La formación de la clase obrera. Inglaterra 1780-1832) y Víctor Kiernan, a los que habría que agregar los nombres de Raphael Samuel (Historia popular y teoría socialista), Perry Anderson (El Estado absolutista), Georges Rudé (La multitud en la historia. Los disturbios populares en Francia e Inglaterra, 1730-1848), G. Stedman Jones (Lenguajes de clases), los que mantienen una relación intelectual indudable con los anteriores, aunque puedan haber tenido trayectorias distintas personales y políticas. La pasión de Hobsbawm por el jazz lo hizo apreciar a los Estados Unidos, a América Latina (fue intérprete del Che Guevara), a la India y al Lejano Oriente, siempre al paso de un firme compromiso con la causa socialismo. Dice Sir Keith Thomas que "Hobsbawm posee una mente extraordinariamente fértil y rara capacidad para acuñar y divulgar nuevos conceptos que dejan una marca perenne en la hi9storiografía? La inteligencia de Hobsbawm aplicada a la historia no tiene igual". La riqueza de su experiencia vivida y su inmensa curiosidad intelectual se han traducido en una obra diversa y siempre innovadora. Si a ello le añadimos su insólita claridad teórica, capacidad generalizadora y un ojo certero para los detalles sugestivos, capaz de utilizar sucesos y aspectos aparentemente intrascendentes para construir síntesis inesperadas y de gran fuerza imaginativa, se entenderá que se haya convertido en "el historiador vivo más conocido del mundo", como ha dicho Figes. Fue nuestro homenajeado el creador de la feliz expresión de "el corto siglo XX" y quien ha dicho que nuestra época es absurda, irónica, surrealista y monstruos a, el período más sanguinario y a la vez el más revolucionario de la historia. Somos la única generación, agrega, que ha vivido el momento histórico en el que las normas y las convenciones, que hasta entonces habían mantenido unidos a los seres humanos en familias, comunidades y sociedades, dejaron de operar. En otro lugar de su autobiografía escribe: "Cabría afirmar que el índice verdaderamente significativo de la historia de la segunda mitad del siglo XX no es la ideología ni el movimiento estudiantil, sino al auge de los pantalones vaqueros, pues los Levis triunfaron, lo mismo que la música rock, como distintivo de la juventud. Nunca se puso esa prenda, dice en otro lugar, Esta circunstancia me impide ser un historiador de los años sesenta: permanecí al margen de ellos. Lo que he escrito de acerca de esa década es lo que puede escribir el autor de una autobiografía que nunca se ha puesto unos vaqueros. Es poco menos que lamentable que este historiador haya recorrido desde 1962 toda Sudamérica-Brasil, Argentina, Chile, Perú, Bolivia, Colombia, México, prácticamente todos los países menos a Venezuela y las Guayanas. Se trata, agrega, de un continente en el que tengo numerosos amigos y discípulos, con los que llevo asociado más de cuarenta años, y que, no sé por qué, ha sido curiosamente bueno conmigo. Es la única parte del mundo en la que no me ha extrañado conocer presidentes pasados, presentes y futuros. De hecho, el primero al que conocí en el ejercicio de su cargo, el astuto Víctor Paz Estensoro (1907-2001), de Bolivia, me mostró la farola de la plaza de La Paz situada frente a su balcón en la que fue ahorcado su predecesor Gualberto Villarroel por una muchedumbre de indios amotinados en 1946. Tras el triunfo de Fidel Castro y más aún tras la derrota de los norteamericanos en bahía de Cochinos y el fracasote derrocarlo en 1961, no hubo en Europa ni en Estados Unidos intelectual que no sintiera el hechizo de Latinoamérica, un continente al parecer en plena ebullición con la lava de la revolución social. Aunque a mí también me atrajo aquello, el principal motivo de que fuera allí fue práctico y concretamente lingüístico. Los historiadores que estudian las actividades de la gente corriente deben ser capaces de comunicarse con ella de palabra, y Latinoamérica era la única parte del llamado Tercer Mundo en el que mucha de esa gente hablaba lenguas que estaban a mi alcance. Pues no me interesaba sólo una región geográfica, sino otra mucho más grande y desconocida, es decir, el ochenta por ciento de los hombres, mujeres y niños que viven fuera de la zona habitada hasta el último tercio del siglo XX por gente de piel (teóricamente) blanca. No obstante, escribe Hobsbawm, nunca he pretendido ser un especialista en Latinoamérica ni considerarme tal. Como le ocurrió a Darwin en su calidad de biólogo, para mi, en cuanto a historiador, la revelación de Latinoamérica no fue regional, sino general. Ha sido un laboratorio del cambio histórico, casi siempre distinto de lo que habría cabido esperar, un continente creado para socavar las verdades convencionales. Para los europeos esos aspectos del continente más alejados de de nuestra experiencia se hallaban enraizados y enlazados a instituciones bien conocidas por los historiadores, como la Iglesia católica, el sistema colonial español, o ideologías decimonónicas como el socialismo utópico y la Religión de la Humanidad de Augusto Comte. Esta circunstancia subrayaba o incluso resaltaba la peculiaridad de sus trasmutaciones latinoamericanas y lo que tenían en común con otras partes del mundo. Latinoamérica era un sueño para los historiadores comparatistas. Irremediablemente, América Latina cambiódice-mi perspectiva de la historia del resto del planeta, # Global Journal of Human Social Science Volume XII Issue I Version I 2 112 Ocho Pecados Capitales Del Historiador escribe nuestro nonagenario historiador, aunque sólo fuera porque eliminó la línea divisoria existente entre los países "desarrollados" y el "Tercer Mundo", el presente y el pasado histórico. Como la maravillosa novela de García Márquez Cien años de soledad, en la que cualquiera que conozca Colombia reconoce la magia y el realismo, América Latina obligó a dar sentido a lo que a primera vista parecía imposible. Permitió que las especulaciones "contrafactuales" no pueden lograr, a saber proporcionar una auténtica variedad de salidas alternativas a la situación histórica: caudillos: caudillos derechistas se convierten en fuente de inspiración de movimientos obreros (Argentina, Brasil), ideólogos fascistas que coinciden con un sindicato minero de izquierdas para hacer una revolución que da tierras a los campesinos (Bolivia), el único Estado del mundo que ha llegado a abolir el Ejército (Costa Rica), el partido único, víctima de la corrupción más flagrante, cuyo Partido de la Revolución Institucional recluta sistemáticamente a sus militantes entre los estudiantes más revolucionarios (México), una región en la que los emigrantes de la primera generación procedentes del Tercer Mundo pueden llegar a presidentes, y en la que los árabes ("turcos") solían triunfar más que los judíos. Una vez hecho este reconocimiento muy merecido al inspirador de estas letras y reflexiones, no me queda más que decirles, amigos historiadores y lectores en general: Muchas gracias, amigos historiadores o no, especialistas de otras ciencias, médicos, periodistas, ingenieros, letrados, poetas, abogados, sociólogos, sacerdotes, gente de cualquier extracción social o política, gente de cualquier edad o procedencia geográfica o étnica por haberme soportado hasta acá. # FUENTES CONSULTADAS ![Journal of Human Social Science Volume XII Issue I Version I 95 Ocho Pecados Capitales Del Historiador 1900 -2002](image-2.png "") ![Journal of Human Social Science Volume XII Issue I Version I 101 Ocho Pecados Capitales Del Historiador en el Ártico como en el Trópico-que cruza volando la mitad del planeta.](image-3.png "") ![) Tiempo de la Evangelización y del Concilio de Trento (1545-1563) b.) Tiempo de la colonización y de la cultura barroca, siglos XVII, XVIII y XIX; c.) Tiempo del Concilio Vaticano I (1870-1960); y por último Tiempo del Concilio Vaticano II (1960 hasta el presente). ¿ puede usted, amigo lector, palpar la diferencia? Global Journal of Human Social Science Volume XII Issue I Version I 2 108](image-4.png "") ![Journal of Human Social Science Volume XII Issue I Version I 109 Ocho Pecados Capitales Del Historiador JOSÉ ORTEGA Y GASSET (1883-1955)](image-5.png "") Ocho Pecados Capitales Del Historiadorel siglo XVIII a los ingleses?El Panteísmo habrá quebuscarlo, en la Regencia, en Toland (1670-1722). El1494 -15532 90"Ni absoluto, ni relativo, ni concreto ni confusoni complejo, ni adecuado; ni virtual, que es de losalrededores de 1600, ni indisoluble, intencional,intrínseco, inherente, oculto, primitivo, sensitivo, todasellas del siglo XVIII; ni transcendental, que adornaráhacia 1698 (...) ninguna de estas palabras que hetomado al azar (?) pertenecen al vocabulario de loshombres del siglo XVI (?) Y sólo hemos hablado deadjetivos. Pero ¿y los sustantivos? Ni causalidad, niregularidad, ni concepto, ni criterio, ni condición,tampoco análisis, ni síntesis (?) ni deducción ( que nonacerá hasta el siglo XIX); ni intuición, que aparecerá enDescartes y Leibniz; ni coordinación ni clasificación(palabra de 1787). Agrega este historiador de lascreencias y de la religión que tampoco existía la palabrasistema, palabra que interesaron a los racionalistas. ElRacionalismo no se bautizará como tal hasta el sigloXIX. O el Deísmo, que no iniciará su camino hastaBousset (siglo XVIII). O el Teísmo, que tomará prestado © 2012 Global Journals Inc. (US) 104Ocho Pecados Capitales Del Historiador Ocho Pecados Capitales Del Historiador January 2012 © 2012 Global Journals Inc. (US) * La investigación histórica: teoría y método JulioAróstegui 2001 Barcelona, España. P. 455 Editorial Crítica * Coedición Fondo Editorial Lola de Fuenmayor-Fondo Editorial Buría. 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